Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

domingo, 6 de julio de 2014

Regeneración y necrosis



En biología, la regeneración es la capacidad de un organismo vivo para reconstruir por si mismo sus partes dañadas o perdidas. El término se ha utilizado habitualmente para referirse a diversas actividades humanas cuando, por circunstancias, su reorganización funcional se hacía completamente necesaria. Ciertamente los actos humanos están vivos, pues tienen la capacidad de modificarse junto con las voluntades que los controlan. En este sentido, la política, entendida como la actividad que rige los asuntos públicos, históricamente, ha sido variadas veces objeto de debates sobre la necesidad de su regeneración, lo que es indicativo de lo nefastamente que funcionaban sus contenidos o estructuras.
Durante los últimos años, las alegrías y excesos de la burbuja del ladrillo, tras su explosión, no solo ha dejado una hecatombe de paro, despilfarros y deuda que incrementan la pobreza de los ciudadanos y recortan notablemente los derechos, servicios e incluso las libertades, amparados por el estado de bienestar, sino que ha descubierto la vergonzosa realidad de las instituciones sobre las que se sustentan las estructuras del Estado. Con una monarquía bajo sospecha y sus organizaciones políticas, sindicales y empresariales, prácticamente corrompidas proporcionalmente a las cotas de poder alcanzadas por las mismas, los datos que se van conociendo al respecto han provocado una creciente indignación ciudadana que cada vez cuestiona más la bondad del sistema.
Paralelamente al destape por parte de los medios de difusión de los desmanes, sus protagonistas, especialmente políticos, han introducido el término regeneración en sus discursos, sin demasiada efectividad hasta el momento, con excepción de la abdicación de Juan Carlos I.
Tal vez el detonante en la aceleración de la toma de decisiones regenerativas hayan sido los resultados de las últimas elecciones europeas que reflejan un notable emerger de fuerzas políticas diferentes a las que han ejercido el poder hasta ahora y que, además, denuncian sus reprobables actuaciones. El miedo a que el despertar ciudadano ante sus tropelías les desmonte de las numerosas y nutridas poltronas que han creado, y las desmantele, les ha hecho reaccionar. Recientemente el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, como siempre estando fuera del país, proclamó la necesidad de la regeneración democrática en el reino que preside.


Lo cierto es que las medidas que propone más que regenerar, degeneran la paupérrima salud democrática de este país. Anunciar la reducción de aforados cuando se acaba de incrementar con dos más, convirtiéndose en el único país del planeta con dos reyes y dos reinas legales, y aforados, no deja de ser una presidencial tomadura de pelo más, y la propuesta de que los alcaldes sean los cabezas de las listas más votadas, un regreso a un pasado que en absoluto fue mejor, al que también pretenden regresar en leyes como las del aborto o la de seguridad ciudadana.
El regeneracionismo fue un movimiento intelectual que surgió a finales del siglo XIX como reacción a la decadencia de España como nación, y más concretamente como denuncia a la corrupción generada por la alternancia de partidos en el poder impulsada por Cánovas durante la restauración borbónica, que había empujado al pueblo a la miseria, generando grandes e improductivos latifundios mediante sospechosas desamortizaciones, fomentando el caciquismo y el triunfo de una oligarquía política y económica. Recordemos que en medio de esa vorágine de desamortizaciones y corrupción se establecieron las bases de la legislación hipotecaria y el cuerpo funcionarial de registradores de la propiedad, además de regularse el de los notarios.
El mayor representante del regeneracionismo fue el erudito aragonés Joaquín Costa, quien, campesino de origen humilde y formado y doctorado en Derecho y Filosofía y Letras, llegó a convertirse en uno de los más importantes ideólogos del momento con más de 40 obras publicadas, siempre buscando la esencia de España y las causas de su retraso secular. Sus soluciones para el mal endémico de la miseria permanentemente acuciante en el país pasaba por el cumplimiento de su lema “Escuela, despensa y doble llave para el sepulcro del Cid”, con el que reclamaba mayor educación para un pueblo sumido en la ignorancia, mejor gestión de los recursos agrarios para garantizar la alimentación de unos ciudadanos hambrientos; y que de una vez por todas se enterrara el discurso político dominante sobre el glorioso pasado del imperio español.
Republicano convencido, exigió la necesaria renovación de todas las estructuras políticas, sustentadas en el caciquismo, y aunque apenas ejerció la política activa y limitó sus propuestas al mundo agrícola del que provenía, para modernizarlo y hacerlo más eficiente y justo, algunas de ellas fueron finalmente aceptadas, como los planes de riego.
En su azarosa vida tuvo que dedicarse a diferentes tareas para ganarse la vida, hasta que, en 1888 accedió al cuerpo de notarios de reciente creación, lo que le dio cierta estabilidad económica, y le sirvió para denunciar todo el sistema registral, notarial y de justicia hipotecaria, por las excesivas prebendas que generaba a sus administradores.
Aunque su muerte, en 1911, supuso una gran convulsión social en la época y parte de sus regeneradoras ideas cristalizaron en la segunda república, el franquismo, con su reimplantación del caciquismo, diluyeron la importancia de su figura y su pensamiento, potenciando las recogidas en la Generación del 98, que aunque también eran críticas con la situación del momento, lo eran desde el punto de vista literario y artístico, y no como alternativa práctica.
Ciertamente desde entonces no parece que, excepto en las apariencias democráticas, hayan cambiado demasiado las cosas. La alternancia en el poder es evidente, el caciquismo y la oligarquía son patentes, y el empobrecimiento de los ciudadanos y de los derechos sociales son innegables, como las pretensiones de revivir glosiosos pasados a nivel internacional. Bajo esa realidad las propuestas de regeneración democrática de Rajoy no solo son insuficientes, sino que llegan demasiado tarde porque los organismos e instituciones sobre los que se sustenta la política de este país se encuentran en estado de necrosis, pues tanto tiempo sin regenerarse ha provocado la muerte de la necesaria credibilidad en que deben fundamentarse, en parte porque las explicaciones de nuestros gobernantes desde sus cómodas poltronas han sido históricamente las mismas, como bien reflejaba el genial Berlanga en Bienvenido Mr. Marshall. 





Sólo queda pues la extirpación total de unas estructuras completamente corruptas y la creación de otras nuevas, pero también especialmente de las personas que asuman las responsabilidades de hacerlo.

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