Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Los cortijos de los abuelos



A finales del siglo XIX, en pleno reparto de la tarta colonial africana entre las potencias europeas, se realizó La Conferencia de Berlín que bajo las directrices del canciller alemán Otto Von Bismark puso fin momentáneamente a las rencillas y enfrentamientos por los territorios africanos. La conferencia se desarrolló en la capital alemana entre noviembre de 1884 y febrero de 1885 a petición de Francia y Gran Bretaña, y con la activa e interesada participación de Leopoldo II de Bélgica, quien durante los últimos años había financiado la exploración de los últimos territorios sin cartografiar de África, coincidentes con la cuenca del río Congo. 
Uno de sus exploradores fue el norteamericano Henry Morton Stanley, protagonista de la famosa frase “El Dr. Livingstone, supongo”, al encontrar al voluntariamente desaparecido descubridor, David Livingstone, que se negó a regresar a la civilización.
          El monarca belga se las ingenió para convencer a todos las potencias en liza que para mantener el equilibrio en el reparto, entre otras muchas de las medidas aplicadas, era necesaria la creación de un territorio indiviso que abarcara toda la cuenca fluvial del Congo, para garantizar su completa y libre navegabilidad por parte de cualquier país, lo que hasta aquel momento había sido objeto de conflictos. El resultado fue un fragmentado continente cuyos destrozos aún pagan muchos de sus habitantes con guerras y miseria, pero en lo que nos interesa ahora se plasmó en la creación de un Congo francés y el llamado Estado Libre del Congo, ambos con salida al mar.
         Éste último territorio, de sugerente nombre cercano a la libertad, estaba gestionado por la Asociación Internacional del Congo, una pantalla para ocultar que simplemente era propiedad privada de Leopoldo II. Hasta los nombres de las ciudades delataban esa singularidad: su capital se llamaba Leopoldoville. Los gigantescos y ricos territorios fueron explotados como si de una gran finca propiedad privada del monarca se tratara, con sus habitantes en régimen de esclavitud y con el caucho y el marfil como principales productos lucrativos. Los avances ideológicos de la época fueron incrementando su presión sobre tan feudal situación y en contra de los genocidios y violenta opresión contra los congoleños, y finalmente en 1908 el rey no pudo resistir más y pasó el control de los territorios a la administración belga. El legado del antepasado de la actual monarquía democrática belga asciende a ocho millones de congoleños muertos represaliados.
      Un año después Leopoldo II moría, y aunque el territorio pasó a ser el Congo Belga, y depender del estado, las cosas no cambiaron demasiado, como en todas las colonias, excepto por los productos a explotar, a los que se añadieron cobre y todo tipo de metales que convierten el territorio en un rico tesoro en constante conflictos bélicos por culpa de los intereses económicos y las grandes multinacionales. En 1960 logró la independencia y a partir de ahí las guerras por la explotación de sus materias primas y la miseria del pueblo, salvo raras excepciones, han sido constantes, se llamara como se llamara, Congo Belga, Zaire o Republica del Congo actualmente.
         La tónica de lo sucedido con este país ha sido similar en todos los países africanos y de extremo Oriente que fueron colonias, mientras que en América la mayoría de los países para entonces ya habían pasado por sus respectivas explotaciones y procesos de emancipación, aunque les quedaran muchas dictaduras por sufrir. Cada uno de esos países fue, de un modo u otro, tratado como una finca de la metrópolis correspondiente, aunque no de modo tan descarado como lo fue el Congo de Leopoldo II, y eso ya entrado el siglo XX.
Más tarde los países liberados tuvieron sus propios dictadores  autóctonos que hicieron lo mismo en sus respectivos territorios, y aún hoy Libia, Siria, Egipto,… sufren los resultados de aquella opresión colonizadora y casi siguen siendo explotados como si fueran la finca, el cortijo o el latifundio de un poderoso abuelo cuyo brillo, del oro de su dinero o del acero de su espada, dominó en otros tiempos.
         En este sentido, si bien durante el medievo y las monarquías absolutas ese mal de vasallaje y esclavitud afectó a las poblaciones de todos los países, a medida que las ideas fueron evolucionando la opresión sobre el pueblo llano disminuyó o al menos se disfrazó de democracia, con más o menos suerte en cada país de los denominados occidentales.

En España, una vez más, nos llevamos la palma, como en todo ranking cuantificable, siempre y cuando su esencia sea negativa, en este asunto de los cortijos. Mientras los demás países evolucionaban a monarquías más permisivas, o incluso las erradicaban para hacerse repúblicas, aquí vivíamos todas las fases de las decrepitudes aristocráticas y de la realeza retrógrada, pasando por una ocupación francesa que nos retornaba al más absoluto poder monárquico que sólo se extinguía por muerte natural del monarca o gobernante de turno. Cada revolución insurgente era aplastada, aunque en este tira y afloja se lograban ciertos avances, si bien todos ellos se dieron crecientemente impregnados de uno de los escasos conceptos espirituales que la superior metrópolis se trajo de algunas de sus colonias de ultramar para incrustarla en lo más profunda de las creencias nacionales. Los jefes de algunas tribus de las islas del Caribe, que controlaban prácticamente todos las aspectos y opiniones de sus súbditos, eran conocidos como caciques. Para el año 1884 esos modelos ya habían sido tan copiados en nuestro país durante los anteriores lustros, que la Real Academia Española introdujo el término “caciquismo” en el diccionario con sus dos acepciones actuales:
-Dominación o influencia del cacique de un pueblo o comarca.
-Intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia.

Así pues, mientras Federico II preparaba su finca particular del Congo, cuatro veces más grande que España, las clases dominantes de este país, más comedidas y solidarias ellas, preparaban el reparto de su pastel, cuatro veces más pequeño y compartido que el del monarca belga, pero quizás para compensar, más prolongado en el tiempo. De aquella época de la Restauración borbónica provienen las más importantes estructuras lucrativas y fraudulentas que aún gobiernan desde las cloacas de este monárquico y constitucional país. Ya hemos citado el primero de ellos, el caciquismo, que tras las convulsas primeras décadas del siglo XX, cuarenta años de franquismo, consolidaron firmemente, especialmente en la España rural, y aún hoy perdura y muchos de nuestros democráticos partidos mantienen en sus escaños a sucesores de aquellas sagas, especialmente el PP, pero también otras siglas de derechas y el PSOE. 
Con la llegada de la democracia, los caciques mejor colocados aprovecharon su tirón, y la herencia sobre la memoria social para colocarse en los puestos elegibles. Congreso, Senado, Diputaciones, Ayuntamientos y demás instituciones están repletos de ejemplos vivos de ello, sino ya de ellos mismos, de sus herederos, pues la característica caciquil suele ir anexa al apellido.
Otra característica instaurada extraoficialmente en la Restauración borbónica fue la alternancia de los partidos en el poder. Básicamente lo que vienen haciendo el PSOE y el PP, repartiéndose poltronas y blindando el sistema con una estrategia que les exige enfrentarse de vez en cuando, para dar la sensación de diferencias, pero básicamente hacer lo mismo cuando están en el poder.
Con ambas armas, caciques y bipartidismo, de siglas que no de actuaciones, la España del siglo XXI gravita entre los herederos del gran cortijo franquista, que en cuarenta años tuvieron tiempo de afianzar sus fincas y poderes, y los nuevos espabilados que se han montado sus nuevos cortijos desguazando las empresas y servicios públicos a favor de sus propios intereses o el de las grandes multinacionales de todo tipo que les compensan con enormes retribuciones en sus consejos de administración.   La globalización ha convertido el planeta en un cortijo, y los abuelos se esconden tras las acciones de las grandes multinacionales, pero básicamente el trato esclavista para la población volverá a confluir con el reparto de la tarta que a finales del siglo XIX propició Bismark para los ricos abuelos y a principios del siglo XXI propicia Merkel para las grandes multinacionales.

Una tercera estructura de las que atrapan actualmente a los españoles que tuvo su origen en la Restauración borbónica surgió al rebufo de las desamortizaciones que supusieron una de las primeras aperturas liberales del país, al ponerse terrenos a disposición del capital privado. Sí, efectivamente, desde entonces estamos en las manos de los funcionarios más elitistas, más protegidos y mejor remunerados del país, y que controlan y controlarán aún más nuestras viviendas, actividades legales y dentro de poco todos los datos relacionados con el registro civil y nuestras vidas: los notarios y registradores de la propiedad, cuyo lobby encabeza el propio presidente del Gobierno: Mariano Rajoy.
Fueron quienes dieron fe de los cortijos de sus abuelos, y ahora canonizan a las grandes multinacionales junto a los caciques supervivientes en su bipartidismo ladino, para todos ellos condenar al pueblo a la miseria y al desahucio.

Como Livingstone, quizás haya que desaparecer voluntariamente de esta podrida civilización.

martes, 17 de diciembre de 2013

Primer deseo cumplido


El pasado viernes se hizo público que los promotores del famoso Eurovegas no elegirían Alcorcón como destino de sus negocios, después de que los políticos madrileños lo llevaran vendiendo, junto con los juegos olímpicos que no serán, como salvación para este país. Tras el botellazo que recibió la candidatura olímpica de Madrid en plena jeta, ahora le toca el turno al faraónico proyecto que pretendía construir el mayor palacio de congresos de Europa en la comunidad del oso y el madroño. Alrededor de esa figura se iba a ubicar una gigantesca infraestructura anunciada como complejo turístico y de ocio, y que en la práctica convertía el entretenimiento en, como mínimo, posible ludopatía, pues estaría repleto de máquinas tragaperras, casinos y todo tipo de juegos lucrativos. Lo cierto es que, al olor del posible negocio, se ofrecieron para buscar terrenos propicios alguna administración catalana y empresas como Marina d’Or, aunque con menos ahínco y agasajos que la capital del reino, por lo que definitivamente sólo quedó esta última para optar a repartirse los jugosas beneficios programados. Tras varios meses y muchas  expectativas y exigencias sucesivas se barajó flexibilizar la legislación para adaptarla a las peticiones del magnate, o quizás mangante, norteamericano Sheldon Aldenson, hasta el punto de, por ejemplo, permitir fumar en el recinto. 
Tras dos años de flirteos y noviazgo en los que la novia España agasajó cuanto pudo al novio Aldenson, las exigencias de éste llegaron a tales extremos que fueron hasta inadmisibles hasta para los padres de la patria: exención de impuestos, blindaje de beneficios previstos, e incluso exclusividad en la explotación del negocio. 

Lo cierto es que tras tanta petición también estaba la falta de financiación por parte de unos bancos que no veían tan claro el negocio con el novio Adelson quiso seducir a la doncella España, que si bien ya estaba muy lejos de ser virgen, se vio profundamente mancillada una vez más con el consentimiento activo de sus padres ejecutores y legisladores políticos que, con los impuestos del pueblo, van pagando los agasajos y comilonas de las conversaciones, como sucedió con las Olimpiadas. Por cierto parece que ambas se las llevará Japón, a pesar su crisis, de Fuckusima, y de la visita del insigne Rajoy ofertándoles las condiciones de esclavitud de la mano de obra en nuestro país. 
Cuando hace ya unas semanas se rumoreaba la marcha de Aldenson, un canal de televisión preguntaba a los habitantes de la zona su opinión sobre la posibilidad de que los posibles inversores se fueran a otro sitio con su dinero. La sabiduría popular, encarnada en ama de casa cercana a los sesenta, se expresaba tajante ante las cámaras: “Que se vayan de una vez”,… “y que se lleven a todos estos de aquí también”, añadía en profundo tono desiderativo. 
Su primera parte del deseo está cumplida. A ver cuando llega la segunda.

 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Modos de vida


Cuando la mayor preocupación social es tener trabajo, sin analizar las condiciones, estamos a un paso de regresar a una época en la que no había paro: la de la esclavitud. 

Nos han convertido en artificiales máquinas alejadas de la Naturaleza e integradas en su Sistema de producción que genera autómatas del trabajo, y del consumo, alejando cualquier atisbo de humanidad que nos permita reflexionar sobre nuestra verdadera esencia y lo gratificante de relacionarnos y compartir simplemente nuestro tiempo con otros seres y energías.Tus padres, que, mejor o peor, te ayudaron a crecer, tus hermanos, tus amigos, tu pareja, tus hijos,… tu mascota, todas las relaciones sociales no son trabajo y sin duda las echarías más de menos que a tu empleo si no estuvieran en tu vida. 

Entonces, ¿por qué obsesionarnos tanto con el trabajo?  Para ganar el dinero que nos permita vivir, nos reafirmamos satisfactoriamente. 
   Tal vez, pero antes vivían, y no hace tanto vivíamos, sin tanto bienestar material a nuestro alcance, pero con más contacto social, y eso que no teníamos teléfonos móviles… ni Internet, ni ordenadores, ni coches, ni… pero básicamente teníamos más tiempo, eso que ahora nos lo quita el trabajo o simplemente la preocupación de no tenerlo, de no poder pagar todo aquello que consideramos imprescindible en nuestras vidas a fuerza de acomodarnos en cuanto nos aporta. 
No se trata de ganar más, se trata de intentar gastar menos y de recuperar lo que el tiempo nos ha arrebatado abducido por el brillo del dinero, la comodidad y el consumo que necesariamente se han de sudar a través del trabajo: nuestras relaciones sociales, comenzando por las familiares. 
Todo empezó a generalizarse cuando un novedoso recién llegado comenzó a instalarse en nuestros hogares desplazando lentamente a la comunicación entre los miembros de la familia y convertirse en el centro de referencia y de creación de opinión, incluido el consumo.  

Sin duda le conoces, aunque se haya adelgazado, multiplicado, crecido y sofisticado  vertiginosamente, se trata de la televisión. A través de ella nos llegó y llega toda la información sobre la cultura y modos de vida dominantes que, impuestos o imitados, se acaban generalizando, pero para nada son los más naturales, saludables y adecuados para la humanidad. Más bien corresponden a unos intereses económicos establecidos que benefician a unos pocos, los mismos que pretenden esclavizarnos subrayando que lo importante es trabajar, sin dar la menor importancia a las condiciones en las que se desarrolle el trabajo. 

martes, 10 de diciembre de 2013

Un probable origen del asco



El pasado mes de octubre el controvertido cantautor catalán, Albert Pla, vio cancelado  uno de sus conciertos que tenía programado en Gijón. La suspensión del evento se produjo a petición del grupo municipal popular por considerar que el cantante de Sabadell había  insultado a los gijoneses y a los españoles por unas declaraciones que había realizado a un periódico regional en las que afirmaba que siempre le había dado asco ser español.

   El asco, como casi todo, sino todo, lo que es capaz de sentir, percibir o interpretar el ser humano, es esencialmente subjetivo. Algunos se pirran por las comidas que sólo provocan nauseas en otros, que a su vez, en algunos casos ,visten con atuendos considerados espantosos por los de más allá, que del mismo modo, en ocasiones, son criticados por sus creencias religiosas que sin duda consideran  pecadores a quienes no siguen sus doctrinas… y así hasta el infinito continuaremos encontrándonos con discrepancias entre las interpretaciones y opiniones humanas, en cuyos extremos podremos encontrar el más entregado fervor o el más repulsivo asco.

   Ahora, tras dejar los salarios a niveles de hace más de diez años y cumplir los mandatos económicos de los mercados, la dominante mayoría absoluta del PP está desenterrando las más profundas peticiones de sus cavernas ideológicas, al rebufo de la retrograda ley Wert de Educación. Así el Ministerio del Interior, que demuestra su sensibilidad musical al empeñarse en el uso de concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla, última su Ley de Protección de Seguridad Ciudadana. Ratificando la rastrera lógica política de nuestros democráticos partidos, ahora defienden lo que criticaron de la conocida como ley Corcuera hace doce años y cuya arbitrariedad en las actuaciones policiales fue declarada inconstitucional, lo que costó la dimisión del entonces ministro del interior burgalés. Las posturas contrarias del PP a la iniciativa las lideró el ahora flamante embajador español en Londres, Federico Trillo. Pero claro, entonces estaban en la oposición, y ahora son los principales culpables de las protestas sociales,  así que el objetivo que dicen pretender ahora “es castigar la violencia y proteger a los ciudadanos del vandalismo y de comportamientos incivicos”. Las criticadas normas, con las que se pretende sancionar administrativamente, y sin necesidad de mediación judicial, las actividades molestas para el gobierno que no sean consideradas delito en el nuevo código penal que están tramando, aún después de reducir su número y dureza, incluyen como sancionables proferir insultos o fotografiar a los cuerpos de seguridad del estado o "las ofensas o ultrajes a España, a las Comunidades Autónomas y Entidades Locales o a sus instituciones, símbolos, himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio, cuando no sean constitutivos de delito", que podrían ser castigados con hasta 30.000 euros.
De estar ya en vigor, el asco que le produce al cantautor Pla ser español, además de costarle  el ingreso por la gala no dada, se sumaría la correspondiente multa máxima con el que pretenderían reprimir la incomodidad de su discurso, y al fin y al cabo la libertad de expresión de todos, con nuestras subjetivos matices.
Tras la polémica Pla declaró que no era la primera vez que le suspendían un concierto y reiteró su innato asco por ser español. Quizás ese asco innato sea excesivo pero lo cierto es que las sucesivas actuaciones de nuestros gobernantes lacerando al pueblo, empobreciendo a sus bases en beneficio de la especulación, e incumpliendo el programa electoral con el que ganaron las elecciones y mintiendo constantemente de modo impune y descarado provoca nauseas incontenibles. El cuadro se puede agravar a asco generalizado cuando entre el hato de chulos prepotentes que hay al frente de nuestros ministerios hay quien afirma que los salarios suben y los impuestos bajan, como el ínclito Montoro. Tal desvergüenza le debería costar el cargo, pero cuando toda la cúpula del partido gobernante, incluido el presidente hiede a corrupción y podredumbre, no podemos esperar que se apeen de sus poltronas voluntariamente y mientras se envalentonan en su mayoría absoluta, la misma que les permite modificar a su gusto el código penal para juzgar como delincuentes a sus administrados si hicieran algo fuera de su agrado o poder sancionarles administrativamente en caso de no ser considerado delito. En ambos casos las reformas judiciales de Gallardón se han ocupado de poner tasas para minimizar la posibilidad de recursos.
Su nueva ley de Protección de Seguridad Ciudadana, como la de educación o la del aborto, que vuelven a sus retrógradas cavernas, solo pretenden defender a España y sus símbolos e instituciones como si fuera la grande y libre que les representó, pero ahora compartida en negocios especulativos con elementos internacionales de su misma calaña, pero diferentes nacionalidades, mientras se olvida de los españoles, les oprime y arrebata sus derechos y libertades.
   Esa defensa a ultranza de una España vendida a la especulación y a  los intereses económicos que oprime a los españoles es digna del más profundo asco, el mismo que pueden generar sus defensores y representantes, cuando en lugar de aceptar la toxicidad de sus actuaciones se dedican a reprimir y condenar las protestas que generan. Básicamente nuestros ineptos y aprovechados gobernantes y sus egoístas y retrógradas ideologías y comportamientos pueden provocar nauseabundas sensaciones y mucho asco.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Honrar u ofender.



El entramado de relaciones sociales consolidado en la cultura dominante siempre ha establecido mecanismos destinados a honrar las actuaciones de sus componentes. De ese modo refuerza la figura de los merecedores de tal honor ante el resto de los miembros del grupo, a la vez que cohesiona tanto la pertenencia de todos ellos al mismo como las creencias que le sustentan. Así es habitual que los personajes conocidos reciban parabienes por sus acciones en actos promovidos, difundidos y participados proporcionalmente al impulso que el Sistema dominante quiere dar a su protagonista. Ese reconocimiento, más o menos público, de un mérito social tiene su contraprestación con las críticas que se vierten sobre las acciones, de un modo u otro, socialmente punibles, que puede llegar a la ofensa si su contenido llegara a ser execrable.

En la cúspide de esos reconocimientos o críticas, quizás por ser la última actuación pública del protagonista, se encuentran los funerales.

A juzgar por las muestras de duelo y las manifestaciones de la mayoría de los partícipes, Nelson Mandela, Madiba, como le conocían sus conciudadanos, fue honrado por gran parte del planeta. Ahora bien, la calidad del homenaje también la conforman quienes participan en él.

Ya no te importará, pero si tu funeral se plagara de la presencia y las declaraciones y parabienes públicos hacia tu persona de un gran número de hipócritas, mentirosos e incluso asesinos capaces de casi cualquier cosa para lograr sus objetivos, ¿Cómo lo considerarías, una honra o una ofensa?

Bush ordenó una guerra, Obama amparó varias, Rajoy miente más que habla,… sólo por citar algunos de tantos que dirigen los destinos de sus países bajo las riendas de la hipocresía, la mentira y el engaño, cuando no la fuerza y la violación de los derechos humanos.

Las aportaciones de Mandela a su pueblo y a la humanidad son innegables. Asistir a su funeral y sublimar su figura para "honrarla" no pone a su altura a quien no lo merece, sólo destapa la hipocresía que subyace a sus actos.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Velos de humo



    Cuando la transcendencia real de una información intenta ocultarse tras maniobras de distracción se dice que son cortinas de humo con las que se trata de dificultar la visión de la verdad. Si por el contrario se pretende enterrar una acción propia bajo la impunidad del olvido, suele ser un tupido velo el que identifica la realización de la impudicia. En ese sentido, en este país, la organización terrorista ETA ha sido, y aún es para las amplias tendencias conservadoras de la nación, la más manida y manoseada tupida cortina o el más denso y oscuro velo de humo. Desde sus albores sirvió ya para ocultar el magnicidio de Carrero Blanco perpetrado por la CIA desde la sombra si bien la espectacularidad del atentado sirvió para cubrir de fulgor de peligrosidad las tres letras de su acróstico en el inconsciente del pueblo español. Desde entonces ETA es sinónimo de peligroso e implacable terrorismo. Sin duda fue una parte de eso, lo que sirvió para mantener atemorizado a un pueblo, y ese arriesgado temor alimentado hasta la saciedad por los medios de difusión, se inculcó en su mente y generó importantes negocios relacionados con la seguridad, además de mantener la radicalidad de un trasnochado discurso de pasados melancólicos. Aún hay quien ve tras el humo de los atentados de 11 M la culpabilidad de ETA. Son los mismos que se indignan cuando la legislación europea obliga a excarcelar a los presos que ya han cumplido su condena sin tener en cuenta las limitaciones implantadas por la denominada doctrina Parot en la reducción de las penas, declaradas ahora ilegales.
Henchidos de libertad de expresión vuelven a volcar sus católicas iras sobre los asesinos  etarras liberados por la justicia. Les acusan de no haber pedido perdón por sus deleznables actos, aunque la justicia asegura que ya han pagado por ellos. Es una lástima que esos mismos criterios de dolor de las víctimas y de ausencia de arrepentimiento de los ejecutores no la apliquen a las hordas franquistas y los crímenes impunes de los que están repletas variadas fosas comunes de las cunetas y descampados de este país.
Lejos de eso, con sus multitudinarias manifestaciones y declaraciones que copan los medios de difusión, subrayan la mayor peligrosidad de unos asesinos que, afortunadamente, ya no tienen el sustento ideológico que les impulsó a matar frente a las de los violadores o asesinos en serie liberados por la misma sentencia, pero en muchos casos aún con las bases mentales que les llevaron a cometer sus crímenes.

Todo forma parte de las estrategias de distracción empleadas por nuestros más neoliberales gobernantes que paradójicamente son conservadores de sus poderes desde tiempos inmemoriales. Se trata de mantener enfrentadas a las personas impidiendo que eso les permita unirse contra lo realmente preocupante, y es la constante limitación de nuestros derechos y libertades que nos empuja directamente a la esclavitud.