Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

lunes, 23 de mayo de 2016

El problema no son las banderas, son los fascistas

    Finalmente las estelades ondearon en la final de la copa del rey de fútbol disputada en el madrileño estadio del Vicente Calderón sin los agoreros síntomas de violencia. Las banderas independentistas catalanas, que fusionan las tradicionales señeras, de cuatro franjas rojas sobre fondo amarillo, con el triángulo y la estrella de las banderas de Cuba o Puerto Rico, en clara alusión del creador, Vicenç Albert Ballester, a la pérdida de las últimas colonias del imperio español del que se quería independizar Cataluña, habían sido vetadas por la delegación del gobierno de Madrid por considerar que su presencia podría incitar, fomentar o ayudar “a la realización de comportamientos violentos o terroristas” según recoge el artículo 2.1 de la Ley del deporte.

    La drástica decisión de la delegada del gobierno fue, en general, bien recibida por el propio gobierno del país y por el partido popular, justificando su adopción en base a criterios técnicos y para velar por la ausencia de provocaciones y enfrentamientos, aunque ni éstos, ni las banderas que se puedan exhibir, parecen importar en las manifestaciones que habitualmente convoca la ultraderecha de este país, una de las cuales tuvo lugar este mismo sábado en la capital madrileña bajo el lema “Defiende España, defiende tu gente” y convocada por el polémico colectivo Hogar Social Madrid que aboga por ayudar a los necesitados españoles, ignorando a quienes no lo son.

    La caverna mediática y los diferentes voceros populares también se mostraron muy satisfechos y respaldaron una prohibición que hasta al propio líder del PP catalán, Javier García Albiol, poco sospechoso de independentista, le pareció excesiva.

    El fin momentáneo a la controvertida decisión la puso el magistrado titular del juzgado contencioso administrativo número 11 de Madrid, al aceptar parcialmente el recurso presentado por la asociación Drets que en defensa de los aficionados azulgranas solicitaba la suspensión cautelar de la medida para no dañar su derecho a la libertad de expresión y alegaba que las esteladas están reconocidas como símbolos pacíficos y se exhiben habitualmente sin generar ningún tipo de violencia.

    Afortunadamente el juez no tuvo en cuenta las posiciones de la fiscalía y de la abogacía del Estado, la misma que califica de eslogan publicitario la posibilidad de que Hacienda seamos todos, que, en ambos casos avalaban la prohibición decretada por la delegada del Gobierno. Es decir, aunque desde el propio gobierno popular en funciones se negara que hubiera implicación en la decisión, todos sus instrumentos legales para lograr la prohibición de las esteladas lo apoyaban.

    El Tribunal Supremo en una sentencia del pasado 28 de abril estableció que las esteladas debían ser retiradas de los edificios públicos porque las administraciones públicas deben ser neutrales siempre y estas banderas reivindican la independencia catalana, pero el juez en su disposición deja claro que los derechos fundamentales, entre los que se encuentra la libertad de expresión, son titularidad de los ciudadanos y no de las Administraciones e Instituciones y considera que la prohibición dictada por la delegación del gobierno atenta contra ese derecho fundamental. Añade que en ningún momento se demuestra ni justifica que las esteladas sean ilegales o generen violencia y argumenta la necesaria suspensión cautelar de la medida porque el partido es irrepetible y por lo tanto el dolo causado irreversible en caso de producirse, de modo que autoriza la presencia de esteladas en la final del Vicente Calderón.

    Desgraciadamente tuvo que ser un juez quien adoptara la medida, porque todos los medios gubernamentales abogaban por lo contrario y en esta politizada justicia de tasas, leyes mordaza y jueces que cobran suculentas cantidades por sus actividades extrajudiciales, encierran a titiriteros e incluso amañan pruebas contra compañeros, todo es posible. Esta vez hubo suerte, aunque el problema real no son las banderas, los símbolos y tal vez hasta los hechos o las instituciones, sino la utilización partidista que se hace de todos ellos, y en eso, y en manipulación, el partido que nos gobierna es un auténtico experto y no tiene reparos ni escrúpulos en utilizar cualquier método para perpetuarse en el poder y de ese modo dejar bajo las alfombras la escandalosa corrupción que sustentan entre sus filas y que alcanza a la esencia misma del sistema y sus instituciones, no en vano hasta el mismo rey Juan Carlos I abdicó en favor de su hijo con una insólita actuación que ni siquiera contemplaba la propia Constitución para alejarse del ojo del huracán que pudiera avecinarse.

    Las hordas populares acatan, como no puede ser de otra manera, el dictamen judicial, pero desde sus cavernas mediáticas se critica sin piedad su contenido, pues estamos en pre-campaña y el PP se alimenta de unidad nacional y de terrorismo etarra, mirando con nostalgia tiempos pasados cuando aún vivían aún mejor que ahora y dando aún menos explicaciones, pero olvidando el terrorismo de estado, la opresión y la miseria en una gran sector de la población les caracterizaba.

    En realidad, la mayoría de las veces, el problema no son las banderas, ni otros símbolos reivindicativos, sino las actitudes fascistas.

    El germen inicial del fascismo surgió en la Europa posterior a la primera guerra mundial, como respuesta a un generalizado descontento social con la situación política y como una tercera vía a los gobiernos liberales de los países triunfantes en la guerra, en la perpetua crisis de su sistema; y las crecientes tendencias marxistas y anarquistas, algunas escindidas de las ideologías totalitarias puestas en marcha en la Unión Soviética.

    El primer fascismo triunfante se dio en Italia con Benito Mussolini fomentando una ideología totalitaria, basada en el corporativismo, la exaltación nacional y la propaganda revanchista frente a los enemigos de la nación. Más tarde Adolf Hitler añadió el concepto de raza aria y encauzó el malestar del pueblo alemán por el excesivo castigo como perdedor de la guerra con el fascismo nazi. El fascismo más tardío fue el franquismo, que sumaba a sus componentes el catolicismo extremo, si bien su afán revanchista no era contra los vencedores de una guerra y sus imposiciones, sino contra los vencedores de unas elecciones democráticas en las que el pueblo había rechazado las políticas de una monarquía corrupta y retrógrada. En general, el capital y las grandes empresas ayudaron a todo tipo de fascismos con el fin de evitar que pudieran triunfar las corrientes socialistas que amenazaban con arrebatarles parte de sus suculentos negocios y beneficios.

    Desde los años 80 y 90 del pasado siglo vuelven a proliferar en algunos países de Europa partidos políticos fascistas, neonazis y de ultraderecha. Francia, Alemania, Italia, e incluso los países escandinavos tienen crecientes votantes en partidos de ese tipo y en Austria no gobiernan por los pelos tras las elecciones celebradas ayer, 22 de mayo. En España parecemos estar más allá del bien y del mal y salvo algunas manifestaciones, como la del pasado sábado, y otros actos de exaltación fascista, parece no existir el problema, pero quizás se oculte de algún otro modo.

    A lo largo del último año la UEFA ha sancionado en dos ocasiones al Barça porque sus aficionados portaban senyeras en partidos internacionales, decisión a la espera de la resolución de los recursos presentado, y hace apenas tres semanas la organización del festival incluyó la ikurriña entre las banderas prohibidas en el evento, lo que tuvo que rectificar de inmediato ante las protestas de las autoridades españolas.

    Lo queramos o no Rajoy, su expresividad, su discurso y el de sus secuaces nos representa como país, y la repentina aversión de los organismos internacionales por estos símbolos se debe al exaltado discurso de nuestro gobierno, sus hordas y sus voceros de identificar esos símbolos con el independentismo e incluso el terrorismo, en su autoritaria y antidemocrática actitud (gobernando por decreto y politizando la justicia), con la que defienden el corporativismo de protegerse y defenderse en su generalizada exaltación nacionalista de una España unida. En este país estamos a salvo de que regrese el fascismo...

 


   ...Sencillamente nunca se ha ido, como certifican las negativas a rescatar a muchas víctimas del franquismo de las cunetas donde yacen, y el tufillo de nostalgia con el que se protegen algunos símbolos de la época.

El principal problema no son las banderas, son los fascistas; los mismos que se niegan  a acoger a los refugiados de los conflictos y miserias que ellos mismos generan.

1 comentario:

  1. La particularidad de España respecto a la ultraderecha, es que el PP ha conseguido atraer ese voto a sus filas a cambio de algunos guiños legislativos a la causa. Mientras en otros paises la ultraderecha ha conseguido cohesionarse y modelarse como un partido político, aquí, afortunadamente sólo ha alcanzado la forma de Manos Limpias y Ausbanc, con prosaicos fines dinerarios y aparentemente apartados de la vida política.

    ResponderEliminar