Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 30 de abril de 2010

Triunfadores universales

La historia de la Humanidad siempre ha estado repleta de personajes que, dentro de sus dedicaciones, sus habilidades, su especialidad o su empeño han destacado sobre todos los demás. El trabajo de cada uno de ellos, dentro de sus respectivos campos, ha sido excepcional porque su labor y su entrega, y la difusión y el conocimiento de los resultados de los mismos han sido y son vitales para el desarrollo y la evolución del planeta. Todos ellos, los que han realizado su gran o pequeña aportación para mejorar cualquiera de los diferentes aspectos que componen la vida humana son triunfadores, porque han logrado el reconocimiento de los demás, y sus esfuerzos repercuten, de un modo u otro, en el resto de la sociedad que les acoge. Desde el descubridor de la rueda a los pensadores, científicos y creadores de todos los tiempos capaces de aportar una idea novedosa y positiva del desarrollo social, son triunfadores.

Con un planeta cada vez más convertido en la “aldea global” propugnada por el pensador canadiense Marshall Mcluhan en la década de los 60 gracias a la evolución de las tecnologías de la información, en estos momentos, casi todo lo que sucede en el mundo se conoce rápidamente es esa pequeña aldea a la que, los sistemas de difusión y comunicación, han reducido al globo terráqueo. Tener más acceso a la información real y actualizada, conocer los avances, las mejoras, las nuevas técnicas, las tendencias,… y ponerlas en común, repercute en una evolución más acelerada del progreso y de todo cuanto le acompaña.

La revolución de la información y su instantaneidad también han facilitado la diversificación del conocimiento abriéndose los campos de investigación y de creación hasta el infinito. A más variedad de conocimientos y creaciones, más promoción de los mismos, con la posibilidad de estudiar los matices cada vez más minuciosamente.

El motor de la evolución histórica, el ansia de conocimiento; con su acelerador al máximo, la difusión del mismo. El añadido de que ese conocimiento, en muchos casos, provoca las mejores condiciones de vida del ser humano, iniciaba el bucle infrenable de la evolución en la que nos encontramos. Lastima que en esta promoción también se potencien aspectos tan materialistas como el dinero y las riquezas, y con ellos el egoísmo y la falta de humanidad; pero nos ocuparemos sólo de los positivos.

La invención de la imprenta en el siglo XV supuso una revolución para el conocimiento y la difusión de la información. El conocimiento, la sabiduría, podían perpetuarse y difundirse más fácilmente. La informática e Internet son la revolución definitiva. Los campos del conocimiento y la creación se han multiplicado, y con ellos los triunfadores en las diferentes facetas, y también que se les conozca más. Hay triunfadores en la investigación: medicina, química, tecnología,…; en arte: música, cine, literatura,…; en deporte: baloncesto, tenis, motor,…

La universalización de los conocimientos y la creación también conlleva la de sus triunfadores, y, como no, la adorada categorización de su triunfo. En la cúspide de los triunfadores, se encuentra el mejor del mundo. Con las limitaciones de quienes toman la decisión, se puede aceptar que ser considerado el campeón del mundo en algo es ser un triunfador universal, porque se te conoce en todo el planeta.

De entre todos estos triunfadores universales, por la materia de la que se trata, ya que toda la humanidad la aprecia, porque mezcla tradición, creación, investigación e imaginación y porque la practican todas las culturas del mundo y está al alcance de cualquiera poder hacerla, y por muchas cosas más,

el que me parece más meritorio es el de Ferrán Adrià. El alma de El Bulli no ha logrado que su restaurante sea este año el mejor del mundo. Ni falta que le hace. Ya lo ha sido en los cuatro últimos años, además de en 2002 y para rematar ha sido coronado como chef de la década.

Todo ello avala su categoría como triunfador universal. Además, Adrià, transmite ese aire de ser humano, sencillo, nada presuntuoso, respetuoso, sereno, amigo de sus amigos, amante de su trabajo,... todo un triunfador en su vida personal también.

Llegar a ser un triunfador universal como Ferrán Adrià es difícil, aunque no estaría de menos dedicarnos a mejorar nuestra cocina y nuestra alimentación o que empleemos algo más de tiempo a eso que nos gusta o se nos da bien para tratar de triunfar, pero en cualquier caso, mira a tu alrededor, tus amigos, tu familia, tus compañeros, tus relaciones,…y después mira en tu interior. Todo eso es el universo en el que te mueves y te has movido, y amplías con cada nueva experiencia. Haz que todo él sea sereno y tranquilo, que tus relaciones sean lo más satisfactorias posibles, y tu también serás un triunfador universal.

viernes, 23 de abril de 2010

Los nuevos esclavos

El sometimiento del hombre por el hombre, la esclavitud, es una práctica que se ha empleado en muchas sociedades del mundo desde la antigüedad más remota. Los griegos, los romanos y numerosas culturas del planeta, tanto africanas, como asiáticas o americanas, contemplaban la figura del esclavo dentro de sus sociedades. Con más o menos derechos, e incluso sin ninguno, vivían los esclavos explotados por sus dueños perpetuándose así una de las mayores vergüenzas de la humanidad: la vejación y privación de libertad del ser humano por la fuerza sometiéndole a la voluntad de otro hombre y despojándole de sus derechos hasta llegar al extremo de reducirles a la categoría de animales o “cosas” en muchas ocasiones.

Con el descubrimiento de América la necesidad de explorar y explotar las nuevas tierras supuso una masiva esclavización de las zonas conquistadas y de un elevado número de pobladores africanos, que eran arrancados de su hábitat natural por los “negreros” europeos y posteriormente vendidos como esclavos en “el nuevo mundo”. No hay cifras exactas sobre a cuantos africanos afectó la trata de negros, de tal modo que las cifras bailan entre los diez millones de los más optimistas a los cien millones de los más pesimistas. Cualquiera de las cifras supuso una gran convulsión para al menos dos continentes y su desarrollo, y aún ahora está pagando por ello. No hay más que ver como está Haití, uno de los primeros países de esclavos que se independizó. Después del terremoto está fatal, pero antes no estaba mucho mejor y era uno de los países más pobres del mundo.

Afortunadamente las evoluciones sociales, la ampliación de los derechos humanos y la concienciación ideológica y política, no sin las respectivas revueltas y presiones de los esclavos, llevaron a la progresiva disminución de la esclavitud hasta su completa abolición a mediados del siglo XX, concretamente con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y por una posterior Convención de 1956, ambas proclamadas por la ONU, en las que se prohibía la práctica de la esclavitud y reclamaba su abolición, aunque no todo es tan bonito como pudiera parecer.

La abolición de la esclavitud ha sido simplemente a nivel de derecho, porque de facto se sigue practicando bajo formas muy variadas: servidumbre por deudas, trabajos forzados de niños y adultos, la explotación sexual de mujeres y menores, el comercio de seres humanos y los matrimonios forzosos son algunos modos de esclavitud encubiertos que se producen en la actualidad.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hace tan sólo ocho años, 245 millones de niños trabajaban, y 1,2 millones eran víctimas de trata. Las carreteras españolas están llenas de mujeres y niñas que ejercen la prostitución, muchas de ellas obligadas a ello por las mafias que controlan la trata de mujeres. Eso, aquí mismo, en un país supuestamente desarrollado… ¿Cómo no llegará a ser en los que supuestamente no lo son tanto?

Es innegable que, aunque aún queda demasiado por solucionar, la raza humana ha evolucionado mucho en la supresión de la esclavitud. En ello ha influido notablemente la implantación de los sistemas de producción capitalistas. La progresiva mecanización de los procesos de trabajo ha dulcificado mucho el esfuerzo de la mano de obra humana. Cada vez se necesitan menos esclavos para realizar los trabajos penosos porque hay más máquinas para hacerlo, o bien se necesita una habilidad especial para poder ejecutar la labor y eso exige una formación que se ha de pagar, no sirven los esclavos.

Mecanizar los procesos productivos ha permitido minimizar el esfuerzo físico del trabajo humano y potenciar su formación, lo que reduce la posibilidad de esclavitud, pero también multiplicar la producción, y aquí entran nuevos riesgos que nos amenazan. La producción ilimitada que propugna el capitalismo, además de llevar a un agotamiento de los recursos, a no ser que se logre un crecimiento sostenible basado en el reciclaje de la materia prima y al logro de una energía limpia y reciclable plena, también conlleva un consumo ilimitado. Y es aquí donde surge un nuevo modo de esclavitud. Una retorcida esclavitud a la que nos trata de llevar el sistema de producción capitalista ya que es una esclavitud tan inconsciente, que se ha convertido en voluntaria: el consumismo.

No hay más que mirar los tumultos que se forman en los grandes almacenes con los inicios de las rebajas. Desde pequeñitos nos preparan para consumir: juguetes, ropa, electrónica, coches, pisos, casas, lujo, exclusividad, imagen,… Hay que consumir todo lo que la industria es capaz de producir. Para ello es necesario dinero, y para tener dinero hay que trabajar (bueno, excepto algunos que saben obtenerlo de otros modos menos claros), y el trabajo exige tiempo, y el tiempo para hacer lo que tú mismo deseas es la libertad. Lo contrario, es esclavitud. Los nuevos esclavos son quienes consumen tanto, y tan por encima de sus posibilidades que acaban por dedicar más tiempo a ganar dinero y al consumo que a vivir lo mejor que puedan, dentro de sus posibilidades, y sabiendo disfrutar y apreciar lo que tiene y, sobre todo, lo que es. De nosotros depende arriesgarnos a ser nuevos esclavos o no.

viernes, 16 de abril de 2010

Hombre rico, hombre pobre...

El devenir histórico ha entronado al capitalismo como el sistema social triunfante en el planeta. Eso conlleva muchas cosas, y de las que revoletean por mi mente, hay más negras y oscuras que blancas y puras. En cualquier caso, uno de los dioses más importantes que se adoran en el capitalismo, el dinero, es también el que marca el éxito en la vida de los que profesan esa ideología. Quien más tiene, más triunfa en el sistema.

Así, un hombre rico alcanza más rápido el reconocimiento social y la cúspide del cielo capitalista, mientras que un hombre pobre es ninguneado e incluso humillado por esa misma masa correligionaria. El primero disfruta de la vida, y el segundo se arrastra por ella. Es una de las máximas de esta materialista religión que nos quieren obligar a profesar: para disfrutar de la vida tienes que ser rico, tener dinero para comprar todo cuanto puedas. Si eres pobre, no podrás comprar nada y, por lo tanto, tampoco podrás disfrutar de la vida.

El objetivo de tener dinero es tan poderoso que, en la manera más salvaje y extrema del capitalismo, ni tan siquiera tiene importancia el modo de obtenerlo. “El fin justifica los medios”, la maquiavélica frase adquiere todo su significado. El dinero lo justifica todo: explotación, guerras, miseria,…

Y eso se da a todos los niveles. Cada uno es su estatus, su posición o su profesión intenta mejorar, ganar más dinero, vivir esa vida consumista de los placeres que promete la religión capitalista.

Una exitosa serie televisiva de los años setenta, “Hombre rico, hombre pobre”, protagonizada por Peter Strauss y Nick Nolte en los papeles de dos hermanos cuyos destinos habían sido muy distintos, repasaba las miserias y grandezas de sus vidas, uno rico, y el otro pobre.

Muchas veces en la realidad sucede como en aquella serie. Quien vive en la riqueza triunfa, es reconocido y todos le quieren imitar a pesar de que el dinero también genere otro tipo de problemas, pero parece que compensa por la avidez de lujos y exclusividades por los que lucha la mayoría de la gente. Mientras tanto, quien es pobre fracasa estrepitosamente y vive una vida mísera, despreciable y casi delictiva, aunque en eso ambas vidas pueden confluir, eso sí, con delitos diferentes. La moraleja del telefilme también incluye que, aunque los orígenes fueran los mismos, los resultados fueron muy diferentes, un hermano tenía riquezas, y el otro no.

Esa posibilidad del sueño dorado de la riqueza que vende el capitalismo, ese “sueño americano” de ser rico y poderoso procedas de donde procedas está inculcada en nuestras mentes y así la lucha fraticida por triunfar, especialmente en temas pecuniarios, es habitual prácticamente en todas las vertientes y profesiones de la vida.

He aquí la curiosa historia de dos vidas que parten de orígenes diferentes, luego confluyen para dedicarse a lo mismo, en ambos casos parecen triunfar, pero hete aquí, misterios de la vida, uno acaba como un hombre rico, y el otro como un hombre pobre.

Uno estudió Economía y Empresariales en la universidad de Valencia y después accedió al cuerpo de inspectores de Hacienda (curiosamente como Aznar) y finalmente entró en un nuevo partido político en 1989. En sus estudios valencianos nuestro protagonista conoció a otro joven cartagenero de su misma edad, ambos nacieron en 1956, que estudió derecho en la universidad de Alicante y después también triunfó en la esfera política en el mismo partido.

El otro protagonista, nació en 1962 y cursó Derecho, curiosamente también en la universidad de Valencia y se introdujo en eso de la política dos años después que su compañero. El partido que les acogió a ambos, y el amigo del primero, fue, curiosamente, el mismo que copresidía Aznar desde 1989.

El primero se inició como Director General de Presupuestos de la Consellería de Economía y Hacienda balear, de la que ya en 1993 fue Conseller y en 1996 Presidente de la Comunidad. Cuatro años después fue llamado, con la curiosidad de que fue Aznar quien lo hizo, para ser ministro de Medio Ambiente, y en 2003 se presentó de nuevo a la Presidencia balear ganando por mayoría absoluta. Allí propició un fuerte realce de la economía insular, reivindicando esa condición isleña para lograr subvenciones y fondos de variadas procedencias, y basándose en el turismo, el ladrillo y la especulación; curiosamente como en el resto de este país donde, de manera curiosa, gobernaba Aznar. Por fin, en 2007, ganó las elecciones autonómicas, pero no pudo gobernar, así que decidió abandonar el mundo de la política para dedicarse a otras actividades, incorporándose al Grupo Barceló como comercial internacional en USA hasta 2009. A título de curiosidad, ya que estamos en ello, introduciré una breve referencia a la carrera política del amigo cartagenero de nuestro “hombre rico”. Su primer cargo importante fue la alcaldía de Benidorm, a la que llegó gracias al apoyo de una tránsfuga a una moción de censura. Ocupó el cargo de 1993 a 1995, fecha en la que accedió a la presidencia de la Generalitat valencia gracias a un pacto con Unión Valencia. En 1999 renovó su cargo por mayoría absoluta y allí permaneció hasta julio de 2002, cuando fue llamado por Aznar para el puesto de Ministro de Trabajo, y más tarde también como portavoz del gobierno. Con la entrada del PSOE al gobierno en 2004, pasó a ocupar el puesto de portavoz de la oposición, hasta que en 2008 dejó la política para dedicarse a otras actividades, y actualmente es delegado para Europa de la multinacional española Telefónica. A lo largo del camino se sabe que ambos amigos compartieron, al menos, mesa y mantel, vacaciones y partidos de pádel en numerosas ocasiones.

Nuestro segundo protagonista, el “hombre pobre” comenzó como concejal de tráfico en el Ayuntamiento de Valencia en 1991, a las órdenes de Rita Barberá. En 1997 fue nombrado consejero de Cultura y Educación de la Generalitat valenciana y en 1999 Secretario de Estado de Administraciones Territoriales en la primera legislatura de Aznar. En 2000 es reelegido como diputado y ocupa la vicepresidencia primera de la cámara y en abril de 2002 regresa a su comunidad, presidida por el amigo cartagenero de nuestro hombre rico, como delegado del gobierno. Tres meses después, al incorporarse el cartagenero al Ministerio de Trabajo, dejó la presidencia valenciana a alguien de su cuerda, pero sin embargo fue el segundo protagonista de esta historia quien desbancó al delfín elegido de la cabeza de la candidatura y se alzó con la victoria y la presidencia de la Generalitat valenciana en las elecciones de 2003, y con mayoría absoluta. Cuatro años después volvió a ganar, de nuevo por mayoría absoluta, y actualmente aún sigue presidiendo el gobierno autonómico valenciano. En esta escalada de poder fue arrinconando a todos los adeptos del cartagenero, lo que supuso grandes desencuentros entre ambos.

Después de analizar la evolución, a veces con cierto paralelismo, de las tribulaciones de nuestros protagonistas, es hora de desvelar algunas de las incógnitas de la historia.

Queda patente que ambos triunfaron dentro de la política española (como otros de los personajes citados), curiosamente dentro del mismo partido, y codeándose y coincidiendo con personas y circunstancias solapadas a veces.

Nuestro “hombre rico” dejó la política en 2007, como su colega cartagenero un año más tarde. Sus últimas cifras con el fisco señalan que gana 100.000 euros al año, pero según la fiscalía anticorrupción de las baleares posee un patrimonio cercano a los cuatro millones de euros, cifra más que importante incluso para un político de éxito. Quizás sea la humildad la que impide declarar todo cuanto posee, aunque el juez que sigue su caso opina que “se burla de los simples mortales”.

En cualquier caso nuestro “hombre rico”, Jaume Matas, ha triunfado en esa máxima capitalista de lograr dinero y vivir la vida consumista comprando y gastando a diestro y siniestro y con suntuosidad. En su gloriosa victoria hacia el esplendor capitalista sólo hay un pero: se le imputan varios delitos de corrupción y para librarse momentáneamente de la cárcel ha tenido que pagar una fianza de tres millones de euros. Tal vez alguien ha llevado el capitalismo a su máxima maquiavélica y el fin de obtener dinero ha justificado todos los medios para lograrlo, hasta los delictivos.

El “hombre pobre”, Francisco Camps, también ha triunfado en política, pero parece que no en cuanto al tema pecuniario porque después de tantos años en las altas esferas políticas únicamente declara tener una cuenta corriente con 900 euros, otra compartida con 1.400 euros, una vivienda a medias valorada en 110.000 euros, un plan de pensiones con 8.000 euros y un Saab 900 con quince años de antigüedad. Curioso que, de repente, un "hombre pobre" se convierta en un "pobre hombre". Lo es tanto que hasta le tienen que regalar los trajes, eso si, tienen que ser por lo menos de 600 euros. Será para que hagan juego con su coche declarado.

Del cartagenero amigo de Matas, Eduardo Zaplana, no se conoce si es rico o pobre, aunque ya en unas antiguas grabaciones de cuando sólo era concejal en Benidorm, afirmaba que necesitaba ganar mucho dinero para vivir. El libro “Zaplana, el brazo incorrupto del PP”, hace un repaso a su peculiar idiosincrasia y desvela muchas de sus interioridades.

Coincidentemente, los miembros de esta historia pertenecen al mismo partido. Seguramente bajo otras siglas se ocultan tramas similares, pero tal vez sus protagonistas sean más discretos en sus acciones y menos ostentosos en sus manifestaciones, y por eso permanecen más ocultas…de momento. En cualquier caso, ante las recientes declaraciones de un miembro del mismo partido, Javier Arenas, licenciado en Derecho, presidente del partido popular en Andalucía y Secretario General del mismo a nivel nacional entre 1999 y 2002, además haber sido Ministro de Trabajo, Administraciones Públicas, Presidencia y Vicepresidente Primero en los sucesivos gobiernos de Aznar, y colega del resto de protagonistas de esta historia, aseguraba en un acto de su partido que “a nosotros no nos gana nadie en honradez”, tal y como está el panorama habrá que ponerse en lo peor, porque en la política, como en todas las profesiones y aspectos de la vida, hay demasiados "hombres ricos" y "pobres hombres".

jueves, 8 de abril de 2010

¿Cual es tu opción?

La actual situación política de este país, y tal vez la de otros muchos, invita a pensar en que estado se encuentra la salud de nuestras democracias.

La evolución histórica del pensamiento político y de las diferentes formas de gobierno han encumbrado a la democracia, desde su surgimiento ateniense en el siglo V antes de Cristo, como la menos injusta manera de gobernar a las diferentes nacionalidades y países. Su adaptación a los evolutivos cambios sociales es incuestionable, y aparentemente siempre ha mantenido su esencia de “gobierno del pueblo” o “gobierno de la multitud”, o de “los más”, tratando de conferir a la mayor parte posible de la colectividad el poder de las decisiones.

Lo cierto es que, a pesar de su loable intención, esa pretensión de dotar a los ciudadanos de una herramienta que les hiciera depositarios del poder para regir sus propias vidas jamás ha sido demasiado efectiva y, de un modo u otro, siempre ha estado limitada a una parte reducida de la sociedad.

En grupos pequeños el sistema democrático podía considerarse más equitativo y justo ya que los individuos depositarios de ese poder tomaban directamente las decisiones. La limitación en esos casos venía dada porqué sólo eran considerados ciudadanos con derecho a decidir un pequeño grupo de la sociedad entre los que no tenían cabida, por ejemplo, los menos favorecidos, los esclavos o las mujeres. La igualdad entre los miembros del grupo era, por lo tanto, inexistente .

Con la aplicación del sistema a sociedades cada vez más numerosas se hizo necesaria la introducción de la democracia representativa, por la cual no se tomaban las decisiones directamente sino que se elegía a unos representantes que eran quienes decidían a través de la legitimidad que les confería la delegación, por medio del voto, de a quienes representaban. El gobierno del pueblo se iba diluyendo en unos elegidos. Además, aún continuaban siendo algunos quienes elegían. Las mujeres, por ejemplo, continuaban sin poder votar.

La democracia perfeccionaba esta parte de sus carencias incorporando mejoras sociales impulsadas por la evolución histórica. La abolición de la esclavitud, la aprobación de los Derechos Humanos, el sufragio universal,…ampliaron el número de ciudadanos con derecho a votar. La igualdad en cuanto a posesión de soberanía popular en cada individuo aumentaba hasta convertirse en perfecta en ese aspecto: todos son ciudadanos, todos los ciudadanos mayores de edad votan, y todos y cada uno de los votos valen lo mismo. Todos somos iguales. Democracia absoluta, igualdad absoluta, aunque con un poder muy diluido entre los numerosos ciudadanos: a mayor número de electores, menos valor absoluto tiene su voto.

Por el contrario los elegidos cada vez aglutinaban más poder y también aumentaban, aunque en número mucho menor que el de los electores. Eran muchos los que aportaban su granito de soberanía, que en su vertiente pecuniaria no dejaba de ser dinero, y pocos los que redistribuían esa soberanía o variante pecuniaria dineraria. El gobierno democrático, la administración democrática de un país simplemente es administrar desde, por y para el pueblo, y en todo aquello que concierne al pueblo, incluida la parte monetaria que al fin y al cabo es la que hace posible el resto financiándolos: educación, sanidad, justicia, seguridad,…

Así pues, unos pocos elegidos, aunque cada vez más, administraban el dinero y el poder soberano del creciente número de ciudadanos. A medida que aumentaban electores y elegidos, los últimos se organizaban entre ellos, a veces para defender sus intereses comunes, otras con el propósito de luchar por una ideología que les unía, y que en ocasiones podía ser positiva, y en otras no tanto. Surgen así los partidos políticos. La democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo comienza a desvirtuarse a medida que se incrementan los intereses de las agrupaciones políticas para lograr sus objetivos.

Lenta, pero progresivamente, quienes forman parte de los elegidos, la clase política, va seleccionando a aquellos que pueden ser más válidos para desempeñar las funciones que asumen. Encomiable y necesaria labor si se realiza con el criterio de buscar el bien común de a quienes se gobierna pero que, por desgracia y con demasiada frecuencia, desemboca en gestionar los propios intereses del grupo ideológico al que aglutina el partido.

La obligada selección de aquellos que van a formar parte de la estructura jerárquica del partido, de quienes van a optar a ocupar los cargos con mayor poder de decisión, esconde una trampa muy peligrosa para la democracia, porque ya no va a ser el pueblo quien les elija, sino que serán los propios partidos quienes lo hagan. El pueblo les podrá votar, pero en realidad no les elije. Únicamente tiene la opción de dar su confianza a alguien que previamente ha sido puesto en ese lugar por un partido. La situación se agrava aún más cuando los comicios, como es el caso de España, se realizan con listas cerradas. El votante únicamente puede elegir una candidatura ordenada según los criterios del partido bajo cuyas siglas se presenta. Quienes forman parte de ella, así como el orden que ocupan, se escapa al poder del ciudadano y sus decisiones están por lo tanto muy limitadas.

Aunque la mayor parte de los pensadores políticos pueden coincidir en que la democracia es una de las maneras menos malas para regir los destinos de los países y naciones. Ya a mediados del siglo XIX el teórico político francés, Alexis de Tocqueville, advertía que “un estado democrático de la sociedad, similar al de los americanos, puede ofrecer singulares facilidades para establecer el despotismo”, es decir, el gobierno de una o varias personas, estrechamente relacionadas, que gobiernan con poder absoluto.

El control de los partidos políticos en la elección de sus participantes puede potenciar esa estrecha relación entre quienes van a gobernar y la defensa de sus propios intereses.

El historiador británico Eric Hobsbawm fue aún más crítico y defendía que, en general, la democracia se usa para justificar las estructuras existentes de clase y poder. “Ustedes son el pueblo y su soberanía consiste en tener elecciones cada cuatro o seis años. Y eso significa que nosotros, el gobierno, somos legítimos aún para quienes no nos votaron. Hasta la próxima elección no es mucho lo que pueden hacer por si mismos. Entretanto, nosotros os gobernamos porque representamos al pueblo y lo que hacemos es para bien de la nación…”, afirmaba. Para Hobsbawn la esencia de la democracia es que el gobierno tiene que tomar en cuenta lo que el pueblo quiere y no quiere, aunque añadía que el gobierno representativo no es muy eficaz para ello y que, en realidad no hay ningún mecanismo que lo pueda hacer, aunque en ocasiones la prensa o los movimientos directos son más efectivos.

Con todo, la evolución de la democracia se ha visto mejorada en unos aspectos, especialmente en cuanto a la igualdad de quienes eligen, y también en otros como la justicia social que pudo alcanzar sus máximas cotas con la socialdemocracia; pero desvirtuada brutalmente en otros, básicamente en lo que afecta a quienes pueden resultar elegidos. Las pruebas son patentes, al menos en este país. Las crecientes tramas de oscuras intenciones con las que se enriquecen políticos y se financian sus partidos ocupan páginas de prensa e investigaciones judiciales ante la pasividad de quienes les amparan. El caso Matas o el caso Gürtel pueden ser sólo la punta de un gigantesco iceberg de corrupción amparado en el corporativismo y los intereses particulares de una clase política que se ha olvidado que inicialmente procedió del pueblo y gobernó, o eso decían, por y para el pueblo.

Ese círculo cerrado que han creado los políticos y sus partidos, en el que es muy complicado que tengan que rendir cuentas, sino a sus propios compañeros, les acaba absolviendo prácticamente de todo. Hay quienes, como Roldán, han robado cuanto han podido y mentido aún más. La justicia, esa que actúa cuando se lo permiten, juzga algunas irregularidades, pero es del todo insuficiente. Roldán ha cumplido penas por algunos de sus delitos, pero ya está en la calle, y del dinero que se llevó no se sabe nada. Matas ha pagado su fianza para evitar inicialmente la cárcel probablemente con mucho del dinero que ha sustraído previamente. El caso Gürtel no se sabe en que acabará, pero de momento los políticos del partido afectado han dejado patente a través de sus actuaciones, que les interesa más la impunidad de las actuaciones ilegales, bien a través de defectos de forma en el procedimiento o de lo que sea, que en castigar a los culpables y evitar que esas actuaciones se repitan. Evidentemente, no todos los políticos son iguales, pero en muchas ocasiones simplemente el silencio ante actuaciones no demasiado claras permite que éstas se repitan e incluso se perpetúen, y ahí la responsabilidad es de todos ellos.

Queda clara pues la cerrada estructura de lo que se puede considerar una nueva y elitista clase política en la que ellos mismos son únicamente quienes deciden quien puede pertenecer a ella y quien no. Esto es una clara degeneración de la democracia porque, a pesar de que es el pueblo quien elige, no es el pueblo quien decide a quien se elige, y es ahí donde se desvirtúa y degenera para conformar nuevas formas de gobierno ocultas tras el velo democrático.

Así, del gobierno del pueblo, se ha pasado a una profesionalización de la política que limita ese poder a unos pocos, a los que cuentan con el respaldo del partido. Eso tiene un nombre, lo complicado es saber cual es exactamente, y es aquí donde solicito vuestra ayuda y conocer vuestra opinión. Analizando la situación actual de este país, y de otros muchos, trataremos de encontrar la forma de gobierno que les rige, aunque de todas las posibles, sólo se plantean cinco. Del mismo modo, tú puedes aportar la tuya.

A-Democracia: a pesar de todo, los actuales sistemas democráticos siguen siendo el gobierno del pueblo, por el pueblo o para el pueblo.

B-Partitocracia: los partidos políticos, el instrumento para organizar a los elegidos y poder desarrollarse la democracia, se apropia de la idea y el poder, y desvirtúa las intenciones originales, sirviendo más a los intereses de los partidos que a los generales.

C-Oclocracia: para algunos autores, la supuesta ignorancia de la ciudadanía en asuntos sociales y de estado y la demagogia política pueden provocar la manipulación del electorado. Otros pensadores, como Rousseau, creen que la oclocracia es la degeneración de la democracia cuando sus propios vicios provocan que se defiendan los intereses de algunos en lugar de la Voluntad General.

D-Oligarquía: el poder supremo está en manos de unos pocos. Originariamente esos pocos eran quienes atesoraban más dinero, riquezas, tierras y poder. Ahora, evidentemente no sería así, pero tampoco se puede negar que los políticos han formado un grupo cerrado al que pueden acceder unos pocos.

E-Cleptocracia: Sistema de gobierno basado en la corrupción y variantes como el nepotismo (amiguismo y enchufismo en el reparto de los cargos) o el clientelismo político (intercambios de favores entre políticos y partidos); quedando estos delitos impunes porque todo el sistema está corrompido. De momento parece que algunos jueces están evitando esta degeneración, no así la clase política que potencia la progresiva politización de las altas esferas judiciales eligiendo y pactando quienes serán sus miembros.

No incluyo la opción de la Aristocracia, originariamente “gobierno de los mejores” haciendo referencia a las facetas de la sabiduría e inteligencia (aunque posteriormente degeneró en aspectos como el linaje o la riqueza). Comparto el pensamiento de Aristóteles de considerar esta forma de gobierno como la mejor de todas, si bien habría que matizar los modos de decidir quienes son los mejores. En cualquier caso creo que nuestros políticos no son “los mejores” en cuanto a intelectualidad, y por eso no es aplicable esa forma de gobierno.

Ahora reflexionemos, y, a la vista de cuanto te rodea y afecta, ¿cual es tu opción?