Deleitarse con la simplicidad infinitamente rica de
reflexiones y matices de una viñeta de Forges siempre nos procuraba una
sonrisa, que aunque a veces pudiera ser amarga, siempre era didáctica y una inmensa
lección sobre las miserias y grandezas de la existencia humana, pero escuchar
el sereno y amable discurso de su amena conversación era ahondar en las estructuras
de su genial sabiduría, que llegó a forjar un nuevo modo de inventar palabras y
expresiones, pues todo el mundo se ha comido un bocata o admirado un muslamen.
El pasado 22 de febrero Antonio Fraguas de Pablo, recién
cumplidos apenas cinco semanas antes los 76 años, nos dejó huérfanos de las
necesarias sonrisas, pensamientos y reflexiones que nos procuraban el humor de
este medio gallego, medio catalán, nacido por accidente en Madrid y sempiterno
seguidor del Atletic de Bilbao. Repasar su excelsa y extensa obra sería
prolijo, y resaltar algo entre ella casi imposible dada su compacta genialidad
que ya, hace la friolera de más de 40 años, le hizo protagonista de la canción
compuesta por Luis Eduardo Aute que se reproduce a continuación como merecido
homenaje:
Como sucede casi siempre que muere alguien trascendente en
nuestra sociedad, el grueso de la misma, incluidos poderes públicos e
institucionales, se vuelca en alabar las bondades del finado. Creo que en este
caso las muestras de pesar, agradecimiento y reconocimiento generalizado son
más sinceras que nunca, pues su peculiar visión de la actualidad caló en casi todo
el mundo; pero, como siempre, queda la duda de la veracidad de los sentimientos
de algunos políticos, hipócrita profesión de veleidades ideológicas variables
con los vientos del poder, pues muchos de los que lamentaban su muerte eran parcialmente
culpables de amargarle los últimos años de su vida. Recordemos que Hacienda le
reclamaba los últimos cuatro años de su pensión en base a la incompatibilidad
entre percibir ésta y los derechos de autor, legislación que fue agravada por
los decretos peperos para tratar de impedir a los creadores a continuar
pensando y que provocó la formación de la plataforma “Seguir creando” en la que
participó muy activamente.
Sirva como humilde reconocimiento el recordatorio de esta
frase suya:
La violencia es miedo
de las ideas de los demás y poca fe en las propias.
El PP esconde esa violencia, ese miedo, en ampararse en la
legalidad de unas normas que amolda a sus intereses, y abraza si le son
favorables, pero denuesta si no lo son, todo ello con un sistema judicial
altamente politizado. Se trata de acallar cualquier voz crítica con sus ocultas
corruptelas y detestables bajezas, impidiendo pensar, sea arrebatando
pensiones, encerrando en la cárcel o multando.