Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Café para todos

El más paradigmático y popular uso de la expresión “café para todos” se dio en la Transición Española del franquismo a la democracia. Catalunya, Euskadi y Galicia ya habían obtenido anteriormente a la instauración de la dictadura reconocimientos a las peculiaridades históricas, sociales y culturales de sus territorios y reivindicaban recuperarlos e incrementarlos. Para evitar enfrentamientos y tratar de lograr un consenso entre las diferentes fuerzas políticas se estableció esa iniciativa del café para todos por la que todas las regiones y nacionalidades podrían aspirar a ser autónomas. Aunque la calidad del café no fue para todos igual, su reparto permitió que surgieran las diecisiete comunidades autónomas actuales y a partir de ahí las reivindicaciones en cuanto a competencias y autodeterminación siguen ocupando un lugar destacado en la España actual y son origen de múltiples enfrentamientos políticos en nuestro país.
Así, en lugar de ser la solución buscada, aquel café para todos parece haber creado nuevos problemas e incluso puede que, económicamente, la creación de tantos nuevos gobiernos autónomos, con la proliferación de puestos de poder y políticos, ha supuesto un notable lastre para el estado de las arcas públicas y otros efectos negativos para los ciudadanos.
La formula del café para todos es utilizada a veces por los representantes públicos, especialmente para evitar tensiones y contentar el máximo posible de administrados y a sus representantes. Zapatero, a pesar de no tener demasiado claro el precio de un café y afirmando que costaría unos 80 céntimos, en respuesta a una pregunta que se le formuló en un programa televisivo, ha utilizado esa táctica en varias ocasiones pretendiendo disfrazarla como política social. Lo hizo con el famoso cheque bebé, que instauró en julio de 2007 y desaparecerá con este año, por el que los padres que tenían o adoptaban un hijo cobraban 2.500 euros. Más que medida social, era café para todos, porque todos cobraban la misma cantidad independientemente de su nivel de ingresos o capacidades patrimoniales.
La medida, el café, ha costado unos 2.500 millones de euros en total. Pero quizás más grave, y más café para todos en lugar de favorecer a quien realmente lo necesitaba más, fue la extraña maniobra preelectoral de prometer la devolución de 400 euros en la declaración del IRPF a 13,5 millones de trabajadores y pensionistas. De nuevo ese café generalizado, con un coste de 5.500 millones de euros, no tuvo en cuenta en absoluto la situación económica particular de sus beneficiarios y pagó por igual a ricos y pobres.
Ahora el gobierno de Zapatero pretende instaurar un novedoso y más universalizado café para todos:




La diferencia es que ahora quieren que además paguemos el café nosotros y que todos lo tomemos. Tal como dijo el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, la subida de la luz en casi un 10 por ciento, es para el gobierno tan escasa que sólo representará al mes por persona, incluyendo niños, poco más que lo que cuesta un café en el lugar donde lo toma Sebastián, 1,7 euros. Tan dulcificado cálculo, aunque con un precio más cercano a la realidad del que imaginó Zapatero, se realiza teniendo en cuenta que en España hay más de catorce millones de hogares, y que en cada hogar hay una media cercana a las tres personas.
Sin pretender minimizar nada, sería más fácil decir que ese café para todos, pero que esta vez debemos pagar directamente los ciudadanos en la factura de la luz, supone más de 71 millones de euros al mes para las eléctricas, según otro modo de ver los cálculos del propio ministro.
Eso sí, para compensar, nuestro dadivoso gobierno, a parte de congelar pensiones, mantener privilegiadamente las de diputados y senadores, bajar el sueldo a los funcionarios o elevar notablemente los impuestos indirectos, ha decidido incrementar el salario mínimo interprofesional 8,2 euros hasta alcanzar los 641,40 euros al mes, unos cinco cafés más que antes, aunque dada la certeza de tener que gastarlo en el recibo de la luz y que si te lo tomas en un bar tampoco va a poder fumar después de saborearlo, parece que lo que más puede lograr el gobierno es cerrar los bares, aunque para ello tal vez aleguen que desean velar para que nuestra salud no se vea afectada por nicotina o cafeína.
El problema es de donde debemos recortar el presupuesto aquellos a los que no nos guste el café, o peor aún, los que no tienen ni para tomarlo.

Feliz año 2011 y gracias por leer el blog

jueves, 23 de diciembre de 2010

Entre sietes

La presencia del número siete en nuestras vidas es indiscutible: siete son los días de la semana, los colores del arcoíris, las notas musicales, los sacramentos, los pecados capitales,… y hasta las supuestas vidas de un gato. El siete es, históricamente, un número místico y mágico que incluso en la biblia es considerado un número perfecto.
El presidente del gobierno español está decidido a introducir el dígito mágico en la edad de jubilación en este país, pasando de 65 a 67 años. De este modo nos hará un siete en el retal de nuestras esperanzas para alcanzar una pensión; y el siete será aún más grande de tomarse en cuenta las recomendaciones de la Organización para la cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que opina que en España ese siete debería juntarse a un cero para alcanzar los 70 años.
La redonda cifra ya fue propuesta como edad ideal para la jubilación por Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorro, curiosamente organización de un sector, el bancario, muy favorecido por las aportaciones gubernamentales para paliar la crisis, y donde más prejubilaciones cercanas a los 55 años se producen. Así, mientras propugnan incrementar la edad de jubilación de los demás, reducen costes e incrementan beneficios prejubilando a sus empleados, tal vez con el propio dinero público que se les ha inyectado.
Pero quizás el siete más sangrante es el que afecta a nuestros diputados y senadores. Desde 2007, con tan sólo siete años en el cargo, entre otras prebendas, pueden alcanzar el 80 por ciento de la pensión máxima, y con once, el cien por cien. La medida fue aprobada el 11 de julio de 2006 en una reunión conjunta de las Mesas del Congreso y el Senado y con el consenso de los partidos mayoritarios, PSOE y PP, que para lo único que parece que se ponen de acuerdo es para cobrar más.
La justificación de este blindaje jubilar fue equiparar los privilegios a los de los políticos europeos, porque sólo esta casta puede tener derechos similares a nuestros vecinos, mientras el resto de los ciudadanos tenemos que apretarnos el cinturón. Rosa Díez, diputada por Unión, Progreso y Democracia (UPD), denunció esa situación ante las mesas de ambas cámaras el pasado mes de abril y posteriormente en dos ocasiones más, pero hasta ahora la respuesta de ambas ha sido nula, o sea que nuestros políticos siguen con su escaso siete para poder jubilarse holgadamente.
Los políticos dicen que la denuncia es demagógica, y tal vez pudiera serlo porque al fin y al cabo Rosa Díez colecciona privilegios de la clase política, pero lo indiscutible es que las prebendas para la jubilación son reales.
A parte de eso, alegan que un porcentaje muy bajo de ex parlamentarios han hecho uso de ese privilegio.
Las divergencias sobre la naturaleza y existencia del derecho de pernada, por el que los señores feudales podían beneficiarse a la doncella recién casada con un siervo suyo, no restan ni un ápice de obscenidad, servilismo y humillación al contenido de ese derecho, se aplicara o no. Lo mismo sucede con el obsceno privilegio de nuestros políticos, como con otros muchos de los que atesoran, de poder jubilarse con el ochenta por ciento de la pensión máxima tan sólo con siete años en el cargo, mientras nuestro siete nos lo quieren colocar en el 67 ó 70 de la edad de jubilación. Una vez más parece que lo que realmente pretenden es ultrajarnos lo que vulgarmente se conoce como siete en algunos países sudamericanos como Argentina, Colombia o Cuba, y que no es otra cosa que el “orificio en que remata el conducto digestivo y por el cual se expele el excremento”.

lunes, 13 de diciembre de 2010

"Insostenibilidad" relativa

Mientras los medios de difusión llenaban la mayor parte de sus espacios con las consecuencias de la huelga ilegal de los controladores aéreos provocada en parte por algunas de las medidas aprobadas por el gobierno el pasado 3 de diciembre, el resto de las decisiones adoptadas se eclipsaban, a pesar de su trascendencia, hasta casi desaparecer.
Entre ellas, la disminución de algunos impuestos a las pequeñas y medianas empresas y la posibilidad de privatizar parcialmente los aeropuertos (evidentemente los que generan beneficios) y las loterías del Estado amplían las posibilidades al capital y a los empresarios de incrementar sus jugosos negocios y márgenes de beneficios. Son unos pocos, los de casi siempre, los más beneficiados.
Por el contrario el fin a la ayuda de 426 euros para los parados de larga duración a partir del uno de febrero, lo que también significa el último paso atrás de los escasos avances socio-económicos para los más desfavorecidos puestos en marcha por los gobiernos de Zapatero, supone un varapalo más para los de siempre, los más desfavorecidos, los trabajadores en paro.
Así mientras se vuelven a reducir los impuestos a los empresarios y se abren nuevas vías de negocio para el capital privado, se deja sin ninguna prestación a los parados de larga duración dinamitando una medida de protección social más.
Ya dijo el expresidentes José María Aznar el pasado 5 de diciembre en Estados Unidos y lo había vaticinado el ministro de Fomento José Blanco meses antes: “el estado de bienestar es insostenible”. Y así, paso a paso, lo van derribando recortando prestaciones sociales, mientras se alisa el camino a la empresa y al capital privado para incrementar sus beneficios a costa de todos.
La doble estrategia es evidente: continuar con la privatización de empresas y servicios rentables y aligerar las cargas impositivas a capital y empresas.
El primer aspecto supone una inyección inmediata de liquidez para el Estado pero una pérdida de patrimonio y de ingresos a medio y largo plazo, además de un coste añadido para los usuarios ya que lo que primará será el negocio, y en base a él se cobrarán los productos y servicios.
El segundo punto disminuye progresivamente los impuestos a las empresas, lo que amplía aún más sus beneficios y perpetúa la tendencia a incrementar las diferencias entre los más ricos y los más pobres, y es el que más incide en la supresión del estado de bienestar porque al fin y al cabo, los acaudalados no lo necesitan.
La tendencia es imparable y aboca a la desaparición del estado de bienestar y a incrementar las diferencias económicas entre ricos y pobres. Los primeros ven reducidos progresivamente sus impuestos directos e incrementados sus beneficios bajo la excusa de facilitar la creación de empleo, sin importar si es precario o si los trabajadores pierden sus derechos.
Para compensar la pérdida de ingresos, el Estado aumenta otros impuestos, generalmente indirectos, y por lo tanto no equitativos, y así lo hizo el gobierno Zapatero al subir un 24 por ciento el impuesto al tabaco, como ya lo había hecho el pasado año con el de los carburantes y el propio tabaco y repitió el pasado 1 de julio con el incremento del IVA. Esta actitud ignora dos de los cinco principios del sistema tributario español: el principio de capacidad económica y el de progresividad, que exigen que pague más quien más tiene y que el incremento sea progresivo.
Los políticos están haciendo la labor que les exige el capital y la empresa. Facilitar aún más el enriquecimiento de los más ricos, a costa de los más pobres.
Es sencillo. Disminuyen progresivamente los impuestos directos, los más ricos se benefician y a ti te hacen creer que tienes más dinero del real para facilitar que consumas, que al fin y al cabo es lo que enriquece y perpetúa al capitalismo, hasta esclavizarte a ello, si es posible. Los impuestos que penalizan al consumo y que tu pagas no se emplean en un “insostenible” Estado de Bienestar, sino en unas infraestructuras y servicios que permiten a los políticos ciertos mangoneos y que supuestamente son para beneficio social, pero que a su debido tiempo se privatizarán generando nuevos beneficios a las empresas y el capital, que precisamente, financian a los partidos políticos. El tridente está cerrado. Son los únicos con derechos y privilegios “sostenibles”, el resto, incluidos los controladores aéreos, a quienes los propios políticos situaron donde están, es “insostenible”, como el morro de todos aquellos que hablan de “insostenibilidad” desde el privilegio de sus posiciones, eso sí, disfrazadas de democracia y legalidad.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Urnas y pelotas


Las últimas elecciones autonómicas catalanas han dejado patente la estrecha relación existente entre política y fútbol, al menos en este país. La prueba más evidente de ese vínculo es que se tuvo que cambiar la fecha del clásico futbolístico Barça-R. Madrid para que no coincidiera con los comicios electorales del nuevo Parlament Catalá y no fue el único evento deportivo que cambió su fecha a causa de las elecciones, ni la única vez que ha sucedido así, más bien es una práctica habitual para evitar que pelotas y urnas coincidan.
El domingo más de tres millones de catalanes, apenas el sesenta por ciento de los censados, acudieron a las urnas para despedir al anterior gobierno tripartito y coronar a Convergencia i Unió en el nuevo; el lunes alrededor de cien mil, poco más del 3 por ciento del censo, visitaron el Camp Nou para ver como la pelota del partido Barça-R. Madrid se colaba hasta en cinco ocasiones en la portería de los segundos.
Desconozco si el motivo para cambiar el día del partido fue que los organizadores temieran no llenar el estadio (lo dudo con una audiencia televisiva mundial estimada en 400 millones de espectadores) o a los políticos les preocupara más la posibilidad de que el tres por ciento de los electores no pudieran votar por ir al espectáculo. Supongo que no, porque tampoco parece preocuparles demasiado el cuarenta por ciento de una abstención provocada en gran parte por el hastío y la desilusión que los políticos han provocado entre los electores con una actitud y comportamientos que parecen no hacer demasiado para enmendar.
Además, para votar había once horas, todas ellas anteriores al horario del partido, por lo que, para quien quisiera votar, no era demasiado difícil poder hacerlo, y eso sin tener en cuenta la posibilidad del voto por correo. Los únicos que tenían imposible acudir al estadio eran los miembros de las mesas electorales y todos aquellos implicados de un modo u otro en el proceso, incluidos los propios candidatos, que por cierto, en algunos casos sí acudieron a ver el encuentro y no podrían haberlo hecho de haber coincidido los dos eventos.
En lo meramente competitivo, y tras el inevitable circo electoral que precede a todo comicio, el triunfador en las urnas fue CiU, mientras el PP y el expresidente azulgrana Joan Laporta obtuvieron buenos resultados. Los perdedores PSC, ER e IC, en alguno de los casos lo reconocieron, cosa inhabitual. En ese refrito de tendencias ganó claramente el catalanismo moderado, aunque también subió el españolismo radical frente al varapalo que se llevaron los socialistas, en presagio de lo que sucederá en Madrid, y sus socios de gobierno.



La competición deportiva, desgraciadamente no siempre acompañada por el espectáculo, nos brindó una exhibición barcelonista con cinco goles y un juego vistoso que dominó por completo al Real Madrid.
El triunfo en los deportes supone el reconocimiento del potencial y la supremacía de los vencedores, por eso son tan importantes dentro de la identidad cultural y social, tanto de países como naciones, ciudades o pueblos. Ganar en una competición deportiva a un vecino, rival o enemigo siempre ha sido motivo de orgullo directamente proporcional al grado de rivalidad o enemistad. El Barça-R. Madrid, o al revés, tiene mucha. Esos partidos representan un enfrentamiento deportivo entre Cataluña y España, simbolizando durante décadas la lucha catalana contra la opresión franquista, y ahora la batalla tal vez sea contra el centralismo español, además de la propia rivalidad extrema entre ambos equipos, aliñada con el extra de la presencia de Mourinho en el banquillo merengue. El entrenador portugués no sólo es variablemente odiado por la afición azulgrana, sino que además representa un concepto de fútbol muy diferente al que propugna Guardiola, del mismo modo que el equipo madrileño basa su potencial más en los fichajes multimillonarios que en la formación de la cantera que ha encumbrado al conjunto catalán.
Con la victoria del Barça, triunfó el fútbol. Salvando las distancias, sucedió como en la final del mundial. El Barça fue España y el Real Madrid, Holanda. Hubo contundencia en ambos partidos; en uno en el marcador, en el otro sobre el terreno de juego, y en ambos ganó el fútbol.



Curiosamente nueve de los once jugadores españoles titulares de la final del mundial fueron titulares con sus respectivos equipos el pasado lunes, siete en las filas del Barça y dos en las del Madrid. El 11 de julio, once españoles derrotaron a once contundentes holandeses, el 29 de noviembre cinco catalanes, tres españoles y tres extranjeros (nueve de ellos, además de el entrenador, canteranos) derrotaron contundentemente a un equipo con tres españoles y ocho estrellas extranjeras unidas a golpe de talonario y sólo un jugador formado en el club.
En este aspecto la globalización capitalista del planeta parece desvirtuar la esencia de viejas rencillas, al menos en lo que se refiere a sus protagonistas, ya que aunque el Barça tiene una nutrida representación de catalanes, en el Madrid la presencia de españoles es escasa y ha plagado su ejercito deportivo de mercenarios.
Esa si es una clara diferencia entre las urnas y las pelotas, al menos de momento. En el deporte, las mejores estrellas, sean de la nacionalidad que sean, pueden defender cualquier color si se les paga lo suficiente; en política, a pesar de que se les paga más que suficiente, tenemos que conformarnos con los del propio país aunque sean mediocres.
Más allá de ese matiz diferenciador, hay otras semejanzas.
En lo económico ambas vertientes, urnas y pelotas, también presentan coincidencias. Los dos generan grandes dispendios. En plena época de crisis los presupuestos de ambos clubs deportivos rondan los 400 millones de euros y son capaces de pagar 90 millones de euros por un jugador. Esos son los dispendios de las pelotas. Los de las urnas se pueden resumir en los 12 millones de euros que se gastaron los partidos políticos catalanes en quince días de campaña electoral. La cifra se multiplica por seis en las elecciones generales españolas y alcanzó un record cercano a 2.000 millones de euros en los comicios norteamericanas del pasado 2 de noviembre. Así que a ambos no parece afectarles la crisis, al menos económica, independientemente de si vencen o no porque en eso parece que todos ganan.

Pero volviendo a la evidencia de las elecciones catalanas y del enfrentamiento Barça-R.Madrid, urnas y pelotas, política y deporte, se relacionan y así las pelotas se vieron desplazadas por las urnas, al menos en el día de su desarrollo y aún sin tener clara la causa.
Otra posible variante de esa estrecha relación podría ser que, con demasiada frecuencia, hay demasiado electo por las urnas que se dedica a tocarse las pelotas (ovarios en el caso de las féminas) o, aún peor, al que le gusta tocar las pelotas (ovarios en ellas) con sus actuaciones.