Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 19 de marzo de 2010

Equivocaciones e impuestos

El Congreso de los Diputados español rechazó el pasado 16 de marzo la propuesta del PP para evitar la subida del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) dos puntos porcentuales a partir del próximo 1 de julio. El resultado de la votación fue bastante ajustado. Ganó el no por 176 votos a 170. También hubo una abstención, la del diputado popular Vicente Martínez Pujalte.

Es improbable que el veterano diputado, en su cargo desde 1996, rompiera la disciplina de partido con su voto, porque además Pujalte es el portavoz del PP en la comisión de presupuestos y vocal de la comisión de Economía y Hacienda a la que atañe el IVA, así pues es de suponer que conocía bien la postura que debía votar. Aunque bien mirado, que los parlamentarios conozcan el contenido de aquello que han de defender tampoco sería demasiado indicativo porque recientemente otro diputado popular, Ignacio Uriarte, vocal de la Comisión no permanente de Seguridad Vial y Prevención de Accidentes perdió su carnet de conducir tras dar positivo en un control de alcoholemia.

Con todo, hay que suponer que fue una equivocación, bueno, ambas lo fueron. A veces cometemos el error de beber un poquito más de la cuenta, no hace falta que sea demasiado, y después coger el coche. Lo de votar equivocadamente ya es más difícil que lo cometamos, tal vez porque sea algo que no hacemos tan asiduamente como conducir.

Quién sabe cuan complejo es el sistema para emitir el voto en el Congreso, y Pujalte no ha sido el único diputado en equivocarse en una votación, es más, no sólo la cámara baja española ha visto como sus miembros erraban a la hora de emitir su voto, sino que en otras instituciones autonómicas y nacionales también se han dado errores de ese tipo, así que habrá que sospechar o que los sistemas de votación son muy complicados (en principio es de suponer que sólo hay tres opciones, a favor, en contra o abstención), o que, cuando se equivocan, los respectivos representantes políticos no están lo suficientemente concentrados en la complejidad de la acción que van a realizar.

En cualquier caso, los políticos nos son los únicos que se equivocan al emitir su voto. Sirva como ejemplo la creciente ola de denuncias que acusan a cientos de sacerdotes por todo el mundo de haber cometido pederastia. Todos ellos erraron en su voto de castidad, y no sólo rompieron su compromiso de abstinencia sexual, sino que además lo hicieron de manera delictiva al forzar a menores de edad a practicar sexo; pero aquí, como en la política, lo que prima es la hipocresía de lo mandatarios y apenas se buscan responsabilidades y la mayoría continúa en sus cómodas poltronas.

Retomando el asunto impositivo que nos concierne, la subida del IVA, y escuchando los argumentos de unos y otros, tampoco queda claro si el incremento de este impuesto es una equivocación o no. El PSOE y quienes les respaldan han defendido su postura por la necesidad de recaudar ingresos para hacer frente al gasto social en la actual situación económica. Por su parte, el PP y los suyos defienden que el aumento del IVA será negativo para el consumo y, por ende, para la salida de la crisis, e incluso, Cristóbal Montoro, que actuó como portavoz popular en el debate, calificó este impuesto como “injusto”.

Ambos tienen razón, aunque parecen intercambiar sus papeles. Los impuestos son necesarios para garantizar el gasto social y el desarrollo, y el IVA es un impuesto claramente injusto. Decía la presidenta argentina, Cristina Fernández, que Sudamérica no era una región pobre, sino insolidaria. Extrapolando sus palabras se puede afirmar que el planeta tierra no es un planeta pobre, sino extremadamente insolidario y, las cifras cantan, cada vez lo es más. Según Naciones Unidas, el 86 por ciento de los recursos y la riqueza mundial están en manos del 20 por ciento de la población. Afinando aún más en los extremos, las cuatrocientos personas más ricas de este planeta poseen ellas solas lo mismo que son capaces de ingresar en un año los 2.500 millones de terrícolas más pobres. Así pues, y dada la insolidaridad y el egoísmo imperantes en la raza humana, los impuestos son necesarios para tratar de redistribuir esta riqueza, no sólo dentro de cada país, sino en el conjunto del planeta global creado por el capitalismo, de momento únicamente para explotar a los más necesitados.

Mientras no lleguen la solidaridad y el altruismo voluntarios y necesarios para ayudar a quienes más lo necesiten, tendrán que llegar los impuestos obligatorios que colaboren en esas ayudas y hagan de este mundo un lugar un poquito más equitativo, aunque como dice Montoro, no debe ser con impuestos injustos. El IVA lo es, como todos los impuestos indirectos, que gravan el consumo.

Veamos un ejemplo. Vas a repostar gasolina, y a tu lado está haciendo lo mismo Amancio Ortega, el empresario textil español con una fortuna estimada en más de 18000 millones de euros. Por cada litro de combustible vais a pagar exactamente la misma cantidad de impuestos. Esta igualdad en el pago de impuestos se repetirá en cada artículo idéntico que adquiráis, de ahí esa injusticia en los impuestos indirectos ya que para ti el esfuerzo para pagar lo mismo es muy superior al suyo, a no ser que tengas la suerte de tener una fortuna similar a la que él atesora.

Los impuestos directos son más justos porque lo que gravan es la capacidad económica de cada persona o entidad. Entre ellos se encuentran el impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Patrimonio o el de Sociedades, en todos ellos se supone que cuanto más tienes, más pagas.

Curiosamente, el PSOE, un supuesto partido progresista, aprobó en 2008 la supresión del impuesto del Patrimonio, que ahorró al millón de contribuyentes con los patrimonios más elevados alrededor de 1,8 millones de euros. También ese año el partido gobernante decidió “regalar” a los contribuyentes 400 euros en el IRPF, otra medida un tanto injusta y electoralista porque favorecía por igual a todos los contribuyentes afectados independientemente de su nivel de ingresos, con lo que no parece demasiado coherente para ayudar a los más necesitados. Si a esto añadimos las propuestas lanzadas por los socialistas para prolongar la edad de jubilación hasta los 67 años e incrementar el periodo de cotización de 15 a 25 años para calcular las pensiones, lo cierto es que sus medidas no parecen ir demasiado destinadas a mejorar la situación de los más desfavorecidos ni proceder de un partido progresista, sino más bien a hacer el trabajo sucio a otras tendencias políticas.

Así, entre la confusión de algún partido con la justicia social y el progresismo, diputados con su concentración o con los complejos sistemas de votación, e incluso sacerdotes con sus propios votos,… entre tanto revoltijo de crisis de identidad, tantas equivocaciones e impuestos, mucho me temo que los que pueden salir sodomizados sean los mismos de siempre.


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