Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 23 de mayo de 2014

El circo, las hienas, y el coste de todo el tinglado



Ya estamos una vez más dentro de la vorágine electoral. Cada vez que esto ocurre, el mundo parece transformarse. Los políticos posan con su mejor sonrisa en los carteles que ensucian nuestras calles y muestran su cara más amable y su tono de voz más seductor en los medios de comunicación... No hay nada imposible y todo es maravilloso.


Las calles de ciudades y pueblos, con las calzadas recién asfaltadas, se saturan de carteles y vehículos envueltos en propaganda que vociferan que su candidato es el mejor. Cualquier local susceptible de acoger un grupo de personas se convierte en escenario de tal o cual mitin, cuyos protagonistas aseguran que ser los más indicados para regir nuestros destinos. La parafernalia, el colorido y los despropósitos configuran un gigantesco y desprestigiado circo cuyas actuaciones se prolongan hasta la conclusión de las elecciones.

En este extraño circo no hay fieras, sólo pacíficos magos y patéticos payasos. Los magos intentan hipnotizar y convencer a su audiencia de los parabienes de su magia. Los patéticos payasos a veces somos los propios espectadores al creernos las triquiñuelas de los ilusionistas y en otras ocasiones ejercen de ello los propios prestidigitadores con sus deprimentes actuaciones.

La base de todos y cada uno de los discursos es la misma: las promesas. Esas vanas promesas cuya reiterada vacuidad e incumplimiento persiste en la historia. Los políticos prometen todo lo que su imaginación les indica con el fin de obtener nuestro voto.

No tienen escrúpulos en hacer muchas promesas a sabiendas de que no las cumplirán, haciendo válido el machista dicho de “mientras prometo, meto; y cuando he metido, nada de lo prometido” (eslogan que les iría que ni pintado a todos ellos). El problema es que los políticos sólo quieren “meter” una vez cada cuatro años y a los patéticos payasos se nos olvida que no han cumplido las promesas hechas en las anteriores elecciones.


Es aquí donde cabe preguntarse si el ser humano y la hiena no somos lo mismo. Los políticos actúan comportándose como auténticos carroñeros, mientras que el resto nos reímos con sus gracias y promesas. Es triste, pero es así, parecemos hienas y, como dice el chiste, la hiena es un animal que vive en África, se alimenta de carroña, se aparea una vez al año y emite un sonido similar al de la risa del ser humano. Es tan sorprendente que las hienas, viviendo en un continente tan abandonado como África, comiendo desperdicios y practicando sexo una vez cada doce meses emitan carcajadas, como que lo hagan los electores tras comprobar las falsas promesas de los candidatos a los que han de votar.

Lo cierto es que esas líneas se publicaron en el Correo de Burgos en mayo de 2003 con motivo de las elecciones municipales y autonómicas que se celebraron el 25 de mayo de aquel mismo año, justo once antes de las europeas del próximo domingo.
Desde entonces las cosas, al menos en este país, no han mejorado en absoluto, sino al contrario hemos pasado del especulativo urbanístico del “España va bien” al estallido de la burbuja inmobiliaria y del despilfarro político generalizado que ha servido de justificación para desmantelar las bases del estado de bienestar e imponer condiciones laborales y salarios cercanos a la miseria. cosas, al menos en este paron

A parte de eso, excepto corrupciones y sobresueldos, EREs y cohechos, reproches mutuos y alguna superioridad mental que otra, hienas y circo, básicamente, siguen siendo lo mismo. Eso sí, aunque los que pagan las entradas han visto notablemente reducidos sus ingresos, el precio de las mismas y las remuneraciones de sus protagonistas se han incrementado convenientemente con el coste de la vida.
Los 754 eurodiputados, incluidos los 54 españoles, cobrarán al mes la nada despreciable cantidad de 6.200,72 euros netos, a los que hay que añadir 4.299 euros más para gastos de gestión de oficina, más las dietas correspondientes, según su función del momento, además de una partida destinada a pagar a sus asistentes personales, y unos gastos por transporte que incluye la posibilidad de viajar la costosa primera clase aérea. Entre pitos y flautas unos 15.000 euros al mes limpios de polvo y paja, cifra no muy alejada de los ingresos anuales de muchos españoles. Eso es sólo lo que cobran los señores eurodiputados,  porque  la gigantesca infraestructura funcionarial y organizativa del invento es gigantesca, y merece análisis aparte, ya que está financiada por todos los países miembros.
En cuanto al coste concreto del circo electoral del domingo en España y que debemos apoquinar entre todos los españoles, se aproxima a los 75 millones de euros, y es que mientras todo se recorta, las subvenciones presupuestarias a los partidos políticos se incrementaron un veinte por ciento, hasta aproximarse a los 18,5 millones de euros. Otra importante partida la componen los 13.000 millones de euros que cuestan los envíos de  propaganda y papeletas, que multiplican el trabajo de los carteros para acabar atiborrando nuestros buzones, y más tarde los cubos de basura.
Entre las dádivas legales a los contendientes al Parlamento Europeo, cada partido que obtenga algún representante, recibirá 32.000 euros por cada uno de los que logre, más 1,08 euros por cada voto que haya recibido, lo que traducido a los resultados de 2009 se convertiría en 6,6 millones de euros para el PP y 6,1 millones para el PSOE, como máximos beneficiarios.
Ciertamente el precio de estos espectáculos circenses, y su mantenimiento, es demasiado elevado para las contraprestaciones que reciben por ellos sus espectadores, y cada vez es más patente que la farsa es únicamente defendida por quienes viven cómodamente de ella, incluidos los propios líderes espirituales y religiosos que siempre han hecho de su alianza con el poder el blindaje de sus privilegios.
Afortunadamente no siempre es así. El arzobispo y premio Nobel de la Paz y uno de  los máximos defensores de la democracia en Sudáfrica, Desmon Tutu, manifestó antes de las elecciones en aquel país del pasado 7 de mayo, que no votaría por el partido en el poder ANC (traducido, Congreso Nacional Africano), salpicado por la creciente corrupción que se extiende por todo el territorio, y muy alejado de los objetivos de igualdad defendidos por sus fundadores, entre ellos Nelson Mandela, y el propio protagonista de las declaraciones. Tutu también pidió a los electores que usaran la cabeza y que pensaran antes de emitir su voto, “no voten como el ganado”. Justo lo contrario de lo que quieren aquí para garantizar su corrupto y caro sistema circense repleto de hienas.

viernes, 9 de mayo de 2014

Basura y parásitos




El presidente de la patronal valenciana, José Vicente González, manifestó recientemente en un acto ante sus empresarios representados que en las actuales circunstancias económicas y el drama nacional de falta de prestaciones sociales, “no podemos hablar de empleo o salarios basura, no estamos en una situación para ponernos exquisitos”. Ciertamente parece que trata como basura sin derechos a la mano de obra.
 Apenas un par de semanas antes, la presidenta del Círculo de empresarios, Mónica Oriol, abogó por la bajada del Salario mínimo interprofesional, ya de por sí de los más bajos de la Unión Europea, para “sacar a los ninis (personas que ni estudian ni trabajan) del limbo en el que viven”, y evitar de ese modo tener que pagarles un sueldo mínimo “aunque no valgan nada”.  La economista Oriol defiende drásticas economías neoliberales y propone una nueva reforma laboral con un despido más barato y menos normas reguladoras y figuras reivindicativas de los derechos de los trabajadores.



Quizás convendría que alguien le recordara a la señora Oriol, consejera de Indra y vinculada a empresas de seguridad de jugosa expansión en Euskadi a la alargada sombra de ETA, que la esclavitud, aunque aún se practique en ciertos ámbitos y países, está abolida desde hace lustros, si bien es cierto que ninguno de los compañeros que frecuenta la mentada presidenta parezca ser conocedor del dato, o en su caso, se la traiga al pairo, ya que su máxima es lograr beneficios a cualquier coste. Pero veamos quienes son los miembros de la asociación presidida por Oriol.
Mientras que la CEOE representa a la pequeña y mediana empresa, con más de 200 organizaciones territoriales y sectoriales, más de 4.000 asociaciones de base y cerca de un millón y medio de empresas asociadas, y con presidentes tan famosos como Gerardo Díaz Ferrán, quien antes de entrar en la cárcel acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, además de ser condenado por fraude, declaraba que para salir de la crisis había que trabajar más y, desgraciadamente, cobrar menos, el Circulo de empresarios aglutina a más de un centenar de las empresas más importantes de este país, entre ellas las  17 más capitalizadas de la bolsa española que conforman el llamado  Consejo Empresarial de Competitividad que se reunieron el día 7 con Mariano Rajoy para tratar de la evolución de la economía española.



Los representantes de las 17 multinacionales, con el presidente de Banco de Santander, Emilio Botín, a la cabeza felicitaron a Rajoy por las decisiones gubernamentales adoptadas hasta ahora. No en vano los beneficios de todas ellas, de sus accionistas y consejos de administración se han incrementado a la par que se reducen los impuestos, cotizaciones y sueldos que han de pagar, mientras los salarios de los trabajadores disminuyen y la pobreza y las diferencias entre clases aumentan, a costa de las mismas medidas políticas, basadas en discursos de los representantes empresariales.
Y es que hay mucha basura y demasiado parásito, y la mayoría de ambos llevan traje y corbata, tan caros como los accesorios y lujos que les acompañan y con los que disfrazan la mediocridad y falta de ética que les conforman.






viernes, 2 de mayo de 2014

Sobre el trabajo y otras dignidades

Como cada primero de mayo desde 1889, cuando la Segunda Internacional socialista instituyó la fecha como jornada reivindicativa de las aspiraciones del movimiento obrero, ayer se celebró el día Internacional del trabajo. La fecha conmemora los acontecimientos sucedidos en un suburbio de Chicago entre el 1 y el 4 de mayo de 1886, cuando la huelga de trabajadores que reivindicaban la jornada laboral de ocho horas culminó con una manifestación durante la cual un desconocido lanzó una bomba sobre un grupo de policías produciendo la muerte de un oficial, hechos por los que posteriormente fueron juzgados ocho sindicalistas anarquistas, cuatro de los cuales fueron condenados a muerte y ejecutados, y un quinto se suicidó antes de su ejecución.
Las circunstancias que envolvieron a los acontecimientos fueron un tanto turbias, comenzando porque el presidente Andrew Johnson ya había aprobado una ley que establecía la jornada de ocho horas para los empleados federales, que además comenzaba a aplicarse en algunas empresas, pero las condiciones y jornadas laborales en Chicago eran tan lamentables en la mayoría de los centros de trabajo que no se cumplían ni las escasas legislaciones existentes.
Bajo la premisa principal de lograr la jornada de ocho horas, y con el posicionamiento editorial contrario de los periódicos de la época, principales creadores de opinión entonces, el 1 de mayo  de 1886 se produce una huelga en los Estados Unidos. Las condiciones laborales en Chicago son tan miserables, y con la notable presencia de esquiroles, contratados para mantener la producción y reventar así la huelga en algunos centros de trabajo, que los obreros deciden prorrogar la huelga durante los días siguientes. El día 2 una manifestación fue expeditivamente reprimida por la policía, y el día 3 otra manifestación de los obreros en huelga coincidió con la salida de los esquiroles de una gran empresa, formándose una batalla campal que fue disuelta sin previo aviso por los disparos de una compañía de policía, que acabaron causando seis muertos y decenas de heridos.
Como reacción a los hechos, un reportero de un periódico anarquista imprimió 25.000 octavillas clamando justicia y venganza, y convocando a las masas para la multitudinaria manifestación del día siguiente. Aunque se desarrolló de modo pacífico, cuando prácticamente había concluido se produjo la explosión citada que mató en el acto a un oficial de policía, e hirió de gravedad a una decena, la mitad de los cuales murió una vez hospitalizados, y fue la excusa para que los restantes abrieran fuego matando a un número indeterminado de manifestantes, que algunas fuentes cifran en una treintena, y más de cien heridos.
La octavilla convocante sirvió como excusa para condenar a los ocho principales líderes sindicales, a 3 de ellos a cadena perpetua y a los restantes a muerte, sin ningún tipo de prueba o evidencia. De los juzgados, cinco eran alemanes, dos estadounidenses y uno inglés, y el ejemplarizante e injusto juicio, junto a la masiva campaña mediática dirigida al efecto, sirvió para borrar para siempre cualquier ideología anarcosindicalista de la nación norteamericana.

La memoria de los conocidos como “mártires de Chicago”, es pues, la que se conmemora cada 1 de mayo como fiesta internacional de los trabajadores en casi todos los países democráticos, excepto, como no, el propio Estados Unidos, donde para no recordar reivindicaciones obreras, se celebra el “labor day” el primer lunes de septiembre, en memoria de un desfile de celebración en vez de reivindicación, pues no en vano, en un país vendido como ejemplo paradigmático de las democracias modernas y que es gobernado por las decisiones de los lobbys empresariales, no existen convenios colectivos y la sindicación apenas existe, de tal modo que cada trabajador tiene que prácticamente negociarse sus propias condiciones laborales desde su debilidad individual en un mercado completamente desregularizado y con la sartén por el mango, haciendo honor a la escritora y pensadora gallega Concepción Arenal cuando afirma  “un hombre aislado se siente débil y lo es”.
Tampoco Gran Bretaña, el otro gran ejemplo de democracia moderna, celebra el 1 de mayo como día internacional del trabajo, sino como llegada del buen tiempo, lo que puede dar una idea de la transcendencia de las reivindicaciones obreras en ambos iconos democráticos.

Las principales reivindicaciones de la jornada este año en España han sido por un empleo estable, contra la pobreza y por un cambio en las austeras políticas económicas. Alrededor de setenta grandes ciudades realizaron sus manifestaciones reivindicativas, y en algunas de ellas las peticiones subrayaban la necesidad de un empleo digno.
 En este globalizado planeta de especulación parece que toda las soluciones pasan por obtener un empleo, y el inconsciente social lleva impregnada la frase “el trabajo dignifica” a sangre y fuego. Ahora bien, dadas las variadas acepciones de las palabras trabajo y digno cabe preguntarse  cual es el que dignifica, y que tipo de dignidad procura, porque sin duda los esclavos, los siervos, los lacayos de todos los tiempos trabajaban, como lo hacían los obreros de Chicago y los de tantos lugares que con su lucha lograron mejoras en las condiciones laborales. Gracias a todos ellos, a sus reivindicaciones e incluso a sus vidas, y ya bien superada la mitad del siglo XX, se lograron algunas de las condiciones para poder relacionar el adjetivo digno con el sustantivo trabajo, al menos en lo relativo a los empleos asalariados del proletariado resultante del triunfo de la industrialización capitalista. Tal vez desde ese momento tuvo más fundamento la reivindicación de la función dignificante del trabajo asalariado, aunque ha sido y es una trampa del sistema de producción capitalista para mantener su idiosincrasia de dominio de elemento capital sobre el resto de variables.
La falacia pretende que el trabajo dignifique, mientras que sea el capital el que genere posibilidades y beneficios, para de ese modo legitimar su apropiación de los mismos así como cualquier tipo de especulación destinada a obtenerlos, con la excusa de crear empleo.
No dignifica el trabajo, dignifica cualquier actividad humana satisfactoria para la sociedad, la familia, el entorno o el simple bienestar del individuo que la realiza. Unos padres jamás considerarán trabajo el cuidado de sus hijos, y sin embargo les dignifica; conversar, compartir tiempo y actividades con amigos y familiares no es un trabajo, y sin embargo dignifica; admirar una puesta de sol en sincronía y equilibrio con cuanto te rodea no es trabajo, y sin embargo te dignifica.
Las tres opciones te hacen digno merecedor de tu condición de ser humano integrado en la Naturaleza, pero ellos pretenden que tengas que trabajar para serlo, para así justificar los sueldos, horarios y condiciones de semiesclavitud que quieren volver a imponer para maximizar sus beneficios, y lo están logrando. El trabajo no dignifica, el trabajo nos sirve para lograr el sustento económico que nos permite vivir, es más quienes se ganan la vida haciendo aquello que les gusta, no lo consideran trabajo y se sienten, y son,  tan dignos como los demás.  
Lo indigno es que las legislaciones y gobiernos potencien la especulación y el negocio privado en lugar de proporcionar los bienes y servicios sobre los que se sustentan muchos de ellos, siguiendo las directrices de los falsos paradigmas democráticos norteamericanos y británicos.