Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

domingo, 17 de mayo de 2020

Julio Anguita: la honestidad del programa

Ayer sábado 16 de mayo de 2020, nos dejó el Maestro y Político Julio Anguita González a los 78 años de edad cuando su corazón, ya delicado y con varias operaciones desde 1993, no pudo soportar una nueva parada cardiaca.
Nacido en Fuengirola, en el seno de una familia de tradición militar, y cordobés de adopción, fue esta última capital la que forjó su vocación de maestro, porque sabía que la libertad del pueblo solo se alcanza a través del conocimiento y la reflexión; y su activismo político, porque conocía que hasta que la sociedad no alcance la madurez suficiente como para autoorganizarse solo se puede lograr cierta justicia social a través de la política y de sus torticeros juegos, ya que la revolución en una población sin conciencia para ella es imposible. Fue Córdoba donde se ganó su primer puesto de alcalde, por el Partido Comunista, en las primeras elecciones postfranquistas de 1979. También fue allí, ejerciendo la Alcaldía, lo que hizo hasta 1986, donde se ganó el apelativo del califa rojo. Ese mismo año pasó a ser Diputado del Parlamento andaluz hasta el 21 de noviembre de 1989, fecha en la que ocupó su escaño como diputado en el Congreso estatal hasta su retirada de la política activa por problemas de salud en abril del 2000. Secretario general del Partido Comunista desde 1988 procuro la unidad de la izquierda abogando por crear Izquierda Unida, formación de la que fue Coordinador desde su constitución en 1989.
No repasaremos sus aciertos y errores, de los que tán llenos están los políticos, sobre todo los segundos, nos limitaremos a señalar aquello que como político le hizo único, o casi. En un país absolutamente sobrepoblado de políticos deshonestos, corruptos, serviles al capital y sin ningún tipo de principios, capaces de prometer una cosa y hacer la contraria, de exhibir títulos que no les corresponden y utilizar sus cargos en beneficio propio y de intereses particulares, en lugar de los generales que dicen representar, fue de los escasos capaz de renunciar a la pensión vitalicia que le correspondía como ex diputado.
Más allá de la ideología, su honestidad se resumía en lo que debe caracterizar a todas las actuaciones o pactos políticos: programa, programa, programa… pues nada puede o debe tener lugar más allá de lo prometido a los electores sin consultárselo previamente. Un hombre honesto cuando da su palabra suele intentar cumplirla. Anguita lo era, de ahí su obsesión por intentar cumplir unos programas que para los demás políticos solo acostumbran a ser mentiras que los llevarán al poder.
Aún en está sin razón, pandémica y confinatoria, de un pánico creado y manipulador, mantuvo su lucidez y reflexividad:
“La crisis climática y las nuevas pandemias pondrán en marcha un nuevo fascismo para gestionar la escasez“
Antes de reproducir algunos de sus pensamientos, nos sumamos al sentido homenaje a su desaparición, conmovedor a pesar de sufrir los estragos de las descabelladas normas con los que tienen que ser despedidos durante este absurdo y fascista periodo muchos de aquellos que resistieron para hacernos un poco más libres.



“Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos”

"Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer"

"La Transición no fue más que la restauración de la monarquía expulsada por segunda vez en España"

"Somos los hijos de Fernando VII, un pueblo que gritaba 'vivan las caenas' y que hoy está entontecido por la Roja"

"Yo soy partidario de que en su momento el estado se extinga, desaparezca y sea sustituido por la sociedad autoorganizada"

"Una política que base el crecimiento en la especulación y no en la creación de riqueza está condenada al fracaso"

"Hay que dar respuestas a lo que llamo crisis de civilización, que no es sólo económica y financiera, sino medioambiental, alimentaria, ética, política, total"

"El PSOE es una izquierda de estampilla y va siempre detrás de la derecha".

"Alguien dijo que la Guerra Civil la ganaron los curas y la perdieron los maestros. Acertaron plenamente con el aforismo".

"En España sobra el dinero, pero hay que ir a por él. Está en cuentas de Suiza".

Cuando en 2003 perdió a su hijo, Julio Anguita Parrado, en la guerra de Irak, hizo popular la frase:
Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.
Sean también malditos los promotores de esta exagerada guerra contra los virus que busca la completa destrucción y deshumanización del ser humano.

sábado, 2 de mayo de 2020

El enemigo perfecto

El enemigo perfecto
Entre la distopía y la utopía
Desde tiempos inmemoriales, -habrá quien dirá que es inherente al ser humano, pero eso es falso porque sucede básicamente desde que alguien perdió el respeto por sus semejantes, y la honestidad e integridad de su propio ser- algunos miembros de las sociedades humanas quieren someter, utilizar y explotar a los demás para su propio beneficio, comodidad o crecimiento, y ese es su máximo anhelo en lugar de colaborar con ellos para alcanzar un bien común y la mejora de la humanidad.
Cómo explican, argumentan, razonan y definen muchos autores, hay dos modos de mantener el poder, el estatus, y en el fondo hasta el respeto que nos merecemos cada uno como seres humanos, es decir nuestra categoría o calidad humana; una, la más natural, es el amor, la otra, más indeseable, es el temor. Ámbas son las energías más poderosas del universo, aunque de signo opuesto, y ambas son necesarias para nuestra existencia, y básicamente la condicionan, porque como aseveraba el genial Nikola Tesla, en el universo todo es energía, frecuencia y vibración. El amor es la más natural porque ningún ser humano recién venido al mundo podría subsistir, en su endeblez e indefensión, apenas unos minutos tras su nacimiento sin las necesarias atenciones amorosas, básicamente de su madre, y de quienes le rodean. Esto es así en muchos animales, especialmente aves y mamíferos. Todos necesitan atenciones y amor para poder sobrevivir, pero es el ser humano el que más y durante más tiempo los necesita. Así pues sin la vital energía y vibración positiva del amor los seres humanos apenas podríamos existir.
La necesidad del temor, con su energía y vibración negativas, surge posteriormente, y radica en su eficacia como protector de la vida y de la integridad física y emocional, cuando es real. Huir de depredadores o situaciones de peligro es lo más normal del mundo, y es ese temor el que activa nuestro cerebro reptiliano e instintivo, presente en todos los animales con su dualidad lucha o huida, como principal garante de la vida ante amenazas que la pudieran afectar. Así pues el temor está presente en todos los seres humanos como animales que son y como garante de su integridad ante peligros que la pudieran acechar. Es precisamente ese necesario temor el que utilizan y manipulan algunos seres humanos para aprovecharse del resto, y lo han ido perfeccionando históricamente.
La vibración del amor es seguridad, bienestar y confianza, mientras que la del temor es inseguridad, miedo y desconfianza.
Es de suponer que los primeros que trataron de imponer su voluntad o intereses a los demás fuera con un argumento tan objetivo y real como la superioridad de su propia fuerza física. Seguramente más tarde utilizaron el poder del conocimiento y la sabiduría, en definitiva, el de la información, que también es objetivo, y mucho más real de lo que pudiéramos imaginar, dados nuestros niveles y potenciales cognitivos e intelectuales. Más adelante, ante la imposibilidad o dificultad de controlar, por la fuerza o el conocimiento, a un creciente número de individuos y voces discrepantes, pues si se unen, te pueden derrotar con las mismas armas, surge la necesidad de crear un enemigo, tanto para delimitar tu territorio de poder como para crear un nuevo miedo que cohesione a tus adeptos, qué bien lo pueden ser por amor o por temor. Y así se han ido constituyendo y conformando las sociedades y países del mundo hasta hace unos meses, con el poder de la fuerza y del Estado, limitado por fronteras geográficas y materiales, por un lado, y con el poder de la fe y de la Iglesia, sin cortapisas territoriales y más enfocado a controles mentales, por otro.
Ambos tenían sus amores y sus temores, sus seguridades y sus miedos, sus amigos y sus enemigos,… que les consolidaban como grupo con aspiraciones comunes.
Los estados tenían sus instituciones a las que rendir respeto, por amor o por temor; sus amigos, internos y externos; y sobre todo sus enemigos, porque el hecho diferencial es el que mejor justifica la necesidad de mayor cohesión para poder vencerlos. Buscaban afines o contrarios fuera de sus fronteras para mantener su esencia, pero también en el interior, pues un poco de tolerancia controlada da cierto aire respetuoso, y enerva y mantiene alerta a los partidarios.
Por su parte las religiones son transfronterizas, y sus enemigos externos también, pues son las otras religiones. En cuanto a sus enemigos internos, son los infiernos y demonios con los que nos controlan.
La alianza y/o simbiosis entre ambos poderes, o las dos caras del mismo, ha sido habitual y notable a lo largo de la historia de la humanidad, aunque a partir del Renacimiento las religiones fueron perdiendo adeptos a favor de la racionalidad de la ciencia, si bien la ciencia oficial siempre se ha controlado desde los estados, de modo que no ha dejado de ser un trasvase de poder de las primeras a los segundos. De hecho, con la supuesta ciencia el sistema ya introdujo las principales falacias que le sustentan actualmente. Por no extendernos, nos limitaremos a citar dos, y a través del pensamiento de otros tantos endiosados personajes: Darwin y Pasteur, ya que además las teorías de ambos, absolutamente admitidas e incontestables aún hoy en día, responden a la necesidad fundamental del sistema para mantener el control del poder, que no es otra que la existencia, siempre, de un rival y/o enemigo.
La teoría de la evolución de Darwin, sustentada en bases malthusianas, eugenésicas y genocidas, como el más puro nacismo, preconiza que sobrevive el más fuerte, el más apto, el que mejor se adapta,... siempre es el mejor en algo, frente a todos los demás qué fracasan. Lo prestigiado en nuestra sociedad no deja de ser un reflejo de ello, y siempre hay que tratar de ser el mejor en algo por lo que casi todos los demás no dejan de ser en algún momento nuestros rivales: en el deporte, en el colegio, en el trabajo, en cualquier aspecto de la vida. Y si entramos en variantes ideológicas, en los que, sin duda, las nuestras son las mejores, como nuestro equipo de fútbol, todos los demás se pueden convertir en enemigos: los comunistas, los capitalistas, los anarquistas, los musulmanes, los judíos o los cristianos,... cualquier idea puede ser fanáticamente enemiga, concepto extremadamente belicista de la vida, y completamente erróneo, pues los avances son fruto de las discrepancias que pueden resultar enriquecedoras. Pero para conservar el poder hay que crear un enemigo y enfrentamiento constante.
Las teorías e ideas de Pasteur, que son la base de la actual teoría germinal de las enfermedades infecciosas, y principal sustento de la medicina alopática occidental, afirman que la mayoría de las enfermedades son causadas por microorganismos, lo que convierte la sanación en una batalla contra el enemigo que nos enferma. La militarista idea del químico francés entusiasmó a una incipiente industria farmacéutica, que vio un ingente negocio en el infinito arsenal de armamento que podría fabricar y vender para aquellas guerras. El sistema ya tenía un interminable ejército de enemigos capaces de atacarnos por diferentes medios y con distintos resultados y gravedades, y con más jugosos beneficios cuanto más contagioso y grave era.
Surtidos de enemigos y ansias de poder ante una humanidad global cuya conciencia despierta cada vez más ante el control religioso, el sistema decide traspasar este antiguo poder de dominio espiritual y del conocimiento a la ciencia, y para no perder el efecto transfronterizo crea un enemigo universal, que no distingue razas, fronteras ideas o credos. Por primera vez desde que se instauró su existencia, los judíos no han podido disfrutar libremente su Pascua, los cristianos su Semana Santa y los musulmanes su Ramadán, todos se han rendido ante un coronavirus que lo copa todo, en espera de la acción de la diosa ciencia y su avanzada tecnología. Hasta las reivindicaciones proletarias del 1 de mayo se han quedado confinadas. Las bases del nuevo orden mundial están sentadas, y el nuevo dios todopoderoso será la ciencia que salvará nuestras vidas ante los letales virus.
Han creado el enemigo perfecto: es invisible, puede portarlo y afectar a cualquiera, o acusarlos arbitrariamente de ello si lo necesitas, y además no cobra por hacer su función. Es tan versátil y funcional como lucrativo, pues puedes crear variantes y vacunas a tu antojo, siempre con el conocimiento de cómo evitar que te afecte a ti y a los tuyos.
Suena a broma. No es posible que algo así pueda suceder, y menos en nuestra globalizada y digitalizada sociedad del siglo 21. Tal vez se podía engañar tan fácilmente a los ingenuos e ignorantes de siglos pasados, pero a nosotros, tan informados, cultivados, conectados y academicistas como somos en nuestra aldea global, es imposible. Tal vez como argumento de novelas distopicas, tipo Un mundo feliz -1932-, de Aldous Huxley, 1984 -1948-, de George Orwell o Fahrenheit 451 -1953- de Ray Bradbury, en las que se describían sociedades indeseables y dañinas para el ser humano sería factible, pero insertarlo en la realidad suena absurdo, inverosímil y hasta surrealista.
Anoche, cómo Martin Luther King, tuve un sueño, pero no era como el suyo, justo, esperanzador y utópico, sino más bien lo contrario, era un mal sueño, una pesadilla. Soñé que vivía en una sociedad distópica que nos mantenía confinados, temerosos de sufrir o contagiar un letal virus que se había convertido en pandemia, y ocupaba cada instante de lo vomitado por los medios de difusión. Soñé que dejaban morir a los ancianos en las más aberrante soledad, sin el necesario amor de sus seres queridos, y con el horroroso temor de ser masacrados por un vírus mortal, y que después les enterraban sin más homenajes, ni miramientos, como quien entierra a una bestia. Soñé que sacaban a pasear a los niños a la calle apenas por unas horas, sin alejarse demasiado y sin relacionarse con los demás niños,...
Pero espera, todo eso no lo he soñado, todo esto está sucediendo, es tan real como los cadáveres de los ancianos, esos que las instituciones internacionales ya nos avisaban que sobraban, los que cada año son más propenso a morir con las gripes estacionales, como son los demás enfermos con afecciones graves y el sistema inmune deteriorado, solo que esta vez han decidido declarar la pandemia a través de los medios de difusión, y convertirla en realidad con las terroríficas medidas que han adoptado, no olvidemos que la vibración del temor es letal, del mismo modo que la del amor es sanadora. Al aislarnos potencian la primera a la par que reducen la segunda, pues el contacto humano del que nos privan es esencial en el amor y en la vida humana. Todo esto los promotores del nuevo orden mundial lo saben, cómo saben que el sol y el aire fresco ayudaron a combatir la mal llamada gripe española de 1918, cómo conocen todas las falacias de la medicina alopática oficial, pues todo ello son estrategias para convertir en pandemia real la trágica realidad de la gripe de cada año multiplicando por 3 los muertos que provoca habitualmente.
¿Qué nos depara la continuación de esta distópica realidad a la que nos someten. confinamiento periódicos, limitaciones de movilidad geográfica, vacunaciones obligatorias, playas vacías, bares cerrados, actividades de ocio, pensamiento y cultura social alternativas suspendidas, canceladas y erradicadas,...? A buen seguro que hay algunos que se libran de todos esos posibles controles, y es muy probable que entre ellos no estés tú.
A una conciencia humana normal lo que escribo le puede parecer exagerado, increíble y hasta conspiranoico, pero si tuvieras la certeza de las todas las atrocidades históricas que han sido capaces de cometer incluidas guerras, masacres, genocidios, auto atentados como el 11S,... han sido capaces de cometer por conservar o incrementar su poder, seríais más conscientes de hasta dónde son capaces de llegar. Pero bueno, solo tienes que mirar al mundo, repleto de desigualdad, injusticias, hambre, miseria y muerte para creertelo. Sabes que cientos de miles de mundos diferentes y más justos son posibles, pero precisamente es este el que han querido crear las élites, ese 1 por ciento que controla el 90% de la riqueza del planeta, amparados por mediocres políticos, y de todo ámbito, dispuestos a repetir, justificar e inculcar sus deseos en la sociedad.
Pero continuemos con nuestra realidad distópica y comprobemos en que se puede parecer a aquellas imaginativas novelas del pasado siglo. Por no extendernos nos limitaremos a un par de pinceladas de referencia por cada una de las obras y su respectivos parecidos con la actualidad.
Orwell nos habla de una sociedad manipulada por el lenguaje y absolutamente vigilada por el Gran Hermano. Con respecto a la primera hay cientos de ejemplos, pero nos quedaremos con uno de los últimos: ¿alguien me puede explicar qué quieren decir cuando llaman nueva normalidad a la absoluta anormalidad que nos espera? En cuanto a la completa vigilancia, ya no solo tenemos que soportar cada vez más numerosas cámaras que nos captan a cientos de metros con perfecta resolución, y represivas leyes mordaza, sino que ahora cualquier concienciado y solidario vecino puede denunciarte como si fueras un potencial terrorista asesino si te sales de los horarios, espacios o normas establecidas, y lo hace con el orgullo del deber cumplido.
Huxley en un mundo feliz nos describe una sociedad sedada por las drogas y condicionada por los avances tecnológicos. La combinación de ambas proporciona a sus habitantes una felicidad conformista en la que cada uno acepta su papel. No hay guerras, miseria, ni carencias básicas por lo que puede tener cierto carácter utópico, pero al precio de erradicar o alterar casi cualquier emoción indeseada por el sistema mediante las drogas. Además se impone un estricto control de la población y de la natalidad, los niños no son criados en familias, pues estas no existen como tal, no hay diversidad cultural, ni de arte en general, y se caracteriza por un pensamiento único que aboca a la deshumanización. Aquí tal vez se define más el destino hacia dónde nos quieren llevar con este enemigo invisible. Sin duda la ciencia se coronará, pero la oficial, no la disidente de la que hablaremos después, y mientras tanto los ansiolíticos y demás tratan de enmascarar nuestros crecientes problemas emocionales, y las crecientes pantallas de nuestros dispositivos atontan nuestras mentes con interminables e infinitas series, programaciones deportivas o programas de chismorreo, a gusto del consumidor.
Por último Bradbury en Fahrenheit 451, presenta una sociedad donde se queman los libros, y hay unos bomberos dedicados a ello. La novela está protagonizada por uno de ellos que decide dejar de ejercer la censura y el control de la información, y pasa a ser parte de la resistencia. Bueno actualmente no se queman libros, se es más sutil, aunque como siempre se trata de controlar la información molesta para el sistema censurándola sin piedad, mientras se inundan todos los medios de difusión controlados por el sistema con los discursos deseados repitiéndose hasta la saciedad.
Y llegados a este punto debemos introducir las claves de la esperanza de pasar de una terrorífica distopía que nos pretenden imponer a una maravillosa utopía que nos han ocultado siempre, a la par del ejemplo de que existe censura, y mucha, contra lo que no le interesa al sistema.
Hay un producto, natural y no patentable, utilizado legalmente como desinfectante de agua y que lleva curando numerosas enfermedades, entre ellas cáncer y malaria, un par de décadas. En su momento se llamó MMS, siglas en inglés de suplemento mineral milagroso. Se trataba de clorito de sodio activado con un ácido, lo que genera un gas, dióxido de cloro, que diluído en agua en determinadas proporciones e ingerido después es capaz de oxidar el organismo sanándolo de múltiples afecciones, e incluso fue reconocido por la Unión Europea como medicamento huérfano para la esclerosis lateral amiotrófica -ELA- enfermedad sin ningún otro tratamiento.
Aunque su descubridor fue un norteamericano, su principal investigador y promotor ha sido y es, un biofísico alemán que por aquel entonces estaba afincado en España, Andreas Kalcker. Su propia curación con el producto le llevó a investigar y promocionarlo hasta los actuales límites, en los que imparte conferencias masivas en Iberoamérica, y asegura que es la solución perfecta para acabar con el coronavirus, y muchos testimonios así lo certifican por experiencia propia. Aquí es donde aparece la censura, pues gran parte de estos testimonios, junto con conferencias, informaciones y hasta noticias e incluso canales de televisión de youtube que proclamaban las bondades del producto han sido censurados, cerrados y eliminados.
Cierto que Kalcker había sido perseguido en España desde el principio, hace una decena de años, prohibiendo sus conferencias y llevándolo a los tribunales, de los que siempre ha salido absuelto, pero la inquina con lo que se le persigue ahora, hasta retirando su libro salud prohibida, en el que habla de las bondades y usos de dióxido de cloro, de Amazon, parece extremo, pero está totalmente justificado para el sistema porque es la clave para que una terrorífica distopía se pueda convertir en utopía.
Si la oficialidad acepta la evidencia, como ya hemos hecho multitud de seguidores de Kalcker, incluidos decenas de médicos, sanitarios y terapeutas de todo el mundo, y miles de sanados por el producto, de que el dióxido de cloro ayuda a la curación de muchas enfermedades, coronavirus incluido, todo el argumento de esta irracional distopía se habría acabado porque tendríamos las armas para acabar con el letal enemigo invisible que nos amenaza y todas sus previsibles secuelas. Pero aquí no acaba la utopía, porque no solo serían innecesarias las lucrativas y controladoras vacunas, sino que la mayoría de los caros productos con los que se llevan enriqueciendo las multinacionales farmacéuticas durante más de un siglo dejarían de tener sentido, pues un único y asequible compuesto los podría sustituir, y de modo más rápido y eficaz. Se acabaría con el inmundo negocio sustentado por las falsas teorías de Pasteur y su belicista concepción.
La mayoría de bacterias y demás microorganismos no son nuestros enemigos, al contrario, son amigos con los que convivimos, dentro y fuera de nuestro organismo desde hace miles de años, y sin los cuales nuestra existencia no sería posible. La solución no es luchar contra ellos cómo hace la medicina alopática recetando antitodo: antibióticos, antiinflamatorios, antiácidos,... con los que únicamente se atacan los síntomas, e incluso se cronifican las enfermedades; la solución pasa por respirar sano, beber sano, comer sano y pensar sano, lo cual no es nada fácil en un mundo tan tóxico como este, y potenciar nuestro sistema inmune, que es lo que han hecho siempre todas las medicinas tradicionales y hasta el propio Hipócrates, para que mantenga el equilibrio necesario entre los miles de millones células y microorganismos que componen nuestro cuerpo, sin olvidar la fuerte carga emocional de nuestra realidad física. Sanar nuestras emociones es esencial para sanar nuestro cuerpo y erradicar la causa de muchas enfermedades.
Con las religiones destronadas y la falsa ciencia desenmascarada nos resta destruir el fraudulento y explotador engaño económico y democrático para comenzar una auténtica utopía.
Ojalá el tesón del cabeza cuadrada alemán Andreas Kalcker, lo conviertan en el abanderado héroe de una esperanza utópica pero real, tan real como lo haga tu lucha porque así sea.
En una cutre emulación a la revolucionaria frase del Che Guevara: Prefiero enfrentarme al virus que vivir siempre confinado.

jueves, 9 de abril de 2020

La guerra de los virus

La guerra de los virus
Más allá de Wells, Welles, Goebels y Orwell

En 1898 escritor británico H. G, Wells editó la guerra de los mundos, una novela que relata las atrocidades de una invasión marciana en Gran Bretaña. La narración es la primera que se conoce sobre un acontecimiento similar producido por alienígenas, lo que probablemente le ha servido para ser adaptada a diferentes medios audio visuales en numerosas ocasiones. La primera conocida la realizó Orson Welles en 1938 adaptandola para la radio y trasladando los acontecimientos a New Jersey. La adaptación radiofónica se emitió en forma de noticiero urgente, y aunque se advirtió de la ficción al principio de la misma, muchos oyentes de aquella joven radio no lo escucharon lo que provocó que se estableciera el pánico entre la audiencia neoyorquina y muchos de ellos trataran de huir a causa de la invasión, lo que da una idea el alcance y la capacidad de sugestión grupal del medio. 11 años después, casi 30 desde que comenzarán las primeras radios comerciales, la obra de Wells se adaptó y emitió de una manera mucho más realista por una emisora de la capital ecuatoriana. La emisión tuvo tal éxito qué masas de quiteños huían hacia las montañas o se refugiaban en las Iglesias. Cuando se enteraron de que en realidad era todo ficción el pánico se transformó en furia y un grupo de exaltados se desplazó a las instalaciones de la radio para apedrearla. El resultado de tanto furor fue un incendio de varios inmuebles que acabó con la vida de 5 personas. A más espectadores mayores efectos.
Este potencial de los medios y sus devastadores efectos ya eran conocidos por Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi entre 1933 y 1945, quién se ocupó durante su largo mandato de que la fabricación de receptores de radio en Alemania fuera tan barata que no hubiera un solo hogar sin uno de ellos. Así se garantizaba tener la voz de la doctrina nazi dentro de cada casa.
Después, en 1949, George Orwell publicó 1984, obra de ficción distópica dónde describe una sociedad vigilada, manipulada y reprimida por un Gran Hermano, básicamente a través del control del pensamiento y de la distorsión del lenguaje. Todo esto ya lo había plasmado, de diferente modo, en 1924 el escritor ruso Y. I. Zamiatin en su novela Nosotros, qué se considera la primera novela distópica de la historia, y en la que se inspiró Orwell. El concepto y su capacidad de implantación real estaba claro, y la evolución de los medios y la tecnología, y el potencial para ponerlo en práctica era cada vez más patente. Tal vez por eso Marshall McLuhan cuando vio el potencial de la televisión, que recién surgía comercialmente en los años 40, desarrolló todas sus fascinantes teorías sobre la aldea global en que convertirían al mundo las tecnologías de la comunicación. McLuhan murió en 1980, pero ya para entonces advirtió de los riesgos manipuladores de una televisión mucho más limitada, arcaica e inofensiva que la actual.
Ahora, con televisores de pantalla plana gigante, alta definición, sonido envolvente, inteligentes y llenos de infinitos canales y hasta conexión a Internet, presidiendo nuestros salones no nos retransmiten la guerra de los mundos, en cuyo relato original de Wells, por cierto, los alienígenas sucumben a una bacteria terrícola, ahora, no solo por esas pantallas, sino por todos los medios de difusión que controlan nos retransmiten la guerra de los virus en esta aldea global en la que nos hemos convertido.
En realidad esta guerra viene de muy lejos, desde que en el siglo 19 en medicina se impusieron las tesis del químico Louis Pasteur de que los gérmenes causaban las enfermedades. Aunque las voces discrepantes, fundadas y valiosas, fueron muchas la idea de que la enfermedad era causada por algo contra lo que se podía luchar, a veces hasta era contagioso e incluso en otras se podía vacunar cumplía perfectamente con lo anhelado por el sistema. Procuraba amplias posibilidades de negocio, y cumplía con su base militarista y belicista de crear un enemigo contra el que luchar, e infundir miedo si se tercia, cómo es el caso. Analizaremos en otra ocasión la teoría germinal y de enfermedades infecciosas, porque es esencial para vencer en esta guerra de los virus, pero ahora tratamos de analizar un cambio de paradigma, así que profundizaremos en el miedo con el que controlan nuestras vidas.
Como bien exponía Maquiavelo en El príncipe, para mantener el poder y que te respeten, o bien tienes que ser amado o bien tienes que ser temido. Todos sabemos lo que cuesta amar, quizás por ser por eso amemos tan poco, o que nos amen. Sin duda es más sencillo infundir temor, miedo, para mantener el poder y que te respeten.
Los grandes poderes globales en este planeta, más allá de fronteras, etnias, culturas, países y naciones, han sido las religiones. Sus adeptos lo eran por amor a su cielo pero también por temor a su infierno. Durante siglos el cristianismo se expandió por occidente al amparo de los imperios dominantes secuestrando todo conocimiento y adoctrinando toda ideología, incluida la ciencia, que aún cercenada iba minando los pilares de la religión, hasta los niveles actuales que está perdiendo feligreses y poder a pasos agigantados.
Ahora por primera vez el paradigma cambia y se invierte.
Receta: Coges una gripe más agresiva de lo normal en su contagio, pero de similar tasa de mortalidad y utilizas todos los medios de difusión a tu alcance para proclamar en la aldea global la guerra de los virus, retransmitiendo a cada instante las cifras, datos, opiniones de expertos, vivencias y experiencias,... vamos hasta en la sopa. Aconsejas o convences a los gobiernos para confinar a sus ciudadanos lejos del sol y del aire puro sanatorio y aterrorizados por un virus asesino y la amenaza de una crisis económica galopante. Encerrados, aislados, con más tiempo que nunca y a merced de las múltiples pantallas que escupen continuamente los mismos contenidos estresándote hasta el infinito para debilitar tu sistema inmune ya de por sí débil de tanto tóxico que respiramos, ingerimos y pensamos, y hasta convertir en pandemia lo que no lo era y matando a mucha más gente y por mucho motivos más que una gripe cualquiera.
La batalla más grande jamás contada contra los virus está servida, y el cambio de paradigma también. Lo que no consiguieron ni dos guerras mundiales, y una guerra civil en este país, lo ha conseguido un virus con corona, se conoce que llevarla da más empaque para sembrar el miedo, y por primera vez en la historia desde que existe el cristianismo la celebración de la Semana Santa se ha suprimido en todo lugar. Las conmemoraciones de la muerte y resurrección del Hijo de Dios se han anulado. El poder del Todopoderoso basado en el amor, o el temor a su figura, se ha diluido y el temor al virus lo copa todo manteniéndonos a la mitad confinados en casa y a la otra mitad sin vacaciones, y todos esperando acongojados a que el nuevo Dios ciencia nos salve, pero esta ciencia cercenada es falsa.
Y mientras tanto cantamos solidarios y orgullosos que resistiremos. ¿Resistiremos?, ¿a qué o a quien?, ¿a que nuestros gobernantes se dignen a soltarnos o reciban la orden de hacerlo hasta que suceda otra vez?,... No nos dejemos manipular. Con esta estrategia nos tendrán controlados y confinados siempre que lo deseen. Está gripe es peligrosa y mata a las mismas personas de riesgo que las demás, lo que ha agravado su letalidad además de la magnificada psicosis y pánicos generados, son los prolongados y bestiales recortes en Salud, en cuyas denuncias y reivindicaciones seguramente hubieran agradecido más apoyo los sanitarios en lugar de los aplausos de ahora. Pero forman parte del espectáculo del cambio de paradigma en la aldea global para sentirnos más solidarios, orgullosos, humanos y hasta guays, enrollaos, molones o como se diga ahora, mientras a los que resistieron realmente, resistieron una guerra civil, resistieron una eterna posguerra hasta completar casi 40 años de dictadura, resistieron una tramposa transición que ignoró los crímenes del franquismo y permitió que 40 años después aún siga muy presente en nuestro Parlamento y en nuestra sociedad… A esos escasos resistentes que nos procuraron una vida mejor con su resistencia -los que hacían que fuera peor están tranquilamente en sus mansiones insistiendo en sus propósitos, y lográndolo a juzgar por los resultados- y que aún quedan, les estamos condenando a morir solos, lejos de sus seres queridos y sin el necesario contacto humano y afectivo, y a veces en lamentables condiciones ocasionadas por la busca del máximo rendimiento de los negocios.
Somos indignos y despreciables, y si no abrimos los ojos, el nuevo paradigma del poder y el miedo será más egocéntrico y deshumanizado que el anterior, y mira que parecía difícil. A esa manipulación es a la que tenemos que tener miedo, no a los virus, por qué los seres humanos hemos vivido milenios en sintonía con la naturaleza y nuestra salud está más relacionada con el fortalecimiento de nuestra sistema inmune, y nuestra humanidad y estado emocional, que con las guerras contra los virus y demás gérmenes. Mientras tanto lo único que continuamos resistiendo aquí son las consecuencias de los últimos años del gobierno del PP porque aún funcionamos con ley mordaza y gran parte de sus reformas laborales, sin que tampoco se hayan desvelado los favorecidos por la amnistía fiscal, ni las más oscuras corruptelas del reino, a lo que se añade toda la nueva basura que nos echan encima. Pero resistiré, aunque ni siquiera puedan darte un beso para despedirte o ir a tu funeral.