Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

jueves, 8 de julio de 2010

Reductos mágicos

La influencia de la tradición, la cultura, el entorno o las circunstancias, inciden en la formación y evolución de las diferentes sociedades. Un cúmulo de todas ellas condicionaba que determinada etnia o población fuera nómada o sedentaria, guerrera o espiritual, agrícola o ganadera,… Con la expansión de las civilizaciones, la complejidad de las sociedades modernas y, sobre todo, el surgimiento de la aldea global con la revolución de los sistemas y medios de comunicación, se han diluido las diferencias porque prácticamente todas las sociedades pueden acceder a los conocimientos de otras, y por tanto imitarlas.
En cualquier caso, aún en pleno siglo XXI, la ciencia, la antropología o la curiosidad, continúan investigando porque en determinadas y reducidas zonas se vive más, se es más o menos proclive a determinadas enfermedades o se desarrollan más unas habilidades que otras. Encontrar las supuestas claves de tendencias positivas supondrían grandes avances para la humanidad.
Desde que el ingenio de Uderzo y Goscinny nos descubriera, en 1959, que el secreto de una pequeña aldea gala para permanecer irreductible ante los romanos era una poción mágica, resulta más atractivo pensar que un simple brebaje pueda multiplicar nuestro potencial. Cuando las legiones romanas trataban de invadir la pequeña aldea, el druida Panorámix preparaba la poción, que proporcionaba una fuerza descomunal al que la tomara, y la repartía entre los pobladores según las necesidades que tuvieran para rechazar los ataques romanos. Más allá de la rutinaria cotidianeidad de la aldea, que también queda reflejada en las aventuras, el verdadero meollo de las mismas lo protagoniza la poción mágica. Conocedores de su poder, los romanos tratan por todos los medios de hacerse con el secreto de la poción para utilizarla a su favor o, en su defecto, evitar que la puedan usar los irreductibles galos. En medio de toda la acción, los dos héroes de la aldea son Asterix, un pequeño galo que tiene acceso permanente a la poción, y Obelix, su voluminoso e inseparable amigo, que no necesita poción, ya que, cuando era un niño, se cayó en la olla donde se preparaba y los efectos son permanentes en él.
A veces cabe preguntarse que clase de pócima utilizarán en lugares donde sus habitantes parecen irreductibles en algunas actividades. Por ejemplo, Brasil, un país con 193 millones de habitantes, aglutina la mayor parte de los jugadores de futbol destacados en el mundo. En el último quinquenio el país sudamericano ha exportado al resto del planeta una media cercana a los mil futbolistas anuales. Quizás tomen alguna poción para dominar mejor el balón.
Disminuyendo el tamaño del reducto, aunque no de la magia que se genera, nos encontramos con Jamaica, una isla con menos de tres millones de habitantes, que ocupa el puesto 43, de los 141 países que figuran en el medallero olímpico, con 53 metales logrados desde 1896. Lo sorprendente es que 52 de esas medallas las han logrado en pruebas de velocidad, 11 de ellas en los últimos juegos olímpicos. Aquí la pócima o secreto debe ser muy veloz.
Pero tal vez la más portentosa poción, secreto o influencia es el que parecen tener en otra isla. Ya repasamos los éxitos de toda España, pero concretamente esta isla, que atesora cultura, historia, variedad, belleza y rincones privilegiados, y aunque medio ocupada por los alemanes, entre sus menos de un millón de habitantes acumula al menos tres portentos internacionales.
Uno de ellos es campeón del Mundo y de Europa y subcampeón olímpico de baloncesto con la selección española, además de ser, hasta el momento, el único jugador no norteamericano en competir en el concurso de mates de la NBA y el debutante en esta competición que históricamente más triples ha logrado en una temporada con 159. Se trata de Rudy Fernández. El segundo personaje ha vencido en dos ocasiones en el campeonato del mundo de motociclismo en la categoría de 250 centímetros cúbicos y el año pasado quedó segundo en la categoría de Moto GP plantando cara a Valentino Rossi. Este año, con la ausencia del italiano en varias carreras por lesión, Jorge Lorenzo tiene el camino más libre hacia el triunfo, y dada su juventud puede ser el primero de muchos. El tercer superhombre es medalla de oro en los últimos juegos olímpicos, el jugador de todos los tiempos con más victorias en torneos Master 1000, y un total de 41 torneos de la ATP ganados, además de ser actualmente el número uno de tenis del mundo, con más de 3.800 puntos de ventaja sobre el segundo. Con estas cifras, y el juego y el coraje que aúna Rafael Nadal, tenemos ante nosotros una nueva leyenda del tenis que, si las lesiones le respetan, podrá ser insuperable en muchos aspectos.
No sé que clase de poción, influjo o circunstancia actúa en Mallorca, pero a la vista de los resultados debe ser muy poderosa por que además de hacerlo es especialidades muy diferentes, estos tres jóvenes ídolos, Lorenzo (1987), Nadal (1986) y Fernández (1985), también son personas comprometidas con acciones solidarias y con un prometedor futuro por delante. Parece que corren buenas vibraciones por la excelsa isla y da envidia no ser de allí, aunque parece que, o bien hay pócimas diferentes, o afectan de modo distinto a los isleños, porque en el mismo lugar donde han surgido tres admirables personajes también proliferan gentes de otra calaña, e independientemente de las influencias que reciban, es seguro que en los éxitos de los primeros tiene mucho que ver su esfuerzo y entrega, mientras que los segundos aspiran a vivir sin dar un palo al agua.
Jaume Matas, imputado por el presunto desvío de más de 50 millones de euros de dinero público; María Antonia Munar, acusada de seis delitos, entre ellos malversación y cohecho o Miquel Nadal, imputado por malversar fondos públicos, son sólo tres ejemplos de una larga lista de indeseables mallorquines. Coincidentemente los tres son políticos, y es que parece que esta actividad tiene gran facilidad para convertir cualquier reducto mágico en un vertedero corrupto.

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