Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Velos de humo



    Cuando la transcendencia real de una información intenta ocultarse tras maniobras de distracción se dice que son cortinas de humo con las que se trata de dificultar la visión de la verdad. Si por el contrario se pretende enterrar una acción propia bajo la impunidad del olvido, suele ser un tupido velo el que identifica la realización de la impudicia. En ese sentido, en este país, la organización terrorista ETA ha sido, y aún es para las amplias tendencias conservadoras de la nación, la más manida y manoseada tupida cortina o el más denso y oscuro velo de humo. Desde sus albores sirvió ya para ocultar el magnicidio de Carrero Blanco perpetrado por la CIA desde la sombra si bien la espectacularidad del atentado sirvió para cubrir de fulgor de peligrosidad las tres letras de su acróstico en el inconsciente del pueblo español. Desde entonces ETA es sinónimo de peligroso e implacable terrorismo. Sin duda fue una parte de eso, lo que sirvió para mantener atemorizado a un pueblo, y ese arriesgado temor alimentado hasta la saciedad por los medios de difusión, se inculcó en su mente y generó importantes negocios relacionados con la seguridad, además de mantener la radicalidad de un trasnochado discurso de pasados melancólicos. Aún hay quien ve tras el humo de los atentados de 11 M la culpabilidad de ETA. Son los mismos que se indignan cuando la legislación europea obliga a excarcelar a los presos que ya han cumplido su condena sin tener en cuenta las limitaciones implantadas por la denominada doctrina Parot en la reducción de las penas, declaradas ahora ilegales.
Henchidos de libertad de expresión vuelven a volcar sus católicas iras sobre los asesinos  etarras liberados por la justicia. Les acusan de no haber pedido perdón por sus deleznables actos, aunque la justicia asegura que ya han pagado por ellos. Es una lástima que esos mismos criterios de dolor de las víctimas y de ausencia de arrepentimiento de los ejecutores no la apliquen a las hordas franquistas y los crímenes impunes de los que están repletas variadas fosas comunes de las cunetas y descampados de este país.
Lejos de eso, con sus multitudinarias manifestaciones y declaraciones que copan los medios de difusión, subrayan la mayor peligrosidad de unos asesinos que, afortunadamente, ya no tienen el sustento ideológico que les impulsó a matar frente a las de los violadores o asesinos en serie liberados por la misma sentencia, pero en muchos casos aún con las bases mentales que les llevaron a cometer sus crímenes.

Todo forma parte de las estrategias de distracción empleadas por nuestros más neoliberales gobernantes que paradójicamente son conservadores de sus poderes desde tiempos inmemoriales. Se trata de mantener enfrentadas a las personas impidiendo que eso les permita unirse contra lo realmente preocupante, y es la constante limitación de nuestros derechos y libertades que nos empuja directamente a la esclavitud.    

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