Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

martes, 3 de junio de 2014

Tradiciones y ejemplos



Una tradición es una costumbre, doctrina, norma,… que se conserva en los pueblos por la transmisión de padres a hijos, y a través de generaciones. Habitualmente la bondad de las tradiciones se argumenta por su propia esencia repetitiva a través de un periodo más o menos largo de tiempo, e incluso una mayor durabilidad las confiere más respetabilidad y prestigio. Pero a pesar de ese disfraz de honorabilidad, en el que se suelen escudar sus defensores, la mayoría de las tradiciones, como corresponde con la naturaleza humana, son erróneas, al desarrollarse dentro del continuo proceso de aprendizaje y mejora que debe afectar a la especie.    
Sin duda habrá normas, costumbres, celebraciones,… perpetuadas como tradiciones que hayan sumado en positivo para todos los afectados por las mismas, aunque en general no es así por esa condena humana de avanzar a base de errores.
La historia está plagada de tradiciones desechadas. Las hay cruentas, inhumanas, execrables, inútiles,… o simplemente absurdas, aunque siempre beneficiosas o de algún modo agradables, placenteras o  favorables para los intereses de sus defensores.  
Cuando era tradición realizar sacrificios humanos para calmar a los dioses, lo que sucedió en diferentes épocas y culturas, el supuesto beneficio era para toda la comunidad; sin embargo la tradición medieval del derecho de pernada por la que el señor se podía beneficiar a la futura esposa de sus súbditos, el patente beneficio es más bien limitado a una persona. Ambas tradiciones afortunadamente dejaron de practicarse, pero hay otras muchas que aún persisten. Si bien es cierto que los ritos que aniquilan vidas humanas se han tratado de suprimir, aún actualmente, por ejemplo, se pueden dar casos de Sati, incineración de viudas, cuya vida carece de valor una vez muerto el esposo, en zonas rurales de La India, y son igualmente repugnantes tradiciones como la ablación, la muerte por lapidación y otros castigos de las prácticas musulmanas.
Con respecto a los animales, la crueldad de las tradiciones es patente, y así cada año Japón acaba con cientos de delfines, Canadá y Groenlandia hacen lo propio con focas y Dinamarca y Japón lo hacían con ballenas, todo ello en base a defendidas tradiciones.
El mismo motivo martiriza, tortura y asesina a decenas de variados animales cada año en España: se les tira desde campanarios, se les arranca la cabeza colgándose de su cuello, se les atraviesa con lanzas… En el país de la piel de toro, este bóvido es el más maltratado y cada año se celebran cerca de 15.000 festejos taurinos con sus correspondientes dosis de crueldad, si bien las corridas de toros en sí apenas superan el cinco por ciento del total.
Esa execrable pasión de las clases pudientes por la tauromaquia procede prácticamente desde sus inicios en el siglo XIII, para después integrarse en otra poderosa tradición, la monarquía, y difundirse con ella. Así los conquistadores españoles sometieron parte de América imponiendo el catolicismo, la monarquía y los toros, perfectamente integrados en Perú, México, Venezuela, Colombia o Ecuador. Desde entonces en algunos sectores sociales está tan arraigada esa tradición que mientras en Catalunya se legisla contra su celebración, las cortes populares españolas la incluyeron el pasado mes de octubre como patrimonio cultural, para tratar de perpetuarlo y tratar de convertirlo en ejemplo cultural, a pesar de ser una aberrante y obsoleta tradición. Las monarquías también son tradiciones obsoletas, como demuestra el hecho de que cada vez queden menos y las que sobreviven hayan tratado de adaptarse a los diferentes tiempos y libertades para sobrevivir.
La monarquía española actual ampara bajo su paraguas el gigantesco entramado político de poltronas del café para todos que se ideó para contentar a todos los poderes, incluso los heredados del franquismo, en la transición, y que se consagró en la endiosada constitución del 78 y su regulación de los partidos políticos como garantes de la democracia. La realidad ha demostrado que lejos de ello, los partidos se han convertido en nidos de corrupción al servicio de las oligarquías económicas dominantes. Hace apenas una semana, la formación política Podemos, demostró que hay alternativas a esa imposición de desigualdad y corrupción, cuestionando la eficacia del sistema. La abdicación del rey abre otra grieta en el mismo, de ahí que los partidos mayoritarios, PP y PSOE, pretendan blindar la figura de la monarquía, con la que no sólo comparten gusto por las tradiciones de la tauromaquia o de las cacerías, que tan maravillosamente retratara Berlanga es su saga de films sobre la escopeta nacional, sino el de vivir a cuerpo de rey sin apenas trabajo o mérito. Jamás pondrán en peligro sus poltronas respaldando un referéndum para que el pueblo elija entre una monarquía obsoleta y una republica, que además podría resolver parte de las tensiones territoriales a través de una federación de estados.
Ante la mediocridad de los políticos mayoritarios y la falta de ejemplaridad de las tradiciones, el auténtico ejemplo lo daría el príncipe Felipe renunciando al trono y optando a convertirse en jefe de estado a través de su participación en las elecciones, de modo parecido a como lo hiciera Simeón II de Bulgaria, que años después de ser expulsado del país ganó las elecciones. Esa opción, sin duda ejemplar, podría satisfacer a demócratas y republicanos, pero sin duda no haría lo propio con la gran cantidad de parásitos y corruptos que viven de las fraudulentas tradiciones. Podemos cambiar las tradiciones por ejemplos, porque las primeras se afianzaron para satisfacer a sus promotores y los segundos nos pueden ayudar a mejorar como seres humanos..

4 comentarios:

  1. mierda de tradiciones, no sé que puede sacar un ser humano en masacrar a un animal o a otro ser de su misma especie, pero cada día, cada año más de lo mismo y no veo a ningún partido político con la intención de parar esto, salvo el pacma que lo llevaba en su programa electoral, pero supongo que los demás les considerarán locos, la pena que tengo es que yo no veré nunca la prohibición de esas tradiciones crueles.

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    1. Mientras no seamos conscientes de que sólo somos unos animales más, maltrataremos a los demás como lo hacemos

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  3. 'la tradición es una maldición...' - La Polla Records

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