Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

jueves, 8 de abril de 2010

¿Cual es tu opción?

La actual situación política de este país, y tal vez la de otros muchos, invita a pensar en que estado se encuentra la salud de nuestras democracias.

La evolución histórica del pensamiento político y de las diferentes formas de gobierno han encumbrado a la democracia, desde su surgimiento ateniense en el siglo V antes de Cristo, como la menos injusta manera de gobernar a las diferentes nacionalidades y países. Su adaptación a los evolutivos cambios sociales es incuestionable, y aparentemente siempre ha mantenido su esencia de “gobierno del pueblo” o “gobierno de la multitud”, o de “los más”, tratando de conferir a la mayor parte posible de la colectividad el poder de las decisiones.

Lo cierto es que, a pesar de su loable intención, esa pretensión de dotar a los ciudadanos de una herramienta que les hiciera depositarios del poder para regir sus propias vidas jamás ha sido demasiado efectiva y, de un modo u otro, siempre ha estado limitada a una parte reducida de la sociedad.

En grupos pequeños el sistema democrático podía considerarse más equitativo y justo ya que los individuos depositarios de ese poder tomaban directamente las decisiones. La limitación en esos casos venía dada porqué sólo eran considerados ciudadanos con derecho a decidir un pequeño grupo de la sociedad entre los que no tenían cabida, por ejemplo, los menos favorecidos, los esclavos o las mujeres. La igualdad entre los miembros del grupo era, por lo tanto, inexistente .

Con la aplicación del sistema a sociedades cada vez más numerosas se hizo necesaria la introducción de la democracia representativa, por la cual no se tomaban las decisiones directamente sino que se elegía a unos representantes que eran quienes decidían a través de la legitimidad que les confería la delegación, por medio del voto, de a quienes representaban. El gobierno del pueblo se iba diluyendo en unos elegidos. Además, aún continuaban siendo algunos quienes elegían. Las mujeres, por ejemplo, continuaban sin poder votar.

La democracia perfeccionaba esta parte de sus carencias incorporando mejoras sociales impulsadas por la evolución histórica. La abolición de la esclavitud, la aprobación de los Derechos Humanos, el sufragio universal,…ampliaron el número de ciudadanos con derecho a votar. La igualdad en cuanto a posesión de soberanía popular en cada individuo aumentaba hasta convertirse en perfecta en ese aspecto: todos son ciudadanos, todos los ciudadanos mayores de edad votan, y todos y cada uno de los votos valen lo mismo. Todos somos iguales. Democracia absoluta, igualdad absoluta, aunque con un poder muy diluido entre los numerosos ciudadanos: a mayor número de electores, menos valor absoluto tiene su voto.

Por el contrario los elegidos cada vez aglutinaban más poder y también aumentaban, aunque en número mucho menor que el de los electores. Eran muchos los que aportaban su granito de soberanía, que en su vertiente pecuniaria no dejaba de ser dinero, y pocos los que redistribuían esa soberanía o variante pecuniaria dineraria. El gobierno democrático, la administración democrática de un país simplemente es administrar desde, por y para el pueblo, y en todo aquello que concierne al pueblo, incluida la parte monetaria que al fin y al cabo es la que hace posible el resto financiándolos: educación, sanidad, justicia, seguridad,…

Así pues, unos pocos elegidos, aunque cada vez más, administraban el dinero y el poder soberano del creciente número de ciudadanos. A medida que aumentaban electores y elegidos, los últimos se organizaban entre ellos, a veces para defender sus intereses comunes, otras con el propósito de luchar por una ideología que les unía, y que en ocasiones podía ser positiva, y en otras no tanto. Surgen así los partidos políticos. La democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo comienza a desvirtuarse a medida que se incrementan los intereses de las agrupaciones políticas para lograr sus objetivos.

Lenta, pero progresivamente, quienes forman parte de los elegidos, la clase política, va seleccionando a aquellos que pueden ser más válidos para desempeñar las funciones que asumen. Encomiable y necesaria labor si se realiza con el criterio de buscar el bien común de a quienes se gobierna pero que, por desgracia y con demasiada frecuencia, desemboca en gestionar los propios intereses del grupo ideológico al que aglutina el partido.

La obligada selección de aquellos que van a formar parte de la estructura jerárquica del partido, de quienes van a optar a ocupar los cargos con mayor poder de decisión, esconde una trampa muy peligrosa para la democracia, porque ya no va a ser el pueblo quien les elija, sino que serán los propios partidos quienes lo hagan. El pueblo les podrá votar, pero en realidad no les elije. Únicamente tiene la opción de dar su confianza a alguien que previamente ha sido puesto en ese lugar por un partido. La situación se agrava aún más cuando los comicios, como es el caso de España, se realizan con listas cerradas. El votante únicamente puede elegir una candidatura ordenada según los criterios del partido bajo cuyas siglas se presenta. Quienes forman parte de ella, así como el orden que ocupan, se escapa al poder del ciudadano y sus decisiones están por lo tanto muy limitadas.

Aunque la mayor parte de los pensadores políticos pueden coincidir en que la democracia es una de las maneras menos malas para regir los destinos de los países y naciones. Ya a mediados del siglo XIX el teórico político francés, Alexis de Tocqueville, advertía que “un estado democrático de la sociedad, similar al de los americanos, puede ofrecer singulares facilidades para establecer el despotismo”, es decir, el gobierno de una o varias personas, estrechamente relacionadas, que gobiernan con poder absoluto.

El control de los partidos políticos en la elección de sus participantes puede potenciar esa estrecha relación entre quienes van a gobernar y la defensa de sus propios intereses.

El historiador británico Eric Hobsbawm fue aún más crítico y defendía que, en general, la democracia se usa para justificar las estructuras existentes de clase y poder. “Ustedes son el pueblo y su soberanía consiste en tener elecciones cada cuatro o seis años. Y eso significa que nosotros, el gobierno, somos legítimos aún para quienes no nos votaron. Hasta la próxima elección no es mucho lo que pueden hacer por si mismos. Entretanto, nosotros os gobernamos porque representamos al pueblo y lo que hacemos es para bien de la nación…”, afirmaba. Para Hobsbawn la esencia de la democracia es que el gobierno tiene que tomar en cuenta lo que el pueblo quiere y no quiere, aunque añadía que el gobierno representativo no es muy eficaz para ello y que, en realidad no hay ningún mecanismo que lo pueda hacer, aunque en ocasiones la prensa o los movimientos directos son más efectivos.

Con todo, la evolución de la democracia se ha visto mejorada en unos aspectos, especialmente en cuanto a la igualdad de quienes eligen, y también en otros como la justicia social que pudo alcanzar sus máximas cotas con la socialdemocracia; pero desvirtuada brutalmente en otros, básicamente en lo que afecta a quienes pueden resultar elegidos. Las pruebas son patentes, al menos en este país. Las crecientes tramas de oscuras intenciones con las que se enriquecen políticos y se financian sus partidos ocupan páginas de prensa e investigaciones judiciales ante la pasividad de quienes les amparan. El caso Matas o el caso Gürtel pueden ser sólo la punta de un gigantesco iceberg de corrupción amparado en el corporativismo y los intereses particulares de una clase política que se ha olvidado que inicialmente procedió del pueblo y gobernó, o eso decían, por y para el pueblo.

Ese círculo cerrado que han creado los políticos y sus partidos, en el que es muy complicado que tengan que rendir cuentas, sino a sus propios compañeros, les acaba absolviendo prácticamente de todo. Hay quienes, como Roldán, han robado cuanto han podido y mentido aún más. La justicia, esa que actúa cuando se lo permiten, juzga algunas irregularidades, pero es del todo insuficiente. Roldán ha cumplido penas por algunos de sus delitos, pero ya está en la calle, y del dinero que se llevó no se sabe nada. Matas ha pagado su fianza para evitar inicialmente la cárcel probablemente con mucho del dinero que ha sustraído previamente. El caso Gürtel no se sabe en que acabará, pero de momento los políticos del partido afectado han dejado patente a través de sus actuaciones, que les interesa más la impunidad de las actuaciones ilegales, bien a través de defectos de forma en el procedimiento o de lo que sea, que en castigar a los culpables y evitar que esas actuaciones se repitan. Evidentemente, no todos los políticos son iguales, pero en muchas ocasiones simplemente el silencio ante actuaciones no demasiado claras permite que éstas se repitan e incluso se perpetúen, y ahí la responsabilidad es de todos ellos.

Queda clara pues la cerrada estructura de lo que se puede considerar una nueva y elitista clase política en la que ellos mismos son únicamente quienes deciden quien puede pertenecer a ella y quien no. Esto es una clara degeneración de la democracia porque, a pesar de que es el pueblo quien elige, no es el pueblo quien decide a quien se elige, y es ahí donde se desvirtúa y degenera para conformar nuevas formas de gobierno ocultas tras el velo democrático.

Así, del gobierno del pueblo, se ha pasado a una profesionalización de la política que limita ese poder a unos pocos, a los que cuentan con el respaldo del partido. Eso tiene un nombre, lo complicado es saber cual es exactamente, y es aquí donde solicito vuestra ayuda y conocer vuestra opinión. Analizando la situación actual de este país, y de otros muchos, trataremos de encontrar la forma de gobierno que les rige, aunque de todas las posibles, sólo se plantean cinco. Del mismo modo, tú puedes aportar la tuya.

A-Democracia: a pesar de todo, los actuales sistemas democráticos siguen siendo el gobierno del pueblo, por el pueblo o para el pueblo.

B-Partitocracia: los partidos políticos, el instrumento para organizar a los elegidos y poder desarrollarse la democracia, se apropia de la idea y el poder, y desvirtúa las intenciones originales, sirviendo más a los intereses de los partidos que a los generales.

C-Oclocracia: para algunos autores, la supuesta ignorancia de la ciudadanía en asuntos sociales y de estado y la demagogia política pueden provocar la manipulación del electorado. Otros pensadores, como Rousseau, creen que la oclocracia es la degeneración de la democracia cuando sus propios vicios provocan que se defiendan los intereses de algunos en lugar de la Voluntad General.

D-Oligarquía: el poder supremo está en manos de unos pocos. Originariamente esos pocos eran quienes atesoraban más dinero, riquezas, tierras y poder. Ahora, evidentemente no sería así, pero tampoco se puede negar que los políticos han formado un grupo cerrado al que pueden acceder unos pocos.

E-Cleptocracia: Sistema de gobierno basado en la corrupción y variantes como el nepotismo (amiguismo y enchufismo en el reparto de los cargos) o el clientelismo político (intercambios de favores entre políticos y partidos); quedando estos delitos impunes porque todo el sistema está corrompido. De momento parece que algunos jueces están evitando esta degeneración, no así la clase política que potencia la progresiva politización de las altas esferas judiciales eligiendo y pactando quienes serán sus miembros.

No incluyo la opción de la Aristocracia, originariamente “gobierno de los mejores” haciendo referencia a las facetas de la sabiduría e inteligencia (aunque posteriormente degeneró en aspectos como el linaje o la riqueza). Comparto el pensamiento de Aristóteles de considerar esta forma de gobierno como la mejor de todas, si bien habría que matizar los modos de decidir quienes son los mejores. En cualquier caso creo que nuestros políticos no son “los mejores” en cuanto a intelectualidad, y por eso no es aplicable esa forma de gobierno.

Ahora reflexionemos, y, a la vista de cuanto te rodea y afecta, ¿cual es tu opción?

3 comentarios:

  1. mi opción sería LA ESENCIA DE LA DEMOCRACIA, la auténtica democracia en la que TOD@S los adultos dieran su voto REAL sobre los temas importantes.. La herramienta INTERNET.. yo sólo creo en esa DEMOCRACIA y sé que llegará pronto..
    saludos a tod@s
    EL MUNDO TIENE QUE CAMBIAR

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  2. mi opcion seria que dejara de ecxistir la cleptocracia,favoritismo trafico de influencias el polifacetismo de dos caras la corrupcion etc etc.y por otro lado que huviera mas humanidad y NO tanto tengo tanto vales,hagamos uso de la palabra DEMOCRACIA,SE que es palabra un poco larga,pero algunos se la tenian que leer muy despacio,pero esos no todos,estan dentro del poder y porsupuesto se tendria que aplicar al 100x100 la justicia seas culpable o inocente un saludo

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  3. Interesantes reflexiones. Ojalá que los deseos que cambios que se apuntan se lleven a cabo, y a tiempo

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