Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 28 de marzo de 2014

De mal en peor



 La vida, en todos los niveles, es un continuo cambio para intentar mejorar. Así cada individuo trata de lograr las mejores condiciones para garantizar su supervivencia en cada momento, y de paso logra la de la especie. Las características del ser humano, con una capacidad cerebral suficiente como para desarrollar los niveles de inteligencia y comunicación actuales, le permiten perfeccionar, acelerar e incluso seleccionar los cambios que le pueden ser más favorables. De este modo avanzan los individuos, y a medida que los avances se van afianzando, se extienden a los grupos, las sociedades y las civilizaciones, que tratan de perfeccionarse en base a lo mejor que han sido capaces de crear los individuos.
O así debería ser de adoptarse los cambios más adecuados e idóneos para un correcto crecimiento, aunque la decadencia de las sucesivas civilizaciones que han dominado el planeta a lo largo de la historia nos demuestra que, por un motivo u otro, jamás ha sido así, y priman los intereses de unos pocos, los más poderosos, sobre todo lo demás. La civilización dominante actualmente de modo globalizado es la capitalista industrializada, donde los mercados y las monedas han degenerado las tendencias dominantes en consumismo y especulación para el enriquecimiento de unos pocos aún a costa de la explotación del resto, y de la Naturaleza en general.
Obviamente hasta llegar al estado actual de las cosas la situación de los seres humanos mejoró mucho durante bastante tiempo, como consecuencia de la correcta introducción de las nuevas ideas en los cambios sociales, lo que se aplicaba a través de la política, como la actividad que rige los asuntos públicos de los ciudadanos. Con la aplicación de las nuevas políticas, por ejemplo, se erradicó la esclavitud, se eliminaron las dictaduras o se estableció el sufragio universal, o la separación de poderes, todas ellas admitidas casi globalmente, aunque con algunas excepciones. De ese modo, gracias a ideas, pensadores, iniciativas y políticos que las ponían en práctica, a pesar de guerras, enfrentamientos e injusticias se logró alcanzar cierto estado del Bienestar, especialmente en Europa, que hacía presagiar un futuro planeta más Justo.
Pero desde la década de los setenta y el triunfo e  implantación de las neoliberales teorías económicas de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, que propugnan la desregularización de los mercados, la libre especulación para enriquecerse es el objetivo último del sistema, y el que, indudablemente, provocará su estrepitosa caída. La generalizada aplicación de esas teorías se la tenemos que agradecer a nuestros políticos que han legislado para favorecer al capital y a las grandes multinacionales pensando más en su propio beneficio que en el interés común.
Si bien en una sociedad globalizada la política alcanza a casi todos los aspectos de nuestras vidas sigue siendo esencial la función del político legislador a la hora de orientar las directrices sociales, de ahí que la calidad de nuestro futuro dependa de la calidad de nuestros líderes y gobernantes.
La situación de España con respecto al asunto es más bien deprimente. Acaba de desaparecer probablemente el estadista español más ecuánime y trascendente de la historia de este país. Adolfo Suárez, primer presidente de la democracia tras el franquismo, y que llegó al cargo sin contentar a ninguna tendencia ideológica del momento, y calificado de gris, fue despedido con el reconocimiento generalizado, no ya de hipócritas políticos, muchos de los cuales forzaron su caída, sino de la mayoría ciudadana, y eso a pesar de llevar retirado de la política activa varios lustros. Ninguno de sus mediocres seguidores en el cargo hasta el momento podrá hacerle ni la menor sombra, porque de un modo u otro han colaborado en el desmantelamiento del estado, y en el irregular reparto de ese expolio programado.
A otro nivel de gestión, también nos ha dejado Iñaki Azcuna, el alcalde de Bilbao galardonado en 2013 como Mejor Alcalde del Mundo y que mejoró la ciudad hasta límites insospechados, alcanzando cotas de popularidad entre sus convecinos similares a las que obtuviera en la primera mitad de los ochenta el Viejo Profesor, Enrique Tierno Galván cuando ocupó la alcaldía de Madrid.
El secreto de todos ellos no fue su ideología, muy diferente en cada caso, sino su capacidad de escuchar a todas las partes y de llegar a acuerdos que satisficieran a la mayor parte de los ciudadanos, dejando de lado la satisfacción de sus egos materiales e intereses personales.
Lejos de tratar de alcanzar esos objetivos nuestros líderes y políticos siguen con lo suyo: cinco ex políticos del PP entrarán a formar parte de la privatizada Enagas en breve, sumándose a la larga lista de ex cargos públicos de todas las ideas y tendencias que llenan sus bolsillos con los jugosos incentivos que reciben  de antiguas empresas públicas, ahora multinacionales privadas. Para hacernos una idea de la calaña de los empresarios que les contratan, simplemente tendremos en cuenta que el pasado domingo, dos de cada tres empresarios madrileños reeligieron a Arturo Fernández para que continúe otros cuatro años como su presidente, cargo que ocupa desde hace siete. El amplio respaldo a Fernández no parece verse afectado porque el empresario está imputado en el caso Bankia, ya que como consejero respaldó, sin leer, muchas de sus oscuras actuaciones, o esté constantemente en los medios por sus flirteos con impagos a la seguridad social y a Hacienda. En este sentido la Agencia Tributaria comunicó al Congreso de los Diputados a principios de marzo que el grupo empresarial de Arturo Fernández debía al fisco más de tres millones de euros, cuatro veces más que hace apenas unos meses
Tal vez por esa habilidad de incrementar sus deudas con hacienda, tras su reelección, el presidente de la patronal CEOE, Joan Rosell, destacaba la “inteligencia natural” de Fernández, que también es vicepresidente de la CEOE, mientras que el máximo mandatario de la Comunidad madrileña, Ignacio González siempre ha considerado que es un “gran empresario”. El anterior presidente de la patronal Gerardo Díaz Ferrán, recibía alabanzas similares de empresarios, políticos y banqueros, antes de acabar en la cárcel por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero.
Entre ellos se alaban, se comen la oreja y son promocionados y prestigiados por sus medios de difusión y órganos afines, pues normalmente acaban corrompiéndose con el mismo dinero. Esa cultura de la especulación y del pelotazo es la que predomina entre nuestros políticos y demás triunfadores del neoliberalismo reconvertidos en líderes. Cualquier cosa que no comulga con esa filosofía del enriquecimiento es impedida por todos los medios, y desahuciado de toda posibilidad de prestigio quien no la proclame.   
Uno de los instrumentos más utilizados para prestigiar las figuras que más interesan al sistema son la concesión arbitraria de doctorados honoris causa por parte de las diferentes universidades. En este sentido el ex presidente del gobierno José María Aznar acumula nueve doctorados honoris causa, por otras tantas universidades, dos de las cuales son españolas y el resto extranjeras, y todos menos uno, que se le concedió en 1998, fueron investidos tras abandonar la presidencia del gobierno. Los méritos para tanto reconocimiento hay que buscarlo en el enriquecimiento de la Iglesia y de otras élites que permitió con sus decisiones y con la ideología que difundió.
Se da la circunstancia de que la Universidad Internacional de Baleares (UIB) tenía previsto recientemente investir a Rafael Nadal Doctor Honoris Causa “en atención a sus méritos deportivos y a los valores que ha transmitido a todas las generaciones a lo largo de su carrera como tenista”. El merecido galardón hacía justicia a su excelente labor como deportista y como persona, pero días después de hecha pública la propuesta comenzaron las criticas en las élites y medios más retrógrados para oponerse a la investidura del genial jugador bajo el peregrino argumento de que no tiene título universitario. Y es que todos estos mediocres de entendederas son como los mercados, que sólo son capaces de valorar lo cuantificable y evaluable económicamente para ser objeto de una transacción. Valores como la solidaridad, el respeto, la superación o la honradez no pueden ser obtenidos a través de ningún título universitario, sino de la conciencia y personalidad interior; por mucho que quienes ostentan los diferentes poderes desde hace siglos pretendan comprarlos con el dinero que acumulan fruto de especulación y malas artes. Los que dirigen nuestros destinos como líderes de poderes democráticos van de mal en peor ante nuestra pasiva actitud. Y encima les pagamos por ello, y creemos en sus falsos prestigios.
En breve el Estado tendrá que hacerse cargo de nueve ruinosas autopistas pagando para ello cerca de cuatro mil millones de euros. Esa es sólo una secuela de las políticas promovidas por el endiosado Aznar. Muchas de las otras medidas adoptadas sucesivamente, son la causa de que España se produjeran más de 180 desahucios al día durante el pasado año, y de que tenga casi un 30 por ciento de sus menores de edad en situación de riesgo de pobreza según Cáritas.
Esa creciente cifra sólo es superada en Europa por Rumanía y delata la existencia de más de un millón y medio de hogares en nuestro país, que sufre exclusión social severa como consecuencia de las actuaciones de los sucesivos gobiernos que garantizan mayores diferencias entre los más ricos y los más pobres. Vamos de mal en peor, pero además con la certeza de que solucionar la situación de los más desfavorecidos es muchísimo más barato y sencillo de lo que parece, y según los propios informes de Cáritas, la gravedad de la situación se solventaría con sólo dedicar a mejorar la situación de estas familias la mitad del gasto previsto es rescatar las ruinosas autopistas, unos 2.600 millones de euros. No te digo nada si dedicamos a ellos los cerca de 50.000 millones dilapidados en el rescate a la banca. Pero nuestros mediocres políticos siguen más preocupados de sus insaciables egos y sus doradas jubilaciones, que del pueblo al que dicen representar.   

lunes, 24 de marzo de 2014

Comisiones y expertos.

 Cada vez es más habitual en política que la toma de decisiones se escude en supuestas racionalidades de optimización y excelencia, la vacuidad de cuyos contenidos se basa en la propia artificialidad inespecífica de un lenguaje inventado en lo que denominan laboratorios de ideas, que no dejan de ser instrumentos de manipulación ideológica, para engañar tras su pomposa apariencia.

El invento encaja perfectamente para justificar socialmente las desigualitarias y elitistas medidas que recomienda el neoliberalismo monetario Friedmaniano impuesto desde las tendencias económicas creadas por la  Escuela de Chicago y que endiosan a los intocables mercados que se autorregulan para corregir defectos, en la cumbre de las tendencias que rigen la Economía, que ha pasado de ser real y tangible, a ser completamente ficticia y especulativa, con conceptos como “derivados”, “futuros”, “opciones”,…

Entre las más destacadas falacias inventadas para legitimar las decisiones se encuentran las comisiones y comités de  expertos, pues parece que sus resultados son infalibles ya que vienen validadas por el posible consenso de una comisión que además está formada por infalibles expertos.

Así se hace continuamente en el planeta y así se hizo en España, por ejemplo, con la Comisión de Expertos para la Reforma del Sistema Universitario Español, convocada en abril de 2012 por el Consejo de Ministros y de escasa eficacia a juzgar por los resultados del rechazo generalizado a las actuaciones del Ministro Wert. Otros ejemplos sonados de la utilización de esa figura manipuladoramente legitimadora de barbaridades de todo tipo y compuesta por miembros ideológicamente seleccionados para satisfacer las perspectivas del gobierno de turno, fueron las comisiones, o comités, de expertos, o sabios, creados para fundamentar la ley de transparencia, que aún permite oscuras cloacas en la política y sus instituciones; para orientar la reforma tributaria, que recientemente ha recomendado subidas en IVA y otros impuestos; o para reformar la seguridad social y el sistema de pensiones, cuyos resultados pueden ser catastróficos.

La trampa de estos engañabobos consiste en que es el propio gobierno u organismo que encarga el trabajo a la comisión el que marca algunas de las directrices del estudio y elige a los expertos que la compondrán. En el caso del comité que aconsejará sobre las futuras pensiones entre los doce expertos elegidos para componerla, allá por julio de 2013, se encontraban ocho personas relacionadas con entidades financieras y con la patronal de las aseguradoras, deseosas ambas de que la tarta de los fondos que componen las pensiones públicas pase a manos privadas, con lo cual los consejos que adopte estarán condicionados en tal sentido.

Un ejemplo absolutamente demostrativo de la manipulación de esta prestigiada y rimbombante figura dentro de la falta de decoro, estética y cualquier tipo de consideración ética en el estilo de gobierno perpetrado por Mariano Rajoy y sus secuaces, no son sólo ya las habituales sustituciones de los componentes de los comités existentes por expertos más cercanos a sus ideas,  como sucedió con las variaciones en el Comité de Bioética, introduciendo miembros más cercanos a los contenidos de la Ley de Aborto promovida por Gallardón para “aconsejar” su aprobación cuando ya en su día hubo otro comité de expertos que avaló la reforma introducida por el gobierno Zapatero en defensa de una ley del aborto basada en los plazos, sino que crean descaradamente comisiones destinadas a avalar sus ideas, aún en temas polémicos y de clara división social. Así Wert, nuestro educado, culto y deportista ministro, propuso al Consejo de Ministros la creación de una Comisión de Trabajo para el fomento y protección de la tauromaquia el 12 de abril de 2013.  Recordemos que el Parlament catalán había aprobado una normativa que prohibía las corridas de toros a partir del 1 de enero de 2012, una medida respaldada por gran parte de los españoles, pero la comisión de expertos ni tan siquiera se cuestionaba los efectos negativos del maltrato a los animales que encierra la fiesta nacional, sino que abogaba directamente por su fomento y promoción. Evidentemente la comisión estaba compuesta por algún torero, miembros de peñas taurinas y empresarios del sector, así que sus trabajos favorecieron que en noviembre del pasado año lo que para muchos es considerado un cruel asesinato, la tauromaquia, fuera declarada patrimonio cultural por nuestro senado.

Los arteros derroteros de la política han reconvertido la máxima napoleónica que colocaba a las comisiones como perfectos instrumentos para dilatar hasta el infinito la toma de decisiones, en una perfecta farsa para instalar en las mentes de sus súbditos la idoneidad de decisiones muchas veces inapropiadas para el interés general. La clave está en elegir los expertos adecuados. En este sentido, mas allá de nombrar comisiones y expertos para formar parte de ellas, nuestros políticos han demostrado que son auténticos expertos en cobrar comisiones, como demuestran los múltiples casos de corrupción que atoran nuestros juzgados hasta la caducidad.

sábado, 8 de marzo de 2014

Disidentes catalanes, entre la honradez y la política



Disidir es separarse de la común doctrina, creencia o conducta. En este sentido solemos cometer el también común error de considerar como negativa la disidencia, y así lo sugieren los medios de difusión al tildar habitualmente de “disidentes” a quienes se enfrentan con los poderes establecidos, equiparándoles así a rebeldes, y conllevando por lo tanto una acepción bastante negativa y contraria al orden y a la justicia legal.
Ahora bien, si analizamos la realidad desde el punto de vista de esa legalidad dominante cometemos el imperdonable error de no cuestionar la base ética y humana de esas normas. Por ejemplo, una condena a muerte en el franquismo podía ser legal, y los disidentes con el sistema podían ser condenados a esa máxima pena, sólo por ello.
En este desastroso experimento autonómico-monárquico-constitucional-democrático del café para todos, vendido durante años como un modelo ejemplar de la transición de una dictadura a una democracia para el planeta, y para adormecer el orgullo de los españoles; ahora llegamos a la conclusión de que bajo ese disfraz de ejemplar unicidad se esconden montañas de disidencias. Para no profundizar con interminables cuestiones y argumentos, que justificarían, como cualquier otro, la implantación de absurdas y arbitrarias fronteras  en un planeta cuya única separación entre seres vivos debería ser el límite atmosférico de la propia presencia del oxígeno que permite la vida, nos quedaremos con la primera gran disidencia, la cultural, más evidente cuando se sustenta en idiomas diferentes. En este sentido con la España grande y libre que quieren volver a imponer disiden más Galicia, Euskadi y Catalunya que el resto de las autonomías, y no por ello dejan de ser igual de respetables.
Las disidencias tienen cabida en toda posibilidad con más de una opción y más de un afectado por la misma. Así, por ejemplo, en catalán  hay dos apellidos que se pronuncian prácticamente igual, pero que se escriben de modo diferente, y en este sentido se puede considerar que uno, el minoritario, es disidente del otro, y probablemente será Puyol el disidente de Pujol. Pero la ortografía no es la única disidencia entre ambos.
El primero, Carles Puyol, reconocido y meritorio central del todopoderoso Barça y de la selección española en laureadas épocas ha anunciado recientemente que deja el club el próximo mes de junio porque tras sus problemas con las lesiones no acaba de recuperar el nivel de forma y rendimiento adecuado.
El segundo, Jordi Pujol Ferrusola, primero de los siete hijos del que fuera president de la Generalitat, pero no el único de los cuales está relacionado con oscuros negocios, colecciona coches de lujo y está acusado de blanqueo de dinero, mientras los medios han publicado que el capital del global familiar en Suiza supera los cien millones de euros.
En este caso lo deseable es que el disidente, el que se sale de la norma, sea el Pujol de la saga política, porque la gran mayoría de los catalanes son honrados, aunque otros políticos de Catalunya se sumen a la disidencia pujolista, que por otra parte es demasiado común en otros partidos y ámbitos nacionales y regionales como delatan las tramas Gürtell, Pokemon, Malaya, los Eres, o los numerosos casos de corrupción que hieden por doquier en este país. Así pues todos estos políticos que llaman disidentes a quienes no defienden el sistema que sustenta sus cargos, se convierten en disidentes de la honradez y comulgan en corrupción. De este modo el disidente catalán Carles Puyol se convierte en paradigma de honradez pues se va en junio cuando podía continuar dos años más cobrando sin rendir, como acostumbran los mediocres políticos a lo largo de todos sus mandatos, que confluyen en la disidencia corrupta tal vez minoritariamente, pera lo hacen mayoritariamente en la falta de honradez, pues se aferran a sus inútiles puestos de elevados salarios ya que saben que fuera de ellos no pueden ni soñar con tales emolumentos y prebendas por sus nulas aportaciones.

Mientras tanto pretenden que creas que quienes se oponen al circo que les garantiza la sopa boba son disidentes, rebeldes y negativos para un sistema podrido hasta la médula, pero que siguen defendiendo por interés propio.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Falsa realidad



El último programa de Salvados, cuya cabeza visible es el revelador Jordi Évole, titulado Operación Palace y en el que se exponía una versión diferente de los acontecimientos que provocaron el golpe de estado del 23F, emitido el pasado domingo alcanzó una audiencia record, y una generalizada polémica, porque el promocionado espacio resultó ser un falso documental. Ninguno de los más de cinco millones de espectadores que siguieron la emisión fue indiferente a su contenido y así las opiniones contrastan entre quienes opinan que fue una genialidad que conmovió al público, llegándolo a comparar con La Guerra de los mundos, cuya adaptación radiofónica realizada por Orson Welles el 30 de octubre de 1938 provocó el pánico entre parte de la población neoyorkina. Aquello supuso el espaldarazo definitivo para el innovador comunicador, que más tarde triunfaría en el cine con realizaciones tan reconocidas y técnicamente revolucionarias como Ciudadano Kane, si bien no faltaron críticas y exigencias de responsabilidades, por lo que Welles tuvo que pedir perdón y decir que era una broma de Halloween. Rumbo al primer pedestal pretenden poner a Jordi Évole los defensores de la emisión del documental.
Evidentemente, lejos de vislumbrar mérito en la labor del controvertido Follonero, un sector de la población la ha condenado por faltar al respeto del público. Pero en este país de viscerales y encontradas pasiones y demasiada retrograda nostalgia dominante, que incluso impulsa la renovación de las legislación que nos ha de regir en asuntos tan trascendentes como los culturales, educativos, laborales o sanitarios, otro grupo poblacional ha reaccionado de modo más extremo, aunque sin llegar a lo sucedido el 12 de febrero de 1949 en la capital ecuatoriana. Aquel sábado Radio Quito, la más prestigiosa de la ciudad, emitió una versión de la Guerra de los Mundos, a la que se quiso dar la máxima veracidad, y pocos conocían la verdad. El guión relataba el avistamiento de un OVNI y la posterior aparición de una nube tóxica, pero poco más pudo desarrollarse porque a los veinte minutos, una vez descubierta la farsa, una multitud indignada y enfurecida atacó e incendió el edificio que acogía la emisora y donde también se ubicaban las rotativas de un periódico, cuyos almacenamientos de papel y tinta alimentaron las llamas que acabaron provocando cinco muertos.
Actuaciones así se corresponden con la intolerancia y los más cavernarios pensamientos y primarios instintos de algunos sectores ideológicos dominantes en este país de la grande y libre marca España.
Pero la emisión de Operación Palace no puede equipararse con ambos ejemplos, ni con otros muchos, pues hay una diferencia esencial: mientras La guerra de los mundos basa sus contenido en un hecho inicial ficticio, la piedra de toque del documental confeccionado por el premiado programa Salvados fue tan real como la conmoción que provocó en los españoles cuando se produjo, el 23 de febrero de 1981.
Jordi Évole y su equipo con unos medios nada espectaculares y una sencillez de agradecer nos muestran cada semana los entresijos de algún tema candente, entrevistando a sus protagonistas y documentando otros aspectos del mismo.
En el caso de Operación Palace, la farsa nos procura dos lecciones magistrales. Por un lado nos demuestra la capacidad manipulativa de los medios de difusión, especialmente audiovisuales, para conformar una falsa realidad que condiciona nuestras vidas y pensamientos y por otro denuncia que después de 30 años no sé conozca la verdad de lo sucedido aquel día, porque este oscurantismo sobre hechos importantes puede alimentar maquinaciones como las que ellos idearon y que conmocionó a parte del país, hasta que desvelaron la trama.
La oscuras situaciones políticas y financieras por las que atraviesa España, con altos cargos en ambos ámbitos, incluido el gobierno, inmersos en presuntos asuntos de corrupción, con sobres de dinero negro, comisiones, fraudes a usuarios y sueldos millonarios; cuyas resoluciones se prolongan hasta el infinito o se diluyen por insondables verigüetos judiciales, mientras los ciudadanos ven recortados sus derechos como consecuencia de esos derroches y despilfarros, y tienen que comulgar con las medias verdades y las manipulaciones y engaños que originados por los protagonistas son difundidos por los mal llamados medios de comunicación, normalmente lacayos del poder económico que les sustenta y voceros del poder de turno, justificarían con más fundamento que la emisión de un programa de radio, la indignación generalizada. Los ecuatorianos tardaron veinte minutos en incendiar el edificio de la radio origen de las mentiras, aunque no fueran tan importantes, aquí llevamos años soportando como nuestros mentirosos escurren el bulto e intercambian acusaciones, mediocridad y connivencia mientras nos crujen. Va siendo hora de despertar de esta manipulación, de esta falsa realidad en que nos sumergen gobernantes y medios sirviendo al sistema.

lunes, 3 de febrero de 2014

Pedro J. y la mano que mece la cuna


La amplitud del ámbito en el que es conocida una persona por su nombre de pila nos da una idea aproximada de su alcance social. María, la del bar, o Pepe, el cartero, eran más o menos conocidos a nivel local, o de barrio, en una costumbre que cada vez se reduce más a entornos rurales; pero a partir de ahí apenas existen personajes trascendentes y reconocibles, excepto iconos universales como Miguel Ángel, Julio César o el mismísimo Jesucristo, nombres artísticos como Víctor Manuel o Ramoncín, o singularidades hispanas como Manolo, el del bombo, o Paco, el pocero, e incluso anacronismos a los que se añadían numerales, como Juan Carlos I. A partir de ahí, o las personas son más conocidas por el apellido, como Aznar, Zapatero, Rajoy o Urdangarin o se ha de añadir el nombre propio para ser identificado. A veces, todavía, también sirve colocar un “don” delante de éste, como lo llevaban los párrocos, los médicos, el alcalde, el maestro o cualquier personaje transcendente en otros tiempos para ser identificados entre sus clientes, conocidos o influenciados cercanos.
En medio de esas variadas posibilidades se encuentra Pedro J., sin ser ni el Sr. Ramírez, ni don Pedro José, ni tan siquiera Pedro J., el periodista. Es simplemente Pedro J., pero muy conocido y transcendente, aunque ahora, desde ayer mismo, le han quitado del pedestal de director del periódico El Mundo desde el que forjaba el resplandor social de su nombre y satisfacía la vanidad humana del protagonismo.
Hace casi 25 años, el 8 de marzo de 1989, Pedro J. también fue sustituido como director de Diario 16, según él, por denunciar las turbulentas tramas contraterroristas que vinculaban el Gal con el gobierno de Felipe González. Apenas ocho meses después, el 23 de noviembre de 1989, se funda el Mundo del siglo XXI, un periódico definido como liberal y que crece hasta afianzarse como segundo diario más leído del país. La fulgurante trayectoria coincide con la del PP y las huestes de Aznar, hasta que junto a estas, se quedó atrapada en la responsabilidad de ETA en los atentados de Madrid del 11-M, que  a la postre costaran las elecciones a los populares.
Ahora Pedro J. no se va al destierro, como hace 25 años, pues seguirá contando con algunas funciones, pero insiste que tras la mano que mece la cuna donde le pretenden dormir están poderes que tratan de silenciar el pozo de corrupción del que se surte la estructura nacional del PP y que el diario el mundo denunciaba cotidianamente, dada la abundancia de datos al respecto que se van conociendo, a pesar de los sobreesfuerzos que intentan ocultarlos.
Quienes niegan esta posibilidad, defienden que ha sido una decisión empresarial, meramente de mercado, la que ha enviado a Pedro J. a dormir a la parte oscura  en estos momentos de crisis generalizados, y particularmente dificultosos para los medios de difusión escritos. En este sentido se puede estar de acuerdo o no con la línea editorial del periodista, pero no se le puede quitar el mérito de saber utilizar el sensacionalismo para vender periódicos, por eso sería demasiado ingenuo pensar que sustituirle sería la solución para elevar las ventas.
Parece pues que quien quiere hacer dormir a Pedro J. y mecer nuestras cunas para que permanezcamos ajenos a la podrida realidad de nuestras instituciones es el mismo que hace que nuestros gobernantes dibujen un futuro rosa mientras recortan salarios, sanidad, educación y derechos como el del aborto. Eso sí, aún tienen la jeta de negar que hayamos sido rescatados. Los 46.000 millones de euros que recibimos de Europa para las arruinadas cajas de ahorro, y que lastran nuestra deuda y nuestra economía deben de ser una broma.

Nuestros miserables dirigentes pretenden hacernos vivir en una gran mentira, pero no pasa nada, porque el deporte y gran parte de España se paralizaron para despedir a Luis Aragonés, el primer seleccionador que dio un gran triunfo internacional al fútbol español. Pero sin duda no es demasiado inteligente seguir mirando el partido mientras nos arrebatan cuanto tenemos, eso sí, distraídos por su disfrazada realidad de país de las maravillas en el que pretenden hacer creer que vivimos.