Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

lunes, 7 de abril de 2014

España, entre el error conceptual y la excepción estadística ( o demasiado listo para tanto gilipollas)

            Recientemente la OCDE, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, ha vuelto a cuestionar la eficacia de las políticas educativas de nuestro país, al situar a nuestros estudiantes por debajo de la media de los 34 países que la conforman. El suspenso viene reflejado en el último informe PISA, siglas en inglés del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, programa que se viene realizando cada tres años desde el año 2000, y actualmente en más de 60 estados,  y que pretende, mediante el análisis de los conocimientos de los alumnos adolescentes de 15 años, la obtención de información para mejorar y coordinar las políticas educativas de los diferentes países.

            El informe cubre las áreas de la comprensión lectora, las matemáticas o la competencia científica y habilidades prácticas, profundizándose en una de las tres en cada ocasión que se ha realizado, y en todos ellas, nuestros estudiantes se han situado por debajo de la media de los 34 países de la OCDE, si bien por delante de otros menos industrializados.

            Sin entrar a valorar el alcance real del suceso, y de las variables en que se basa, simplemente constatar que cuando te sitúan por debajo de la media en una lista estandarizada y prestigiada es porque te quieren decir que algo estás haciendo mal, al menos con respecto a lo que quieren conseguir en cuanto a esos estándares y prestigios potenciados desde el poder. En este sentido sólo señalar que en el último informe los productivos y disciplinados países asiáticos se aupaban a los primeros puestos en todas las variables analizadas, en detrimento de algunos igualitarios países nórdicos, y con respecto a España se indica que los adolescentes de las clases económicas más altas obtienen mejores resultados, lo que puede estar relacionado con los recortes presupuestarios y con el orientado desprestigio de lo público para potenciar lo privado. Ahondando en esa probabilidad la propia OCDE señala que a partir de cierto nivel de inversión, concretamente los 60.000 euros por alumno que se invierten en España, los resultados no mejoran, y el propio director del programa PISA, Andreas Schleicher, declaró el pasado mes de septiembre en uno de los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander que en España “hay demasiados profesores en relación al número de alumnos”, y que no todos deberían cobrar lo mismo.

           

Pero dejémonos de avisos para navegantes y regresemos a nuestra formación, que es lo que nos ocupa ahora.   


Los adolescentes españoles suspenden, pues, a la hora de comprender lo que leen o de realizar operaciones aritméticas, en lo que sin duda influye el mal, o excesivo, uso de las nuevas tecnologías. Si bien nuestro cerebro matemático jamás podrá sustituir el potencial de un ordenador, y tal vez por ello no es tan preocupante la carencia de ese tipo de conocimientos, siempre y cuando no afecte gravemente al desarrollo vital, la comprensión lectora tiene mucho que ver con las habilidades comunicativas, y sus carencias pueden provocar la ignorancia y la manipulación. En este sentido las sucesivas legislaciones educativas introducidas en este país desde la restauración de la democracia no han sido capaces de ir más allá de los intereses políticos de los gobiernos que las aprobaban, y así siguen, tal vez porque mantener a los españoles alelados y entretenidos en nimiedades e ignorancia sea el único modo de sostener lo insostenible. Las estadísticas se muestran aquí contradictorias, porque si los estudiantes, y por ende la sociedad española en general, se encuentra por debajo de la media de la OCDE en capacidades y formación, los políticos que viven del cuento se sitúan muy por encima de la media de los países que la componen, que son todos los que abrazan el capitalismo, incluidos los europeos, Japón o USA.    

             En España hay unos 78.000 cargos políticos electos, pero dependientes de estos, tal vez como consecuencia del enchufismo franquista y caciquil o de una estructura de partidos políticos excesivamente jerarquizada, y que emplea el amiguismo y los favores como moneda de pago, en lugar de premiar la valía, se encuentran más de 200.000 cargos repartidos entre cargos de confianza, puestos en partidos, sindicatos, empresas públicas o privadas, consejos de administración, cajas de ahorro, universidades y cualquier otro tipo de instituciones que han proliferado como setas (venenosas, porque bien saben los aficionados a la micología que las comestibles son menos numerosas) en la nutrida estructura autonómica del café para todos. Si bien todos ellos no cobran ni viven exclusivamente de la política, constituyen un excelente caldo de cultivo para quienes aspiran a hacerlo.

            Dentro de estos infinitos organigramas de cargos más o menos inútiles que conforman el Estado español, y para garantizarse aún más impunidad en sus actuaciones, hay cerca de 10.000 aforados, es decir, personas que para ser juzgadas e investigadas deben de hacerlo el Tribunal Supremo, u otros altos organismos judiciales, que, dicho sea de paso, están altamente politizados, con lo que la responsabilidad en las actuaciones de todos ellos es más bien lasa, y así pueden hacer casi lo que les viene en gana, sin ningún temor. En países como Alemania actualmente no hay ningún aforado, como tampoco lo hay en el Reino Unido, lugar donde, en la Edad Media, se creo esta figura. En Portugal e Italia solo está aforado el jefe del estado, y en Francia apenas hay una veintena de aforados.

            Esta grave diferencia en la igualdad ante la ley que recoge el artículo 14 de la Constitución, también es bendecido por la propia Carta Magna, que respalda entre su articulado la existencia de ese privilegio en políticos, realeza y fuerzas de seguridad, entre otros; y ratificando de ese modo sus carencias y la necesidad de su profunda reforma, ya que jamás fue tan maravillosa como nos vendieron. Una vez sacralizada la figura del aforado en la Constitución, el desarrollo legislativo y autonómico la multiplicó hasta el casi infinito que suponen los límites actuales.

            Hace casi un año, en mayo de 2013, UP y D, presentó una proposición no de ley para que se debatiera en el pleno del Congreso la figura del aforado y su alcance, para acabar con unos privilegios que han ido demasiado lejos y aportando los datos reflejados antes y que se correspondían con los reflejados por los autores José Luis López Colomer e Iñaki Esparza en su “Tratado Jurisprudencial de aforamientos procesales”.

            El pasado viernes, el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que a juzgar por sus actuaciones, podría muy bien renombrar su cargo a ministro generador de injusticias, presentó novedades en su anteproyecto de reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que por otra parte ha sido criticado desde prácticamente todos los ámbitos, por destrozar la independencia de la justicia. Entre las más destacada innovaciones destacan la inclusión de los príncipes y la reina entre los aforados.

Gallardón defendió esta inclusión por coherencia y ha afirmado “No recuerdo ningún país que afore, por ejemplo, a un ministro, y no afore al Príncipe heredero; eso carecería totalmente de sentido”.

           



           

Aunque Gallardón lo oculte, lo más coherente no es aforar a quien en las cúpulas de poder no lo esté, sino quitarle ese negado privilegio a quien lo tiene, para así lograr una mayor igualdad que entre aforamientos e indultos anda un poco desequilibrada.


Por mucho que se empeñe la OCDE, en la educación de nuestro país siempre primará un error, o el conceptual que nos sitúa por debajo de la media en conocimientos y habilidades, o el estadístico que nos coloca muy por encima de la media en espabilados de vivir del cuento, o dicho de otra manera, demasiado listo para tanto gilipollas. Siempre ha sido así, y de hecho los cargos de listos parecen heredarse entre las mismas estirpes y sus allegadas y selectas minorías, mientras que para gilipollas opositamos las aborregadas mayorías restantes, y los más aventajados siempre podrán emigrar para tener trabajo.    




Enlaces recomendados para más información:





http://www.diariodecadiz.es/article/sociedad/1599168/director/pisa/dice/espana/hay/muchos/profesores/y/no/todos/deberian/cobrar/lo/mismo.html



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