Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

sábado, 19 de abril de 2014

Héroes o villanos

Las nuevas tecnologías aplicadas a los medios audiovisuales han avanzado hasta tal punto que pueden acabar condicionando, tanto nuestras costumbres como nuestras ideas y pensamientos. El abaratamiento de videocámaras y todo el material relacionado con la captación y almacenamiento de imágenes han propiciado la colocación y uso de este tipo de dispositivos en espacios públicos, en la mayor parte de los casos con la búsqueda de mayor seguridad como principal excusa argumental. La medida tal vez sea eficaz, pero puede resultar muy peligrosa por que, por ejemplo, es el mismo motivo con el que justifican los norteamericanos sus masivos espionajes, o los gobernantes populares pretenden imponer un restrictiva Ley de seguridad ciudadana en la que los derechos y libertades individuales se sacrifican en aras de una supuesta paz social en la que una minoría dominante se enriquece explotando a la mayoría dominada.
De este modo, si el ministerio del interior quisiera identificar a ciertos participantes en una manifestación considerada ilegal podría hacerlo fácilmente, incluso aunque fuera multitudinaria y tuvieran que repasar uno a uno a sus cientos de miles de manifestantes, porque existe la tecnología para hacerlo, como existe la que permite que la Dirección General de Tráfico (DGT) tenga un helicóptero capaz de calcular a un kilómetro de distancia la velocidad de un vehículo, y si fuera necesario constatar su matrícula para gestionar la sanción correspondiente.
Esta tecnología audiovisual, capaz de acercarse hasta casi el infinito con una definición asombrosa o de congelar el movimiento con una nitidez impensable, aplicada al deporte, ya nos mostró durante las pasadas olimpiadas de Londres la belleza y plasticidad de algunas disciplinas deportivas al mostrarnos con detalle y precisión milimétrica, tanto en espacio como en tiempo, el esfuerzo de los atletas.
Esa misma tecnología audiovisual que, aplicada al deporte, se estrenó en Londres, se sigue empleando en las retransmisiones deportivas televisadas, que prácticamente en los deportes de masas, lo son todas.
Así podemos ver con todo detalle los mates de sus ídolos del basket, los raquetazos de sus tenistas favoritos, las pedaladas de sus ciclistas preferidos,… y los goles de sus héroes futbolísticos. Las imágenes de televisión nos muestran con todo detalle como golpean al balón, como éste vuela rotando sobre si mismo y como se cuela por la escuadra a pesar del esfuerzo en la estirada del portero, cuyo rostro muestra la evolución del gesto en la intensidad de la acción, e incluso, con todo detalle, se ven hasta caer las gotas de sudor generadas por las altas temperaturas y la entrega de esos héroes  jaleados desde las gradas por las enardecidas masas de seguidores, que lucen orgullosos sus camisetas y nombres para mejor regocijo del negocio deportivo.
En todos los sitios cuecen habas, pero las calderadas futbolísticas son inalcanzables por cualquier otro deporte, al menos de momento, y es que algunas de las acciones que inmortalizan las cámaras en su detallada evolución, son más propias de villanos rastreros que de idolatrados héroes. Patadas, escupitajos, pisotones, zancadillas, agarrones, insultos,… todas las provocaciones imaginables por la más retorcida mente tienen cabida en unas prácticas que poco tienen que ver con el deporte. Obviamente esos héroes, cuyos sueldos suelen ser más abultados que su educación, tratan de ocultar sus ladinas acciones a la vista de los espectadores, y lo logran en muchas ocasiones, pero no pueden hacerlo al insospechado alcance de las cámaras, que les retratan en toda su oscura intención, de tal manera que si quieren mantener intacta su heroicidad, deberían modificar sus comportamientos, ya que sus actuaciones, salvo excepciones disciplinarias, siempre están sometidas a su celebración pública. Otros aspirantes a héroes, aunque no sea a través del deporte,  pero con grandes egos y vanidades, y sometidos al escrutinio de sus acciones al público que les paga y sustenta su existencia, son los políticos, pero estos privilegiados personajes son inmunes a casi todo porque tienen la sartén por el mango.
Si analizamos el escenario público de los máximos representantes de la política española, el congreso de los diputados, donde han sido pillados viendo porno, durmiendo, votando por los demás, insultando a rivales y ciudadanos,… el demócrata y transparente anterior presidente, José Bono, tal vez previendo el alcance de las nuevas tecnologías, promovió unas reformas en el hemiciclo a principios de 2011 que recluyó a cámaras y reporteros gráficos a un habitáculo desde donde no podían realizar libremente su trabajo, ni captar imágenes que pudieran comprometer la seriedad del trabajo de sus señorías o su integridad ética.  La medida no agradó a los profesionales de la información audiovisual, pero se adoptó sin más, y cada vez es más habitual que los gabinetes de prensa de partidos y políticos faciliten las imágenes de sus líderes, para evitar así cualquier acontecimiento imprevisto, no acepten preguntas de los periodistas, sustituyendo las ruedas de prensa por meras declaraciones, e incluso por comparecencias televisadas.
De ese modo mientras los políticos pretenden inculcar las nuevas tecnologías para controlar e identificar a los ciudadanos, blindan el  oscurantismo en el que medran sus corrupciones e injusticias  ante su probable alcance, no sea que como en el caso de ídolos futbolísticos, sus miserias queden al alcance de la luz pública, y con ello caigan de sus pedestales de poder.
Con todo, lo más preocupante no es la mezquindad de unos héroes más próximos a villanos de lo aceptable, sino los fanáticos que continúan jaleándoles desde las gradas de los estadios, las sillas de los mítines o los votos de las urnas, pues con ello legitiman y perpetúan comportamientos deleznables permitiendo que dominen y proliferen los villanos en lugar de los héroes.    

1 comentario:

  1. en oposición al medievalismo 'villano', o sea un pueblerino sometido al código penal, está el 'caballero', delincuente, pero por privilegios del linaje de sangre o votos, nunca reo.

    ResponderEliminar