Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

lunes, 10 de enero de 2011

El Gran Monopoly

¿Quién no ha se ha arruinado en alguna ocasión con el conocido juego financiero-inmobiliario? Recorrías el tablero con el azar de los dados y comprabas calles, casas y hoteles mientras ganabas el segundo premio de belleza, te multaban por exceso de velocidad o te enviaban directamente a la cárcel, sin pasar por la casilla de salida. Todos los participantes comenzaban con las mismas condiciones de dinero y había una banca que gestionaba las propiedades, hasta que eran compradas, y algunos pagos y cobros. Al final ganaba el jugador que más dinero y bienes acumulaba y, normalmente, el resto de los competidores acababa en la ruina total, sin propiedades ni dinero.
La popularidad y el éxito del Monopoly, patentado con su nombre en la década de los treinta del pasado siglo en USA pero basado en una idea de tres décadas antes, le colocó como el juego de mesa más conocido en el mundo con 500 millones de jugadores hasta 1999, según el libro Guinness de los récords, además de haberse adaptado a decenas de países y ciudades, donde es muy conocido, como reflejan los datos.
El triunfo político del peculiar liberalismo económico radical en los Estados Unidos de Norteamérica, que propugna la no intervención del estado en los mercados, reducciones de impuestos y ausencia de ayudas y subvenciones, y que paradójicamente defiende a sus propias empresas ante el resto del mundo con aportaciones encubiertas y legislaciones protectoras, ha dado una vuelta de tuerca más. El logro ha sido que los diferentes gobiernos entreguen grandes cantidades de dinero para financiar y retroalimentar a un sistema económico que se había autofagocitado debido a la insaciable voracidad que lo impulsa, sacrificando de ese modo las ayudas sociales y poniendo en peligro el Estado de Bienestar en Europa y paralizando las iniciativas que en ese sentido había iniciado el presidente Barack Obama.
La globalización de la sociedad capitalista parece querer convertir el planeta en un Gran Monopoly en el que, pretende, todos juguemos. En la desbocada carrera consumista triunfa el que más dinero, propiedades y riquezas acumula, aún a costa de arruinar al resto de los jugadores con el beneplácito de la banca y de las normas del juego legisladas por los políticos bajo las directrices del capital.
Así mientras unos compran calles, casas y hoteles, cuya única finalidad parece ser obtener más dinero y acumular posesiones, otros se arruinan pagando las deudas que jamás podrán saldar, para pagar bienes y servicios que apenas pueden disfrutar y que, en muchos casos, solo sirven para aparentar lo que no se es. Los políticos miran el juego y legislan las normas, últimamente para permitir que la banca tenga la liquidez suficiente para que el juego continúe a costa de dejar desamparados a los más débiles; es de suponer que porque la continuidad de la partida les favorece y les permite enriquecerse muy cómodamente.
Lo lamentable de la situación es que la riqueza de la Tierra y sus recursos permitiría que todos sus habitantes pudieran vivir dignamente, pero algunos se empeñan en acumularla, aún sacrificando a otros muchos que apenas pueden subsistir.
En realidad no tiene demasiado sentido emplear el tiempo que vivimos en acumular posesiones materiales que en muchos casos ni tan siquiera podemos disfrutar, que en ningún caso nos llevaremos de aquí y que en demasiados casos esa acumulación supone el padecimiento de los más débiles. Y el sentido se convierte en absurdidad cuando los únicos logros de ese consumismo desorbitado son incrementar las diferencias entre ricos y pobres y agotar los recursos de un planeta convertido en un Gran Monopoly.
A pesar de que desde que nacemos nos dirigen para perpetuar la sociedad de consumo, entrar o no en ese descomunal juego depende de nosotros.

5 comentarios:

  1. Muy cierto, nos programan a través de un juego de toda la vida, para vivir ganando y perdiendo, los ganadores siempre buscan tener más: ¿polìticos, empresarios, explotadores y...? y los perdedores son los esclavos del consumismo, los débiles y arruinados. A donde llegaremos, lo explicas muy bien Javier, felicidades.

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  2. Estupendo Javier el paralelismo entre el juego y la realidad. Lo que para muchos de nosotros fue algo lúdico en nuestra adolescencia, se está conviertiendo en la pesadilla de nuestra madurez. Pero, a diferencia del juego, aquí no tenemos ninguna posibilidad de ganar. Las reglas del juego las imponen siempre los mismos, por lo que la únic salida, dentro de nuestras posibilidades, es no participar en el juego. ¿Cómo? No lo sé, pero hay que busca alternativas y crear nuestro propio juego con nuestras reglas. ¿Utopía, quizá? Puede que sí, pero nunca hay que descartar lo que parece imposible.

    Petonets, Javier. Cada vez que te leo, me haces reconciliarme un poco más con este mundo,con el mundo que puede ser pero todavía no es, claro.

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  3. Me ha parecido una buena comparacion con el juego del Monopoly lo triste del asunto es que en el juego no va mas alla precisamente por eso por que es un juego, pero mucha gente no se da cuenta que en la realidad es diferente y si no juegas bien no hay marcha atras en los problemas que se te pueden plantear.

    ¡Como nos manipulan!

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  4. Se me dan muy mal los juegos de mesa,será por que no gano muy a menudo pero algún dia caerás castrón y entonces mi felicidad sera inmensa. Sin acritud saludos.

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  5. YO tampoco ganaba nunca al Mono poli, soy mas de domino.......salu2

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