Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

sábado, 8 de marzo de 2014

Disidentes catalanes, entre la honradez y la política



Disidir es separarse de la común doctrina, creencia o conducta. En este sentido solemos cometer el también común error de considerar como negativa la disidencia, y así lo sugieren los medios de difusión al tildar habitualmente de “disidentes” a quienes se enfrentan con los poderes establecidos, equiparándoles así a rebeldes, y conllevando por lo tanto una acepción bastante negativa y contraria al orden y a la justicia legal.
Ahora bien, si analizamos la realidad desde el punto de vista de esa legalidad dominante cometemos el imperdonable error de no cuestionar la base ética y humana de esas normas. Por ejemplo, una condena a muerte en el franquismo podía ser legal, y los disidentes con el sistema podían ser condenados a esa máxima pena, sólo por ello.
En este desastroso experimento autonómico-monárquico-constitucional-democrático del café para todos, vendido durante años como un modelo ejemplar de la transición de una dictadura a una democracia para el planeta, y para adormecer el orgullo de los españoles; ahora llegamos a la conclusión de que bajo ese disfraz de ejemplar unicidad se esconden montañas de disidencias. Para no profundizar con interminables cuestiones y argumentos, que justificarían, como cualquier otro, la implantación de absurdas y arbitrarias fronteras  en un planeta cuya única separación entre seres vivos debería ser el límite atmosférico de la propia presencia del oxígeno que permite la vida, nos quedaremos con la primera gran disidencia, la cultural, más evidente cuando se sustenta en idiomas diferentes. En este sentido con la España grande y libre que quieren volver a imponer disiden más Galicia, Euskadi y Catalunya que el resto de las autonomías, y no por ello dejan de ser igual de respetables.
Las disidencias tienen cabida en toda posibilidad con más de una opción y más de un afectado por la misma. Así, por ejemplo, en catalán  hay dos apellidos que se pronuncian prácticamente igual, pero que se escriben de modo diferente, y en este sentido se puede considerar que uno, el minoritario, es disidente del otro, y probablemente será Puyol el disidente de Pujol. Pero la ortografía no es la única disidencia entre ambos.
El primero, Carles Puyol, reconocido y meritorio central del todopoderoso Barça y de la selección española en laureadas épocas ha anunciado recientemente que deja el club el próximo mes de junio porque tras sus problemas con las lesiones no acaba de recuperar el nivel de forma y rendimiento adecuado.
El segundo, Jordi Pujol Ferrusola, primero de los siete hijos del que fuera president de la Generalitat, pero no el único de los cuales está relacionado con oscuros negocios, colecciona coches de lujo y está acusado de blanqueo de dinero, mientras los medios han publicado que el capital del global familiar en Suiza supera los cien millones de euros.
En este caso lo deseable es que el disidente, el que se sale de la norma, sea el Pujol de la saga política, porque la gran mayoría de los catalanes son honrados, aunque otros políticos de Catalunya se sumen a la disidencia pujolista, que por otra parte es demasiado común en otros partidos y ámbitos nacionales y regionales como delatan las tramas Gürtell, Pokemon, Malaya, los Eres, o los numerosos casos de corrupción que hieden por doquier en este país. Así pues todos estos políticos que llaman disidentes a quienes no defienden el sistema que sustenta sus cargos, se convierten en disidentes de la honradez y comulgan en corrupción. De este modo el disidente catalán Carles Puyol se convierte en paradigma de honradez pues se va en junio cuando podía continuar dos años más cobrando sin rendir, como acostumbran los mediocres políticos a lo largo de todos sus mandatos, que confluyen en la disidencia corrupta tal vez minoritariamente, pera lo hacen mayoritariamente en la falta de honradez, pues se aferran a sus inútiles puestos de elevados salarios ya que saben que fuera de ellos no pueden ni soñar con tales emolumentos y prebendas por sus nulas aportaciones.

Mientras tanto pretenden que creas que quienes se oponen al circo que les garantiza la sopa boba son disidentes, rebeldes y negativos para un sistema podrido hasta la médula, pero que siguen defendiendo por interés propio.

1 comentario:

  1. yo pensé que las batallas entre castillos (el latinajo 'castellanus' hermana a castellanos y catalanes) eran cosa de libros de caballerías...

    ResponderEliminar