Este lunes, como cada 10 de diciembre desde 1901, se
entregaron los premios Nobel. Los prestigiosos galardones creados por Alfred
Nobel, inventor de la dinamita y enriquecido gracias a ello, son consecuencia
de los problemas de conciencia que creó al químico sueco el destructivo uso
bélico que se podía hacer de un producto creado inicialmente para la minería. La
fecha de entrega conmemora el día de su muerte en 1896, y los premiados son
quienes hayan aportado el “mayor beneficio a la humanidad” durante el año en
los campos de la Literatura, Física, Química y Medicina. En su testamento
Alfred Nobel también reservó un premio, que en todos los casos coincide con una
medalla, un diploma y una cantidad económica, “a la persona que haya trabajado
más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o
reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos
de paz”, según dicta su testamento.
Lo cierto es que los loables deseos del inventor, sin duda
también con cierta ansia de inmortalidad, no tardaron demasiado en tornarse
controvertidos a causa de que quienes eran designados para recibirlos no se
consideraban merecedores de ello. Esto sucedía especialmente con el Nobel de la
Paz, que además es el único que se entrega en Oslo, mientras que los restantes
lo hacen en Estocolmo. Ya en 1906 el presidente de los Estados Unidos Theodore
Roosvelt fue obsequiado con el galardón por mediar en el fin de la recién
concluida guerra ruso japonesa, si bien también era el culpable de otros
enfrentamientos y muertes. En 1919, otro presidente norteamericano Woodrow
Wilson, culpable entre otras cosas de permitir la creación del fraude monetario
expansivo de la Reserva Federal, y de meter al país en la Primera Guerra Mundial,
recibió el Nobel de la Paz por fundar la Sociedad de Naciones, inútil precursor
de la actual inútil ONU. Barak Obama lo recibió en 2009 «Por sus extraordinarios esfuerzos para
fortalecer la diplomacia internacional y la colaboración entre los pueblos»,
cuando durante su mandato se producen tantas guerras o más que antes, aunque
quizás el más polémico fue el Nobel de la Paz de 1973 que se concedió a los dos
personajes encargados de firmar el Acuerdo de Paris de aquel mismo año que puso
fin a la presencia de las tropas norteamericanas en Vietnam. El vietnamita Le
Duc Tho rechazó el premio porque realmente la guerra no había finalizado, ni lo
hizo hasta dos años después, pero el sin duda mayor genocida de la historia de
la humanidad y culpable de muchas muertes en aquel conflicto, el entonces
Secretario de Estado Norteamericano Henry Kissinger aceptó encantado el premio.
Sin duda muchos de los perceptores del reconocimiento a lo largo de la historia han sido merecedores del mismo, pero la presencia de personajes de esa calaña deja en muy mal lugar el prestigio del acontecimiento y su credibilidad.
Sin duda muchos de los perceptores del reconocimiento a lo largo de la historia han sido merecedores del mismo, pero la presencia de personajes de esa calaña deja en muy mal lugar el prestigio del acontecimiento y su credibilidad.
El problema es que el sistema utiliza el prestigio del
premio, galardón, certamen, institución,… en su propio beneficio, cuando no ha
sido creado expresamente para ello, con lo que le acaba desprestigiandolo
completamente.
En este sentido y como paradigmático ejemplo de cómo crear
un prestigio a medida, precisamente uno de los que ha conducido al planeta a su
actual situación, citaremos el premio Nobel de Economía que Alfred Nobel no
mencionó en su testamento, sino que responde a un invento para respaldar las
ideologías a imponer. El galardón postizo se añadió en 1968 por el Banco Central
de Suecia, y la actual familia Nobel no lo reconoce como tal, aunque se entrega
junto a los demás, ampliándose desde 1995 no solo a la economía, sino a las ciencias
políticas, a la psicología y a la sociología, ya que tras incluir a la economía
entre las modalidades elegidas, se decidió que no se ampliarían jamás con ningún otro premio. La
mayoría de los receptores del premio Nóbel de Economía pertenecen a la Escuela de
Chicago, y concretamente el premio en 1976 se lo llevó Milton Friedman «por sus
triunfos en el campo del análisis del consumo, la historia y teoría monetaria,
y por su demostración acerca de la complejidad de la estabilización política». Friedman
fue quien conspiró y comenzó a difundir las teorías sobre las bondades de un mercado
completamente desregulado del control de los estados que se comenzó a aplicar
en los setenta en las dictaduras latinoamericanas y en los ochenta en las “democracias
occidentales” a través de Reagan y Thatcher, extendiéndose más tarde a prácticamente
todo el planeta, con los resultados de un mayor incremento en las diferencias
entre ricos y pobres y al sacrificio del estado de bienestar en beneficio de
los especuladores.
Ahora los cerebros que dirigen el cotarro han debido de
considerar que la Unión Europea, la panacea glorificada por nuestros políticos
para repartirse más poltronas y crear un poder superior que, por nuestro bien,
dirigirá nuestros países según sus criterios divinos y de acuerdo con los “mercados”, reciba el premio.
El motivo de la concesión han sido “Por
su contribución durante seis décadas al avance de la paz y la reconciliación,
la democracia, y los derechos humanos en Europa”. Sin entrar a analizar la
realidad de si la UE ha contribuido a más guerras que paz, a más
enfrentamientos que reconciliaciones y últimamente
a generar más miseria que derechos humanos, la ceremonia de entrega del premio
dejo claros los castigos que sufrimos los ciudadanos europeos. (continúa abajo)
A la ceremonia asistieron 21 de los 27 presidentes europeos,
los mismos que castigan diariamente a la miseria a los ciudadanos más
desfavorecidos de sus países con sus decisiones y recortes hasta situar en un 25
por ciento de los europeos con unos ingresos por debajo de los dos dólares
diarios, que es lo que marca la pobreza. En el evento participó nuestro Mariano
Rajoy, que hizo lo que saben hacer todos ellos, salir en la foto con trajes
caros y sonrisas hipócritas con las que machacan a sus ciudadanos mientras
cumplen las órdenes creadas por Friedman para satisfacer a las élites y
multinacionales que les acabarán agradeciendo los favores recibidos colocándoles
en inútiles puestos ejecutivos con elevados salarios. Con toda seguridad llegaron
hasta allí después de haber viajado cómodamente con sus séquitos, en primera
clase y a cuenta de los erarios públicos a pesar de los malos tiempos para
excesos económicos. Seguro que las comilonas en Oslo también estuvieron a la
orden del día en estos premios que siempre les toca a ellos mientras nosotros recibimos los castigos.
Lástima de gastroenteritis alimentaria generalizada, y si es posible permanente. Sería
lo único que justificara la presencia de tanto caradura en el evento.
Que gracia..... y yo no tendre nunca un premio nobel de la Paz??..... con la mala leche que gasto y nada no pillo nada
ResponderEliminarSon los putos amos y para quitarlos del sitio hace falta un poco de goma 2.
ResponderEliminarPues sí el sistema solo cambia cosas para autoprotegerse. Nada que sea nuevo. Enhorabuena por la entrada. Alfredo
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=oHyeMQJgKCE
La gente sólo ve lo que está dispuesta a ver. (Ralph Waldo Emerson)
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