Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Urnas y pelotas


Las últimas elecciones autonómicas catalanas han dejado patente la estrecha relación existente entre política y fútbol, al menos en este país. La prueba más evidente de ese vínculo es que se tuvo que cambiar la fecha del clásico futbolístico Barça-R. Madrid para que no coincidiera con los comicios electorales del nuevo Parlament Catalá y no fue el único evento deportivo que cambió su fecha a causa de las elecciones, ni la única vez que ha sucedido así, más bien es una práctica habitual para evitar que pelotas y urnas coincidan.
El domingo más de tres millones de catalanes, apenas el sesenta por ciento de los censados, acudieron a las urnas para despedir al anterior gobierno tripartito y coronar a Convergencia i Unió en el nuevo; el lunes alrededor de cien mil, poco más del 3 por ciento del censo, visitaron el Camp Nou para ver como la pelota del partido Barça-R. Madrid se colaba hasta en cinco ocasiones en la portería de los segundos.
Desconozco si el motivo para cambiar el día del partido fue que los organizadores temieran no llenar el estadio (lo dudo con una audiencia televisiva mundial estimada en 400 millones de espectadores) o a los políticos les preocupara más la posibilidad de que el tres por ciento de los electores no pudieran votar por ir al espectáculo. Supongo que no, porque tampoco parece preocuparles demasiado el cuarenta por ciento de una abstención provocada en gran parte por el hastío y la desilusión que los políticos han provocado entre los electores con una actitud y comportamientos que parecen no hacer demasiado para enmendar.
Además, para votar había once horas, todas ellas anteriores al horario del partido, por lo que, para quien quisiera votar, no era demasiado difícil poder hacerlo, y eso sin tener en cuenta la posibilidad del voto por correo. Los únicos que tenían imposible acudir al estadio eran los miembros de las mesas electorales y todos aquellos implicados de un modo u otro en el proceso, incluidos los propios candidatos, que por cierto, en algunos casos sí acudieron a ver el encuentro y no podrían haberlo hecho de haber coincidido los dos eventos.
En lo meramente competitivo, y tras el inevitable circo electoral que precede a todo comicio, el triunfador en las urnas fue CiU, mientras el PP y el expresidente azulgrana Joan Laporta obtuvieron buenos resultados. Los perdedores PSC, ER e IC, en alguno de los casos lo reconocieron, cosa inhabitual. En ese refrito de tendencias ganó claramente el catalanismo moderado, aunque también subió el españolismo radical frente al varapalo que se llevaron los socialistas, en presagio de lo que sucederá en Madrid, y sus socios de gobierno.



La competición deportiva, desgraciadamente no siempre acompañada por el espectáculo, nos brindó una exhibición barcelonista con cinco goles y un juego vistoso que dominó por completo al Real Madrid.
El triunfo en los deportes supone el reconocimiento del potencial y la supremacía de los vencedores, por eso son tan importantes dentro de la identidad cultural y social, tanto de países como naciones, ciudades o pueblos. Ganar en una competición deportiva a un vecino, rival o enemigo siempre ha sido motivo de orgullo directamente proporcional al grado de rivalidad o enemistad. El Barça-R. Madrid, o al revés, tiene mucha. Esos partidos representan un enfrentamiento deportivo entre Cataluña y España, simbolizando durante décadas la lucha catalana contra la opresión franquista, y ahora la batalla tal vez sea contra el centralismo español, además de la propia rivalidad extrema entre ambos equipos, aliñada con el extra de la presencia de Mourinho en el banquillo merengue. El entrenador portugués no sólo es variablemente odiado por la afición azulgrana, sino que además representa un concepto de fútbol muy diferente al que propugna Guardiola, del mismo modo que el equipo madrileño basa su potencial más en los fichajes multimillonarios que en la formación de la cantera que ha encumbrado al conjunto catalán.
Con la victoria del Barça, triunfó el fútbol. Salvando las distancias, sucedió como en la final del mundial. El Barça fue España y el Real Madrid, Holanda. Hubo contundencia en ambos partidos; en uno en el marcador, en el otro sobre el terreno de juego, y en ambos ganó el fútbol.



Curiosamente nueve de los once jugadores españoles titulares de la final del mundial fueron titulares con sus respectivos equipos el pasado lunes, siete en las filas del Barça y dos en las del Madrid. El 11 de julio, once españoles derrotaron a once contundentes holandeses, el 29 de noviembre cinco catalanes, tres españoles y tres extranjeros (nueve de ellos, además de el entrenador, canteranos) derrotaron contundentemente a un equipo con tres españoles y ocho estrellas extranjeras unidas a golpe de talonario y sólo un jugador formado en el club.
En este aspecto la globalización capitalista del planeta parece desvirtuar la esencia de viejas rencillas, al menos en lo que se refiere a sus protagonistas, ya que aunque el Barça tiene una nutrida representación de catalanes, en el Madrid la presencia de españoles es escasa y ha plagado su ejercito deportivo de mercenarios.
Esa si es una clara diferencia entre las urnas y las pelotas, al menos de momento. En el deporte, las mejores estrellas, sean de la nacionalidad que sean, pueden defender cualquier color si se les paga lo suficiente; en política, a pesar de que se les paga más que suficiente, tenemos que conformarnos con los del propio país aunque sean mediocres.
Más allá de ese matiz diferenciador, hay otras semejanzas.
En lo económico ambas vertientes, urnas y pelotas, también presentan coincidencias. Los dos generan grandes dispendios. En plena época de crisis los presupuestos de ambos clubs deportivos rondan los 400 millones de euros y son capaces de pagar 90 millones de euros por un jugador. Esos son los dispendios de las pelotas. Los de las urnas se pueden resumir en los 12 millones de euros que se gastaron los partidos políticos catalanes en quince días de campaña electoral. La cifra se multiplica por seis en las elecciones generales españolas y alcanzó un record cercano a 2.000 millones de euros en los comicios norteamericanas del pasado 2 de noviembre. Así que a ambos no parece afectarles la crisis, al menos económica, independientemente de si vencen o no porque en eso parece que todos ganan.

Pero volviendo a la evidencia de las elecciones catalanas y del enfrentamiento Barça-R.Madrid, urnas y pelotas, política y deporte, se relacionan y así las pelotas se vieron desplazadas por las urnas, al menos en el día de su desarrollo y aún sin tener clara la causa.
Otra posible variante de esa estrecha relación podría ser que, con demasiada frecuencia, hay demasiado electo por las urnas que se dedica a tocarse las pelotas (ovarios en el caso de las féminas) o, aún peor, al que le gusta tocar las pelotas (ovarios en ellas) con sus actuaciones.

5 comentarios:

  1. Magnífico análiis, Javier, de la relación entre las "pelotas" y la política. Todos conocemos los pelotazos en política y el politiqueo de los clubes de fútbol. Vaya melée de collons.

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  2. ¿Auge del españolismo radical? Es cierto, el PP cada día se parece más a ERC. ¿No?

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  3. EL PROBLEMA ES QUE FALTAN PELOTAS EN LA POLITICA..
    EL PROBLEMA ES QUE FALTAN PELOTAS EN LOS VOTANTES PARA CAMBIAR A LOS POLITIC@S SIN PELOTAS..
    EL FUTURO PUEDE SER COJONUDO, EL PRESENTE DA PENA.
    FUERZA PARA TO2.

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  4. LOS CATALANES A JUGAR EN CATALUÑA QUE PARA ESO SON LOS MEJORES Y LOS REPUBLICANOS AL PODER CON UN PAR DE PELOTAS PERO AL PODER CENTRAL.

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  5. el destino del rebaño es el matadero

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