El pasado 7 de junio nos dejaba el revolucionario comunicador
audiovisual Narciso Ibáñez Serrador. No vamos a explicar aquí
sus notables aportaciones a unos medios de difusión que en este
país estaban limitados y coartados por la nefasta y oscura
dictadura franquista y sus secuelas, muchas de las cuales aún
soportamos. Simplemente haremos referencia a su particular
visión del suspense y el terror. En eso también, cómo Alfred
Hitchcock, nos dejó sus meritorias aportaciones. Concretamente
en el cine tuvo una vital trascendencia para los futuros creadores
a pesar de solo haber dirigido dos películas, que se han convertido
en esenciales para los aficionados al género del suspense. Nos
centraremos en estas líneas en su segundo y definitivo film,
estrenado en 1976 con el título ¿Quién puede matar a un niño?
audiovisual Narciso Ibáñez Serrador. No vamos a explicar aquí
sus notables aportaciones a unos medios de difusión que en este
país estaban limitados y coartados por la nefasta y oscura
dictadura franquista y sus secuelas, muchas de las cuales aún
soportamos. Simplemente haremos referencia a su particular
visión del suspense y el terror. En eso también, cómo Alfred
Hitchcock, nos dejó sus meritorias aportaciones. Concretamente
en el cine tuvo una vital trascendencia para los futuros creadores
a pesar de solo haber dirigido dos películas, que se han convertido
en esenciales para los aficionados al género del suspense. Nos
centraremos en estas líneas en su segundo y definitivo film,
estrenado en 1976 con el título ¿Quién puede matar a un niño?
En la cinta, de casi dos horas de duración, el realizador y guionista,
Chicho Ibáñez Serrador, adapta la novela El juego de los niños del
autor Juan José Plans, para plantearnos la más que dudosa ética de
nuestra civilizada sociedad capitalista, al permitir con sus guerras y
miserias la destrucción, sufrimiento y muerte de nuestro futuro, qué
más allá del entorno que nos envuelve son las futuras generaciones,
los niños. El original giro de la película, y del libro, es que nos
presenta unos niños muy alejados de la candidez, inocencia e
ingenuidad que les suele caracterizar, y son crueles y desalmados,
capaces de acabar con las vidas de los adultos cruenta y
sanguinariamente, casi sin pestañear y regocijándose en ello, de ahí
que la pregunta qué encierra el título de la producción cobre sentido,
pues en sus sanos cabales nadie podría plantearse matar a un
inocente niño que además representa nuestro futuro, pero los seres
reflejados en ella parecen autómatas sin sentimientos.
Chicho Ibáñez Serrador, adapta la novela El juego de los niños del
autor Juan José Plans, para plantearnos la más que dudosa ética de
nuestra civilizada sociedad capitalista, al permitir con sus guerras y
miserias la destrucción, sufrimiento y muerte de nuestro futuro, qué
más allá del entorno que nos envuelve son las futuras generaciones,
los niños. El original giro de la película, y del libro, es que nos
presenta unos niños muy alejados de la candidez, inocencia e
ingenuidad que les suele caracterizar, y son crueles y desalmados,
capaces de acabar con las vidas de los adultos cruenta y
sanguinariamente, casi sin pestañear y regocijándose en ello, de ahí
que la pregunta qué encierra el título de la producción cobre sentido,
pues en sus sanos cabales nadie podría plantearse matar a un
inocente niño que además representa nuestro futuro, pero los seres
reflejados en ella parecen autómatas sin sentimientos.
Realmente la cuestión trasciende mucho más allá del terrorífico
argumento puesto que la verdadera pregunta que nos tendríamos
que hacer es cómo puede llegar una especie a aniquilar a sus
progenitores, cómo relatan película o libro, o a cualquiera de sus
individuos, incluidos sus descendientes, si no tienen el valor
económico demandado por el sistema capitalista, qué es lo que refleja
la realidad cotidiana, con guerras, intolerancia a la inmigración,
hambrunas y demás deshumanizadas acciones de nuestro modo de
vida dominante.
argumento puesto que la verdadera pregunta que nos tendríamos
que hacer es cómo puede llegar una especie a aniquilar a sus
progenitores, cómo relatan película o libro, o a cualquiera de sus
individuos, incluidos sus descendientes, si no tienen el valor
económico demandado por el sistema capitalista, qué es lo que refleja
la realidad cotidiana, con guerras, intolerancia a la inmigración,
hambrunas y demás deshumanizadas acciones de nuestro modo de
vida dominante.
Los derroteros históricos siempre se han ido dirigiendo por quienes
ejercían el poder, pues el ser humano es un animal básicamente social
y que necesita del grupo para poder subsistir y ya desde los primeros
grupos, familias o clanes debía existir un jefe o guía que decidiera el
rumbo a seguir y la división de tareas para tratar de garantizar la
supervivencia y cierta cohesión entre sus miembros que la facilitara,
siendo, por tanto, responsables de los comportamientos dominantes
qué se debían adoptar. A medida que las sociedades crecían y se
hacían más complejas los sistemas de designación de quienes
ostentaban el poder fueron variando aunque casi siempre prevalecían
criterios de linaje y de deidades que imponían a los súbditos sus modos
de vivir y comportarse. De ese modo gran parte de la vida del pueblo
llano estaba muy limitada y dirigida por los caprichos de los gobernantes.
ejercían el poder, pues el ser humano es un animal básicamente social
y que necesita del grupo para poder subsistir y ya desde los primeros
grupos, familias o clanes debía existir un jefe o guía que decidiera el
rumbo a seguir y la división de tareas para tratar de garantizar la
supervivencia y cierta cohesión entre sus miembros que la facilitara,
siendo, por tanto, responsables de los comportamientos dominantes
qué se debían adoptar. A medida que las sociedades crecían y se
hacían más complejas los sistemas de designación de quienes
ostentaban el poder fueron variando aunque casi siempre prevalecían
criterios de linaje y de deidades que imponían a los súbditos sus modos
de vivir y comportarse. De ese modo gran parte de la vida del pueblo
llano estaba muy limitada y dirigida por los caprichos de los gobernantes.
Aunque ya en la antigua Grecia, y otras culturas, se recogía el
concepto de democracia, gobierno del pueblo, esta era tan limitada
que solo tenía en cuenta las voluntades de los escasos hombres libres,
sin tener en cuenta ni a la gran mayoría de esclavos ni a las mujeres,
para establecer las pautas a seguir. A lo largo de la Edad Media se
establecieron diferentes formatos para tratar de limitar los poderes
absolutos con que los monarcas dirigían las pautas de sus estados,
pero no fue hasta finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa y
la aprobación de los derechos del hombre y el derecho al sufragio
universal cuándo se comenzó a generalizar lo que hoy llamamos
democracia, aunque realmente no llegó a ser efectiva en las llamadas
democracias occidentales hasta bien entrada la segunda mitad del
siglo XX, pues hasta entonces en muchos países las mujeres y los
de otras razas no podían votar. España fue una de las pioneras, pues
la Segunda República aprobó una Constitución tan progresista e
igualitaria que los poderes establecidos hasta entonces provocaron
una guerra civil que propició 40 años del retrógrado franquismo, que
nunca nos hemos sacudido y que ahora arrecia con las nuevas
tendencias políticas facciosas.
concepto de democracia, gobierno del pueblo, esta era tan limitada
que solo tenía en cuenta las voluntades de los escasos hombres libres,
sin tener en cuenta ni a la gran mayoría de esclavos ni a las mujeres,
para establecer las pautas a seguir. A lo largo de la Edad Media se
establecieron diferentes formatos para tratar de limitar los poderes
absolutos con que los monarcas dirigían las pautas de sus estados,
pero no fue hasta finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa y
la aprobación de los derechos del hombre y el derecho al sufragio
universal cuándo se comenzó a generalizar lo que hoy llamamos
democracia, aunque realmente no llegó a ser efectiva en las llamadas
democracias occidentales hasta bien entrada la segunda mitad del
siglo XX, pues hasta entonces en muchos países las mujeres y los
de otras razas no podían votar. España fue una de las pioneras, pues
la Segunda República aprobó una Constitución tan progresista e
igualitaria que los poderes establecidos hasta entonces provocaron
una guerra civil que propició 40 años del retrógrado franquismo, que
nunca nos hemos sacudido y que ahora arrecia con las nuevas
tendencias políticas facciosas.
Sea como fuere al final el caudillo murió y por fin nos pudimos sumar
al listado de maravillosas democracias occidentales en las que la
plebe ya no estamos en manos de los caprichos de un monarca o
dictador, si no en la de los excelsos políticos que elegimos
democráticamente para guiar nuestros destinos y comportamientos.
Así pues pasamos de estar gobernados por un caudillo llegado a su
puesto, tal y como señalaban las monedas con su rostro, por la gracia
de Dios, a serlo por un rey llegado a su trono por la gracia del caudillo,
y un parlamento que elegimos con nuestros libres y secretos votos.
Entramos a formar parte así del grueso de democracias occidentales
que regulan sus comportamientos por la clarividencia y honestidad,
incluso decencia, de los políticos electos por nuestros sabios
conocimientos y basta cultura. Somos libres y cultivados como todos
los países que desde la Segunda Guerra Mundial han construido
esa nueva sociedad que no solo desprecia a la naturaleza que nos
acoge sino que permite indecentemente que nuestros semejantes
mueran irracionalmente en circunstancias claramente evitables por
los avances que ha experimentado nuestra civilización en todos los
aspectos.
al listado de maravillosas democracias occidentales en las que la
plebe ya no estamos en manos de los caprichos de un monarca o
dictador, si no en la de los excelsos políticos que elegimos
democráticamente para guiar nuestros destinos y comportamientos.
Así pues pasamos de estar gobernados por un caudillo llegado a su
puesto, tal y como señalaban las monedas con su rostro, por la gracia
de Dios, a serlo por un rey llegado a su trono por la gracia del caudillo,
y un parlamento que elegimos con nuestros libres y secretos votos.
Entramos a formar parte así del grueso de democracias occidentales
que regulan sus comportamientos por la clarividencia y honestidad,
incluso decencia, de los políticos electos por nuestros sabios
conocimientos y basta cultura. Somos libres y cultivados como todos
los países que desde la Segunda Guerra Mundial han construido
esa nueva sociedad que no solo desprecia a la naturaleza que nos
acoge sino que permite indecentemente que nuestros semejantes
mueran irracionalmente en circunstancias claramente evitables por
los avances que ha experimentado nuestra civilización en todos los
aspectos.
Si hemos llegado a esta situación a pesar de los idílicos,
magnánimos, igualitarios, humanitarios, justos y trascendentes
discursos de la clase política a la que hemos elegido
democráticamente, la pregunta que nos
deberíamos hacer no es quién puede matar a un niño, que quizás
incluso alguno se lo merezca, si no ¿quién puede creer a un político?
que se desgañita para convencernos de que le votemos con
grandilocuentes palabras y seductoras sonrisas para luego construir
una mierda de planeta deshumanizado en el que la riqueza, boato y
comodidad de unos pocos se forja sobre el sufrimiento y la
supervivencia de la mayoría, y en la que la vida de los niños, de los
padres y hasta de cualquier ser vivo no tiene ninguna importancia,
salvo si son los nuestros.
magnánimos, igualitarios, humanitarios, justos y trascendentes
discursos de la clase política a la que hemos elegido
democráticamente, la pregunta que nos
deberíamos hacer no es quién puede matar a un niño, que quizás
incluso alguno se lo merezca, si no ¿quién puede creer a un político?
que se desgañita para convencernos de que le votemos con
grandilocuentes palabras y seductoras sonrisas para luego construir
una mierda de planeta deshumanizado en el que la riqueza, boato y
comodidad de unos pocos se forja sobre el sufrimiento y la
supervivencia de la mayoría, y en la que la vida de los niños, de los
padres y hasta de cualquier ser vivo no tiene ninguna importancia,
salvo si son los nuestros.
👏👏👏👏muy bueno
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