Desde que el
sedentarismo y las posteriores organizaciones sociales posibilitaran la
acumulación de bienes y la propiedad privada, el posible beneficio de ambas
siempre ha sido desigual entre los individuos. La fuerza, el poder, la
habilidad, la inteligencia, el linaje, la suerte, … todos ellos podían influir
en la riqueza que cada uno de ellos acumulara. Si bien se pueden intuir ciertos
oscuros orígenes en la cimentación de ciertos enriquecimientos, un maestro del realismo literario, Honoré de
Balzac, era más tajante y ya en afirmaba en 1834 que “El secreto de las grandes
fortunas sin causa aparente es un
crimen olvidado, porque se ha cometido de una manera limpia.” Evidentemente cuando dice limpia se refiere a
no conocida como criminal, y bajo esa premisa de impunidad se consolida el
sistema de organización social y del trabajo conocida como capitalismo, y en la
que ese capital, de dudoso origen en la mayor parte de los casos, domina por encima de todo.
La posterior
evolución ideológica hacia tendencias más democráticas desembocó en
legislaciones más sociales y justas gracias a la constante lucha proletaria
para salir de sus condiciones de miseria. Se propugnó un “nuevo reparto”, el
New Deal, que de un modo u otro, acabó germinando en los llamados Estados del
Bienestar, en los que los gobiernos asumían las riendas de legislaciones y
servicios para lograr mayor igualdad social.
El astuto
capital, obligado a repartir los beneficios y despojado de su oscura impunidad
inicial, criminal al principio y explotadora después, trató de reinventarse a
través del “Neoliberalismo”. Simplemente se inventaron una teoría para endiosar
a los mercados y su necesidad de autoregularse para funcionar óptimamente, y la
prestigiaron y difundieron entre sus
lacayos políticos. De ese modo las legislaciones dejaron paulatinamente, de
regular y controlar las actividades mercantiles privadas, además de privatizar
las hasta entonces públicas con la falacia de la eficacia de la gestión privada
y el abaratamiento de los productos y servicios bajo la libre competencia.
Los resultados
más evidentes son un omnipotente mercado infestado por la proliferación de
grandes empresas y multinacionales que controlan los precios a su antojo,
multiplicándolos a su gusto y tan poderosas que son capaces de presionar a los
países para que legislen a su gusto, recortando derechos y salarios a los
trabajadores, y obligando a su rescate en caso de fraude o hundimiento. Pruebas
en este país sobran, mientras los salarios de los españoles han bajado una
media de 20 por ciento, vía bajada directa, o tras el logro de un nuevo
contrato después de ser despedidos, y se ejecutan numerosos desahucios, más de
275 diariamente durante 2012, se rescata a bancos o autopistas, todo ello bajo
el sello de la legalidad a la carta aprobada por los gobiernos y recomendada
por las instituciones internacionales, pero que no dejan de ser los mismos
crímenes legales que permitieron en su día muchas fortunas sin causa aparente,
entonces fue a causa del desconocimiento y ahora a través de injustas y
corruptas legislaciones.
El problema
es que nos hacen identificar leyes con Justicia y en esa legalidad aparente basan
sus engaños y desvergüenza, teniendo en cuenta además que la esencial
separación de poderes para la existencia de una democracia más real, por el
mutuo control entre ellos, está en manos de los mismos, pues el ejecutivo es
respaldado por el legislativo, que a su vez elige al judicial, formando un
tridente letal para los principios democráticos y un excelente disfraz para el
totalitarismo y la corrupción, pasando así de cometer crímenes ocultos a
cometer crímenes legales.
Sigue siendo un solo poder, como una sola patria, una sola ley, un solo Dios, y los conceptos de justicia o Derechos, son lacayos de ese monoteísmo que lo subyuga todo.
ResponderEliminarEtica y política continúan por caminos divergentes. A ver si algún día confluyen .
Excelente, Javier.
Gracias
ResponderEliminar, pero en cuanto a tus esperanzas entre Ética y política, jamás coincidirán mientras no se produzca una reestructuración del sistema de valores predominante, y para ello hay que "desaprender", como dice Punset, lo inculcado y abrir la mente a nuevas perspectivas. En definitiva reeducar a la raza humana, pero al poder, religioso, político y económico, no le interesa, pues ya no podrían tener los sumisos esclavos voluntarios que han creado.
"Eficaces palabras tienes, buen viejo. Traído me has el alma a mí, que me la llevaban embelesada vanos deseos"... las palabricas no son mías, son de un cabronazo apellidado Quevedo...
ResponderEliminarPodemos joderle la foto a Balzac y meterle a empujón limpio a Proudhon... antes de disparar en vez de 'patata' les podríamos animar a decir 'la propiedad es un robo'.
Reitero, eres un monstruo. Lástima que te prodigues tan escasamente.
ResponderEliminarmi vagancia tiene esas taras...
ResponderEliminartu laboriosidad tiene esas ventajas...